POR LA RECONCILIACIÓN A LA PAZ
Reflexiones Cuaresmales 2010
Reflexiones Cuaresmales 2010
1° Domingo de Cuaresma
INTRODUCCIÓN.
Estamos viviendo como Iglesia el tiempo litúrgico de la Cuaresma. Estos cuarenta días nos ayudan a prepararnos para la celebración de la Pascua de Jesús. Nuestra preparación la hacemos con la imposición de la ceniza, la oración, la abstinencia, el ayuno, el encuentro con la Palabra de Dios, el rezo del Viacrucis, el sacramento de la Reconciliación y la celebración de la Semana Santa. Se nos propone vivir todo esto dado que la Cuaresma es un tiempo dedicado a fortalecer la vivencia de la conversión.
A partir de hoy vamos a reflexionar en nuestra vida personal y comunitaria a la luz de cinco temas cuaresmales, que tienen como tema general: “Por la reconciliación a la paz”. En ellos nos encontraremos con el texto del Evangelio de cada domingo de Cuaresma, por lo que nos uniremos a Jesús en su servicio al Reino. Los temas son: 1) Con Jesús, vencer las tentaciones. Es nuestro tema de hoy; 2) Con Jesús, transfigurar nuestro mundo; 3) Con Jesús, dar frutos de paz y reconciliación; 4) Con Jesús, volver a la paz del Padre; 5) Con Jesús, vivir la misericordia.
[Que estas reflexiones cuaresmales nos animen a asumir un compromiso concreto a favor de la vida digna de nuestro pueblo]
NUESTRA SITUACIÓN: INSEGURIDAD Y VIOLENCIA.
Acerca de la situación en que vivimos, nuestros Obispos, en su exhortación pastoral “Que en Cristo nuestra paz, México tenga vida digna” sobre la misión de la Iglesia en la construcción de la paz, para la vida digna del pueblo de México, expresan: «En los últimos meses, en toda la geografía nacional, suceden hechos violentos, relacionados, en numerosas ocasiones, con la delincuencia organizada; esta situación se agrava día con día. Recientemente se ha señalado que una de las ciudades de la República Mexicana tiene el índice más alto de criminalidad en el mundo. Esta situación repercute negativamente en la vida de las personas, de las familias, de las comunidades y de la sociedad entera; afecta la economía, altera la paz pública, siembra desconfianza en las relaciones humanas y sociales, daña la cohesión social y envenena el alma de las personas con el resentimiento, el miedo, la angustia y el deseo de venganza» (No. 2).
Comentemos: ¿qué signos concretos vemos en nuestra comunidad de esta situación?
Si vivimos así no es porque Dios lo quiera o porque tengamos que sufrir ahora para merecer después, sino porque hay unas causas muy concretas, cuya raíz es la ambición de tener de parte de unas pocas personas. Y también es causa de esto la manera en que está organizada la sociedad y el privilegio que tiene el mundo del mercado.
Así lo expresan los Obispos de nuestro país: «La economía es uno de los ámbitos en los que debemos buscar los factores que contribuyen a la existencia de la violencia organizada. La desigualdad y la exclusión social, la pobreza, el desempleo, los bajos salarios, la discriminación, la migración forzada y los niveles inhumanos de vida, exponen a la violencia a muchas personas: por la irritación social que implican; por hacerlas vulnerables ante las propuestas de actividades ilícitas y porque favorecen, en quienes tienen dinero, la corrupción y el abuso de poder» (No. 28).
«Los actos violentos que presenciamos y sufrimos son síntomas de otra lucha más radical, en la que nos jugamos el futuro de la patria y de la humanidad. En el interior del ser humano se da la batalla de tendencias opuestas entre el bien y el mal. Los cristianos no vemos a las personas como enemigos que hay que destruir; nuestra lucha es contra el poder del mal que destruye y deshumaniza a las personas» (No. 110) y «la pretensión de prescindir de Dios y de su proyecto de vida» (No. 112).
En el fondo se trata de la caída en las tentaciones del poder, tener y placer, de parte de unos pocos, que los lleva al acaparamiento, a hacerse su propio proyecto de vida, a hacerse dueños de vidas y personas, a disponer de los bienes de los demás, lo que rompe las relaciones pacíficas entre las personas y, por tanto, con Dios.
