DOMINGO DE RAMOS 2024, Ciclo B
Pbro. Camilo Daniel Pérez
1.- Mc. 11,1-10: Entrada de Jesús a Jerusalén. (o bien, se puede proclamar: Jn. 12,12-16)
En el Domingo de Ramos la liturgia destaca dos momentos muy importantes:
El primero es la entrada triunfal de Jesucristo Nuestro Señor a Jerusalén para consumar su misterio pascual. Jesucristo entra a la ciudad montado en un burrito y es aclamado por una gran muchedumbre.
¿Qué significado tiene esta entrada victoriosa de Jesús en Jerusalén?
Podríamos decir que éste fue un gesto, una acción simbólica de Jesucristo, una acción profética con un fuerte mensaje para todos. Como había mucha gente que esperaba que el Mesías se manifestara con grande poder político y militar para emprender una lucha definitiva y así liberar al pueblo judío del poder de los romanos, Jesucristo, con esta acción, les aclara en qué sentido Él es el Mesías. No viene montado en un caballo como un rey preparado para la guerra, sino viene montado en un burrito como un rey que viene en son de paz, como lo había anunciado el profeta Zacarías en 9,9 diciéndole a la población de Jerusalén: “Mira que tu rey viene a tí, justo y salvador, pero humilde cabalgando en un burrito”.
2.- Mc. 14,1-15.47: Pasión de N. Señor Jesucristo según San Marcos.
Ahora bien, el segundo momento que destaca la liturgia de hoy es la lectura de la Pasión del Señor. En esta ocasión se tomará del Evangelio de Marcos. Destaco cuatro actitudes ante los acontecimientos del prendimiento, tortura, crucifixión y muerte de Jesús. La actitud de sus discípulos: Uno lo traiciona, otro lo niega y los demás huyen. La actitud de las autoridades religiosas y políticas quienes por defender a toda costa su poder de dominación política y religiosa, crucifican a Jesús. La actitud de las mujeres, seguidoras de Jesús, quienes valientemente lo acompañan hasta el pie de la cruz. Finalmente la actitud de Jesús mismo: La pasión es consecuencia de su “apasionamiento” por la vida de los demás, por el bienestar del pueblo, por su amor, por su lucha por la justicia, en fin, por hacer posible el Reino de su Padre Dios entre nosotros, reino de fraternidad y de paz.
Jesucristo, pues, entra a Jerusalén por el lado Este de la ciudad. Es una procesión de campesinos, de jóvenes entusiastas, del pueblo en general; pero por el lado Oeste entra otra procesión (no necesariamente el mismo día de la entrada de Jesús). Se trata de una procesión imperial, una marcha militar. Es Poncio Pilato que viene a “resguardar el orden” con motivo de la Pascua desde Cesarea La Marítima donde tiene su domicilio y desde donde gobierna las regiones de Idumea, Judea y Samaria. Entra a Jerusalén a la cabeza de una caballería de soldados imperiales, un ejército espectacular del poder imperial: jinetes a caballo, soldados a pie, armaduras, cascos, lanzas, tambores… El pueblo los atisba con temor desde sus casas.
He aquí el contraste:
Jesús viene en son de paz.... ellos llegan con tambores de guerra.
Jesús viene montado en un burrito ... ellos llegan montados en carruajes de guerra.
Jesús viene sembrando amor para dar vida ... ellos llegan sembrando miedo y muerte
Jesús viene pisando sobre mantos y ramos que lo honran... ellos llegan caminando, por así decirlo, sobre cadáveres y heridos mutilados que ha dejado el Imperio Romano.
3.- REFLEXIÓN
Jesucristo nos enseña en el Domingo de Ramos que el mal no se acaba con el mal, sino con el bien, que la muerte no se acaba con la muerte, sino con la vida, que el odio no se acaba con otro odio sino con el amor, que la guerra no se acaba con otra guerra sino con la paz. Jesucristo, montado en un burrito, aclamado por los jóvenes y después levantado en una cruz nos enseña todo esto. ¿Seremos capaces de asimilar su mensaje en esta Semana Santa? Ojalá y así sea.
Ahora más que nunca necesitamos aclamar a Cristo para que su palabra, su evangelio, su amor limpien nuestras calles de tanta violencia. Estamos convencidos de que ni las armas más sofisticadas, ni los métodos más tecnificados de los cuerpos policíacos van a detener la violencia si no hay un cambio en nuestros corazones, si no nos educamos para la paz, si no trabajamos porque haya mejores condiciones de vida para todos y mejores oportunidades para nuestros jóvenes. Esforzarnos para que el mensaje cristiano se reciba y se proyecte en la vida cotidiana, social y familiar para que no se quede en buenos pensamientos y mejores deseos, encerrados en un templo. A la violencia hay que derrotarla espiritual y culturalmente hablando.
Reflexionando en la entrada de Jesucristo a Jerusalén en son de paz y de alegría festiva, démonos la oportunidad en nuestra convivencia familiar y vecinal de “acallar los tambores de guerra” que resuenan en nuestro corazón y busquemos la reconciliación con la que Jesús entra a Jerusalén. De nuestra convivencia familiar y social hagamos una fiesta.
Hoy más que nunca deberemos ser, como Jesús de Nazaret, unos “apasionados” de nuestra vida, de la vida de los demás y de todo ser viviente. Cuidémonos para cuidar a las y los que conviven con nosotros. Hagamos esto especialmente en estos días de la Semana Santa y de Pascua que seguramente habrá una mayor movilidad humana. Asumamos que la redención y la vida pasan por la cruz de cada día, recordando una vez más que la “vida se acrecienta cada día dándola a favor de los demás y se debilita en la comodidad”. Jesucristo nos demuestra que podrá haber cruz y sufrimiento en el amor pero jamás fracaso. Todo esto nos engrandece como personas y como hijos de Dios. No hay enfermedad que no nos congregue, no hay desastre que no nos humanice, nos hay pena, dolor ni llanto que no nos conmueva en las entrañas y brote la compasión y misericordia. Al llevar una palma bendita a nuestras casas nos recuerde nuestro compromiso de actuar con un corazón de paz y que, especialmente, tengamos en mente y corazón a quienes están sufriendo tanta violencia por muertes, desapariciones, desplazamientos, pérdidas de su patrimonio por el crimen organizado y la indolencia y/o incapacidad de las autoridades.
Preguntémonos: Con mis actitudes, ¿de lado de quién me considero: del lado de la entrada a Jerusalén por parte de Pilato o del lado de Jesús de Nazaret?