2008-10-20

LOS DOS AMORES

Ciclo A, 30° Dom.Ord. 26 Octubre de 2008


"Amarás al Señor, tu Dios… Amarás a tu prójimo como a ti mismo"
(Mt 22, 37.39)

La pregunta que un doctor de la ley le formula a Jesús: "Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la ley?", quiere confundir a Jesús considerando que los fariseos tenían ya 613 preceptos de la Ley, los cuales habría que conocer y practicar. Jesús responde teniendo presente Dt 6, 5 y Lv 19, 18: Para Jesús, la actitud filial a Dios y la solidaridad fraterna son el fundamento de la vida religiosa. El amor al prójimo es tan importante como amar a Dios (1 Jn 4, 20). Las bienaventuranzas lo afirman categóricamente (Mt 5, 20ss). ¡Dios es nuestro Padre y si todos somos hijos del mismo Padre, entonces todos somos hermanos, integrantes de una misma familia!

En el presente, si la Iglesia nos invita a globalizar la solidaridad (DAP 64), es porque va ganando la globalización del individualismo, es decir, vamos imponiendo una cultura en donde cada quien se rasca con sus propias uñas dentro de una competencia salvaje tratando de acaparar lo más posible, con todos los medios posibles, y de gastar lo menos posible: “Que los más débiles y el Estado sean quienes paguen los platos rotos” dirán los seguidores de la "religión" del neoliberalismo. Las consecuencias de esta "religión" las estamos experimentando en el presente.

Cumplir la voluntad de Dios Padre en la actualidad, es obrar contra corriente. De aquí la urgencia de tomar conciencia de que somos Pueblo de Dios, Familia de Dios, Hermanos en Dios. Para que cuando queramos despojar a alguien de sus bienes tengamos más conciencia de que lo estamos haciendo con un hermano y finalmente con Cristo mismo.

El vivir la solidaridad fraterna no es completa si con quienes somos solidarios no están incluidos los rostros sufrientes de Cristo. ¿Sabe usted quiénes son los más vulnerables de su familia, de su comunidad, de nuestro Estado…?

Entonces, la solidaridad fraterna, empezando con los más vulnerables, es criterio de renovación pastoral y, en último término, de salvación. Esto el eje central de nuestra fe cristiana.


Agustín, Pbro.

DOMINGO MUNDIAL DE LAS MISIONES

Ciclo A, 29° Dom.Ord. 19 Octubre de 2008


Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones
(Mt 28, 19)

Por el bautismo todos somos misioneros, no sólo los sacerdotes y las religiosas.

Somos misioneros desde nuestra casa con la familia, en el trabajo, en la escuela, es decir, no sólo en los retiros, en los salones del templo y en la Misa.

Somos una Iglesia misionera, por eso es también necesario participar desde la comunidad eclesial en la misión. Es decir, no es suficiente hacer la misión de manera personal, ni siquiera desde mi grupo o movimiento.

La misión no es temporal, mientras dura el gusto. Debe ser permanente. Para ello se requiere abrir muchos centros de misión o pequeñas comunidades o comunidades eclesiales de base: es lo mismo. Lo importante es abrir un nivel de Iglesia en un barrio que permita que las familias vivan su fe.

En la misión participan todos, no sólo los que saben más, los que se saben el rosario, los que se llevan bien con todos, etc. La misión incluye, no margina. Pretender una Iglesia con una pastoral de puras personas seleccionadas es una pretensión diabólica.

Los destinatarios de la misión son todos, pero hay que empezar con los más vulnerables. Por tanto, empieza analizando la realidad, y a la luz de la Palabra y con la fuerza de la Eucaristía se transforma el contexto de los destinatarios en Reino de Dios.

Todos tenemos obligación de cooperar económicamente en la misión, tanto para las tierras lejanas como para la misión local.

No seremos misioneros si primero no somos discípulos de Jesucristo. No seremos discípulos de Jesucristo si no tenemos un corazón disponible para una renovación o conversión personal y pastoral.


Agustín, Pbro.

2008-10-06

EL BANQUETE DE BODAS

Ciclo A, 28° Dom.Ord., 12 Octubre de 2008


… y conviden al banquete de bodas a todos los que encuentren.
(Mt 22, 9)

La parábola del banquete de bodas nos muestra quiénes son los invitados al Reino de Dios. Se invita a todos, cercanos y alejados, pero sólo aceptan la invitación los de corazón disponible y sin apegos, los cuales tendrán que ir correctamente vestidos, es decir, vivir con un estilo de vida como el de Jesús. La Palabra del Señor nos invita, pues, a tener tiempo para convivir con los hermanos y hermanas, tener tiempo para practicar los valores del Reino en la Comunidad que fundamentalmente son la Justicia y la Verdad. Ambas tareas, desde un estilo de vida sencillo como el de Jesús.

Actualmente se sobrevalora el individuo y sus deseos inmediatos, lo cual hace que poco o nada nos preocupemos por el bien común de la familia o de la comunidad (DAP 44). En el individualismo influyen la avidez del mercado que descontrola el deseo de las personas, en especial de los niños y los jóvenes, y con facilidad nos hace adictos; y la publicidad que nos conduce ilusoriamente a creer que vivimos en un mundo maravilloso, pero imaginario (#50.51.54). Además, la pobreza y el endeudamiento (por ejemplo con las tarjetas de crédito) obligan a muchos a tener que trabajar de más en perjuicio de la familia, de la comunidad y de la Iglesia.

Jesús nos llama a seguirlo (Mc 3, 14) para correr su misma suerte y hacernos cargo de su misión de hacer nuevas todas las cosas (DAP 131). Nos da un encargo muy preciso: anunciar el Evangelio del Reino a todas las naciones (Mt 28, 19; #144).

Sabiendo que el Evangelio del Reino requiere un estilo de vida apegado a la verdad y a la caridad, es necesario revestirnos de un estilo de vida más sencillo, austero y solidario (#100-h), para luego promover la cultura del compartir, en contraposición de la cultura dominante de la acumulación, e ir al encuentro de los hermanos que viven en la indigencia (#540). Cuando compartimos nos desarrollamos más plenamente en la comunión (#359).

Agustín, Pbro.