2008-06-30

LA HUMILDAD

Ciclo A, 14° Dom.Ord., 6 de Julio de 2008


“Aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón”
(Mt 11, 28)


El Señor ha iniciado la predicación y la vivencia del Reino de los Cielos. Él mismo es el evangelio del Reino. Pero, ¡qué difícil es comprenderlo, asimilarlo y vivirlo! Para que podamos decir que ya estamos viviendo el Reino es porque ya estamos viviendo la Comunión y la Caridad. Si comprender el significado de estos términos es difícil, ¡imaginemos lo complicado en poder vivirlos! Hoy, el Señor nos hace una revelación: Que sólo revela los misterios del Reino a las personas sencillas y humildes.

En esta nueva época que estamos viviendo en la historia, somos testigos de la pobreza, la desintegración y violencia familiar, y de una gran cantidad de divorcios. Vemos también que la Iglesia está en crisis: Cada vez menos sacerdotes, cada vez más católicos alejados; vemos a una Iglesia cada vez más centralista, tecnócrata y con gran riesgo de enredarse en el poder; poco misionera y muy alejada de la realidad de sus miembros. ¿El motivo? No hemos sido lo suficientemente Sencillos y Humildes para ser dignos del Reino. La humildad es reconocer la misericordia de Dios y la dignidad y derechos de los otros; la sencillez es vivir libre de toda atadura que me impida vivir la comunión y la caridad.

En el Documento de Aparecida los Obispos escribían que, frente a la realidad crítica que nos ha tocado vivir, es necesaria una renovación eclesial en lo espiritual, pastoral e institucional (# 367). La Iglesia “tiene como misión propia la Palabra, los Sacramentos y practicar la caridad” (# 386); es más, debiera ser “abogada de la justicia y defensora de los pobres” (# 395). En una palabra, el Señor nos llama a ser “pobres para servir al pobre” (# 540). Esto es lo difícil, por eso necesitamos de una conversión no sólo personal, sino también pastoral. Si no somos pobres como el Maestro, seguiremos ocupando todavía los primeros lugares del banquete.

Cuando logramos la conversión, uno de los signos es la evangelización y solidaridad con los pobres. Se trata de una evangelización liberadora, es decir, que transforma sus vidas de una vida infrahumana a una vida más humana y plena en Jesucristo (DAP 257).

Agustín, Pbro.

2008-06-22

LA IGLESIA DE CRISTO

Ciclo A, 13° Dom.Ord., 29 de Junio de 2008


“Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”
(Mt 16, 18)

El Evangelio de hoy nos muestra dos preguntas que Jesús hace a sus discípulos: 1) ¿Quién dice la gente que es el hijo del hombre? 2) Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo? Parece que Jesús oye distraídamente la respuesta de la primera pregunta y se concentra en la segunda. Pedro toma la palabra y responde: “Tú eres el Mesías, el hijo de Dios vivo”. Esta confesión de fe no es fruto de razonamiento humano sino de revelación del Padre. Luego viene una sentencia muy fuerte del Señor: “tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”.

Entonces, ¿cuántas Iglesias estableció Cristo? Jesucristo fundó una sola Iglesia y puso a Pedro como cabeza de autoridad y comunión. Pero entonces todas las demás Iglesias, ¿no son de Cristo? Cristo fundó una sola hace dos mil años y la única Iglesia institucional que puede demostrar históricamente su vinculación hasta aquellos primeros tiempos es la Iglesia Católica. Sabemos que las demás Iglesias no católicas merecen nuestro respeto y aprecio y participan de la vida nueva que Jesucristo nos ha traído en la medida en que viven el Reino de Dios. Pero Jesús sólo fundó una sola Iglesia.

Sabemos que después de Pedro, primer Papa, le siguió San Lino, luego San Anacleto, Clemente, Evaristo, Alejandro, Sixto I… Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II y Benedicto XVI el actual. También sabemos que a los Luteranos los fundó Martín Lutero en 1524, los Anglicanos fueron fundados en 1534, los Testigos de Jehová nacieron en 1879, los Mormones nacieron en 1830, el Ejército de Salvación empezó en 1865, la Luz del Mundo se fundó en 1926...