JESÚS NOS ENSEÑA A VENCER LAS TENTACIONES.
Antes de comenzar su misión, Jesús se deja conducir por el Espíritu Santo al desierto (Lc 4, 1-13). Ahí, durante cuarenta días, ora al Padre, ayuna, se fortalece; de esta manera se prepara para ir a anunciar y hacer presente el Reino de Dios. A eso vino al mundo. El desierto es el lugar de la prueba, de la tentación, de la experiencia de Dios.
A Jesús se le presentó la tentación fundamental de la humanidad: ser como Dios. Él, siendo el Hijo de Dios –y así lo provocó el diablo–, tenía la posibilidad de manifestar su poder para su beneficio. Dando muestras de poder, podía ganar fama, tener éxito, conquistar el mundo, hacer y deshacer como se le antojara. Estaba frente a la posibilidad, en base a su libertad y a su poder, de obrar el mal y, de esta manera, dar cabida al reinado del mal.
Pero Jesús es consciente de que el proyecto del Reino va por otro lado: por el de la entrega, el servicio, el compartir, el dar la vida. Por eso se muestra obediente al Padre, quiere ser fiel a Él y manifestarse solamente a su servicio, porque Dios quiere la vida digna para toda la humanidad. Jesús decide utilizar su condición de Hijo para servir y dar la vida. Con esta conciencia y apoyado en la Escritura, vence las tentaciones, que igualmente se le presentarán durante su pasión, en el Huerto de los Olivos y en la Cruz. Jesús nos enseña el camino y con su testimonio nos invita a unirnos con Él en la lucha contra el mal, que destruye las relaciones entre las personas y los pueblos, que provoca la violencia, que lleva a la destrucción y a la muerte.
¿A qué nos anima Jesús con su posición frente a las tentaciones?
NUESTRO COMPROMISO: FORTALECER LA VIDA DE LOS BAUTIZADOS PARA RECHAZAR LA VIOLENCIA Y LA INJUSTICIA.
Dicen nuestros Obispos que «la aceptación del mal en el corazón lleva al ser humano: a cerrarse a toda relación complementaria con los demás; a buscar la felicidad aislándose todo lo posible para no ser dañado por los demás y a procurar tener a su disposición todo lo que necesita para lo que considera una vida plena. Una vez afectado por esta ceguera, ya no tiene la capacidad de ver en la creación la presencia de Dios, sólo ve objetos que puede manipular para llenar sus necesidades; de la misma manera ve y trata a las personas, así se ve y se trata a sí mismo» (No. 124). Así, rompe la paz con Dios, con los hermanos y hermanas y con la Creación.
Nosotros no estamos exentos de caer en estas situaciones y tenemos que mantenernos unidos a Jesús en su experiencia de lucha contra las tentaciones. Gran parte de los que son agentes de violencia en nuestro país han recibido el Bautismo y, quizá, otros sacramentos, pero no han sido formados para vivir en comunión, para luchar contra el mal y sus manifestaciones, para ser fieles a Dios y su Reino de vida. Necesitamos asumir esta tarea en nuestra comunidad para con quienes están bautizados.
¿Qué vamos a hacer para garantizar la formación de los bautizados de nuestra comunidad para que se conviertan en agentes de vida? (Acordar una acción a realizar).
CEPS
INTRODUCCIÓN.
Estamos viviendo como Iglesia el tiempo litúrgico de la Cuaresma. Estos cuarenta días nos ayudan a prepararnos para la celebración de la Pascua de Jesús. Nuestra preparación la hacemos con la imposición de la ceniza, la oración, la abstinencia, el ayuno, el encuentro con la Palabra de Dios, el rezo del Viacrucis, el sacramento de la Reconciliación y la celebración de la Semana Santa. Se nos propone vivir todo esto dado que la Cuaresma es un tiempo dedicado a fortalecer la vivencia de la conversión.
A partir de hoy vamos a reflexionar en nuestra vida personal y comunitaria a la luz de cinco temas cuaresmales, que tienen como tema general: “Por la reconciliación a la paz”. En ellos nos encontraremos con el texto del Evangelio de cada domingo de Cuaresma, por lo que nos uniremos a Jesús en su servicio al Reino. Los temas son: 1) Con Jesús, vencer las tentaciones. Es nuestro tema de hoy; 2) Con Jesús, transfigurar nuestro mundo; 3) Con Jesús, dar frutos de paz y reconciliación; 4) Con Jesús, volver a la paz del Padre; 5) Con Jesús, vivir la misericordia.