El Documento de Aparecida exhorta a los católicos a que demos testimonio de comunión eclesial y santidad. Un modelo de comunión lo encontramos en las primitivas comunidades cristianas (Aparecida 368-369; Hech 2, 42-47).


David, Pbro.

2008-06-16

NO TENGAN MIEDO

Ciclo A, 12° Dom.Ord., 22 de Junio de 2008


“No tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma”
(Mt 10, 26)

El Señor había enviado al equipo de los doce a la misión. Ahora, la Palabra de Dios nos narra la invitación de Jesús a sus discípulos y misioneros a no tener miedo en el anuncio del Evangelio. Un poco antes les había dicho: “Yo los envío como a ovejas en medio de lobos: sean entonces astutos como serpientes y sencillos como palomas.” (Mt 10, 16). En positivo, el Maestro cree en sus discípulos, como portadores de una buena noticia, y les invita a tener fe en él, quien siempre estará con nosotros hasta el fin del mundo.

El miedo es un malestar y una perturbación producido por la amenaza de un peligro, real o imaginario. El miedo paraliza el apostolado, el miedo no es saludable ni para el cuerpo ni para el alma, el miedo nunca ha sido buen consejero. Solamente hay un miedo sano: el de no ofender a Dios. Este miedo es el principio de la sabiduría (Prov. 1, 7). La mejor medicina para vencer el MIEDO es la FE.

En este tiempo de tanta Pobreza, Desempleo, Violencia, Injusticias… (Aparecida 70-73). En este tiempo de represión y una violación creciente de los Derechos Humanos (# 79 y 80). En tiempos en que ha habido un acompañamiento muy escaso a los fieles laicos en sus tareas sociales (# 100-c). Jesús nos dice: ¡No teman! ¡Tengan Fe! El mejor antídoto frente a esta realidad cada vez más adversa es la alegría de ser discípulos misioneros de Cristo. Haberlo conocido es lo mejor que nos ha ocurrido en nuestras vidas (# 32). La Iglesia no puede ahora replegarse sino más bien es el momento de revitalizar nuestro testimonio de la novedad del Evangelio (# 11). Por tanto, nuestro reto fundamental es FORMAR discípulos y misioneros que respondan a la vocación recibida y comuniquen por doquier el don del encuentro con Jesucristo (Aparecida 14).


David, Pbro.

2008-06-10

LA MISIÓN DE LOS DOCE

Ciclo A, 11° Dom.Ord., 15 de Junio de 2008

“A estos doce los envío Jesús con estas instrucciones”
(Mt 10, 5)

Después de explicar cómo el Reino de Dios se hace presente en palabras (Mt 5-7) y acciones (Mt 8-9) de Jesús, Mateo introduce este “discurso de misión” en el que descubre la tarea que Jesús encarga a sus discípulos como continuadores de su misión.

¿Cómo han de realizar los discípulos de Jesús esta misión?

1) Con un corazón compasivo como el de Jesús.
2) Con la conciencia de que el dueño de la misión es Dios y no ellos.
3) Con la oración, rogando al “dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos”.
4) Tomando como ejemplo a Jesús, que tiene y da el poder “para expulsar a los espíritus impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias”.
5) Siguiendo las instrucciones que Jesús da en y para un tiempo determinado: “No vayan a tierra de paganos ni entren en ciudades de samaritanos”. Es decir, de acuerdo al Plan Diocesano y Parroquial de Pastoral.
6) Reconociendo que esta misión implica búsqueda, anuncio y otras acciones concretas: Vayan en busca de…, proclamen por el camino… curen… resuciten… echen fuera a los demonios.
7) Aceptando que esta misión se hace sólo por amor, sin esperar nada a cambio: “Gratuitamente han recibido este poder; ejérzanlo, pues, gratuitamente”.

Desde la perspectiva de los Obispos de Latinoamérica y de El Caribe, Misión significa llevar la buena noticia de la dignidad humana hacia todos los sectores parroquiales y, a través de pequeñas comunidades, llegar hasta los alejados y marginados para que salgan de su anonimato y transformar, desde ellos, su realidad de muerte (Aparecida 360-363; 372, 310, 164, 265, 146).

Las etapas de la vocación son el Llamado, luego la Respuesta y finalmente la Misión. Usted, ¿en qué etapa se encuentra?


David, Pbro.

LA VOCACIÓN DE MATEO

Ciclo A, 10° Dom.Ord., 8 de Junio de 2008


"No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores"
(Mt 9, 13)

Mateo era recaudador de impuestos, por lo que la gente lo miraba con desprecio pues saben que es un traidor, que se había hecho rico a costa del pueblo. En efecto, Mateo era un recaudador de impuestos que extorsionaba a la gente… Pero de repente, un día sucedió algo impresionante: Jesús pasa junto a él, lo ve con ternura y compasión y le dice “Sígueme”. La respuesta de Mateo es inmediata: “El se levantó y lo siguió”. Y así de pronto su vida cambió, sentado ya en una nueva mesa en donde no hay engaños ni despojos, sino más bien todo se comparte. Una nueva mesa en donde no hay excluidos sino que todos son recibidos.

Pero no faltaron las murmuraciones de los que se creen muy buenos y rectos, pero desprecian a los demás. En este caso, los fariseos, quienes preguntaron a los discípulos: “¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?”

En nuestra parroquia estamos por iniciar un proceso misionero en los cuatro sectores de la colonia Cumbres de Santa Catarina y es posible que el Señor llame a más “Mateos”, es decir, a personas que a los ojos de los “fariseos de hoy” son indignos de participar en tal Misión. ¿Qué debemos de hacer ante esta posible situación?

Basados en que Jesús “no ha venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”, la Palabra de Dios de este domingo nos invita, por una parte a ser misericordiosos ante la conducta pecaminosa de nuestros hermanos, y por otra parte a recibirlos en la pastoral eclesial cuando son llamados por Dios, pues Jesús también los llamó para que formaran parte del equipo de sus discípulos.

Cuando un hermano comete pecado, ¿qué debo hacer? Guardar silencio, rezar por él y perdonar siempre. Recuerda y reflexiona la frase de San Agustín: “Cuando veas a tu hermano en el pecado no lo desprecies, dale la mano y levántalo, y piensa que tú puedes caer más bajo si la gracia de Dios te abandona”.

David, Pbro.

LA FE Y LAS OBRAS

Ciclo A, 9° Dom.Ord., 1° de Junio de 2008


“Sino el que cumpla la voluntad de mi Padre”(Mt 7, 21)

Jesús continúa su predicación en el Monte. Ya pronunció las bienaventuranzas, ya habló sobre el amor a los enemigos (Mt 5), sobre la oración y el ayuno (Mt 6). Ahora insiste en las obras: “No todo el que diga 'Señor, Señor', entrará en el Reino de los cielos…”

Sus discípulos y la muchedumbre en general está sorprendida por las palabras de Jesús, por su estilo de vida y sus palabras, pero Jesús no quiere que se queden en el puro sentimiento, con una fe sólo expresiva (¡qué bonito!) y no pasen a la puesta en práctica de su fe. Jesús critica una fe que se reduce al ámbito de lo puramente religioso y hasta espectacular: “¿no hemos hecho en tu nombre muchos milagros?”, pero separado de las tareas y responsabilidades de la vida cotidiana. Jesús rechaza con energía esas acciones que se quedan en lo superficial o en lo “milagroso” que, sin más, no corresponden a la voluntad de Dios.

La voluntad de Dios tiene que ver con la práctica del amor y la justicia. Mateo pone a los necesitados, a los más vulnerables como el criterio fundamental para definir la entrada al Reino (Mt 25, 31-46). Una fe que no va de la mano de la justicia, y que no se traduce en obras, es como una casa edificada sobre arena, expuesta a la lluvia y demás inclemencias que de un momento a otro se vendrá abajo.

En el Documento de Aparecida, nuestros Obispos nos invitan a que vivamos nuestra fe en la realidad social concreta (N° 167), para que iluminemos todos los ámbitos de la vida social (N° 501). De hecho, toda auténtica misión se orienta hacia la vida eterna pero también por las necesidades concretas (N° 176; 27 y 367). Practicar la justicia es señal del Reino (N° 383).


David, Pbro.