[Que estas reflexiones cuaresmales nos animen a asumir un compromiso concreto a favor de la vida digna de nuestro pueblo]
NUESTRA SITUACIÓN: INSEGURIDAD Y VIOLENCIA.
Acerca de la situación en que vivimos, nuestros Obispos, en su exhortación pastoral “Que en Cristo nuestra paz, México tenga vida digna” sobre la misión de la Iglesia en la construcción de la paz, para la vida digna del pueblo de México, expresan: «En los últimos meses, en toda la geografía nacional, suceden hechos violentos, relacionados, en numerosas ocasiones, con la delincuencia organizada; esta situación se agrava día con día. Recientemente se ha señalado que una de las ciudades de la República Mexicana tiene el índice más alto de criminalidad en el mundo. Esta situación repercute negativamente en la vida de las personas, de las familias, de las comunidades y de la sociedad entera; afecta la economía, altera la paz pública, siembra desconfianza en las relaciones humanas y sociales, daña la cohesión social y envenena el alma de las personas con el resentimiento, el miedo, la angustia y el deseo de venganza» (No. 2).
Comentemos: ¿qué signos concretos vemos en nuestra comunidad de esta situación?
Si vivimos así no es porque Dios lo quiera o porque tengamos que sufrir ahora para merecer después, sino porque hay unas causas muy concretas, cuya raíz es la ambición de tener de parte de unas pocas personas. Y también es causa de esto la manera en que está organizada la sociedad y el privilegio que tiene el mundo del mercado.
Así lo expresan los Obispos de nuestro país: «La economía es uno de los ámbitos en los que debemos buscar los factores que contribuyen a la existencia de la violencia organizada. La desigualdad y la exclusión social, la pobreza, el desempleo, los bajos salarios, la discriminación, la migración forzada y los niveles inhumanos de vida, exponen a la violencia a muchas personas: por la irritación social que implican; por hacerlas vulnerables ante las propuestas de actividades ilícitas y porque favorecen, en quienes tienen dinero, la corrupción y el abuso de poder» (No. 28).
«Los actos violentos que presenciamos y sufrimos son síntomas de otra lucha más radical, en la que nos jugamos el futuro de la patria y de la humanidad. En el interior del ser humano se da la batalla de tendencias opuestas entre el bien y el mal. Los cristianos no vemos a las personas como enemigos que hay que destruir; nuestra lucha es contra el poder del mal que destruye y deshumaniza a las personas» (No. 110) y «la pretensión de prescindir de Dios y de su proyecto de vida» (No. 112).
En el fondo se trata de la caída en las tentaciones del poder, tener y placer, de parte de unos pocos, que los lleva al acaparamiento, a hacerse su propio proyecto de vida, a hacerse dueños de vidas y personas, a disponer de los bienes de los demás, lo que rompe las relaciones pacíficas entre las personas y, por tanto, con Dios.
JESÚS NOS ENSEÑA A VENCER LAS TENTACIONES.
Antes de comenzar su misión, Jesús se deja conducir por el Espíritu Santo al desierto (Lc 4, 1-13). Ahí, durante cuarenta días, ora al Padre, ayuna, se fortalece; de esta manera se prepara para ir a anunciar y hacer presente el Reino de Dios. A eso vino al mundo. El desierto es el lugar de la prueba, de la tentación, de la experiencia de Dios.
A Jesús se le presentó la tentación fundamental de la humanidad: ser como Dios. Él, siendo el Hijo de Dios –y así lo provocó el diablo–, tenía la posibilidad de manifestar su poder para su beneficio. Dando muestras de poder, podía ganar fama, tener éxito, conquistar el mundo, hacer y deshacer como se le antojara. Estaba frente a la posibilidad, en base a su libertad y a su poder, de obrar el mal y, de esta manera, dar cabida al reinado del mal.
Pero Jesús es consciente de que el proyecto del Reino va por otro lado: por el de la entrega, el servicio, el compartir, el dar la vida. Por eso se muestra obediente al Padre, quiere ser fiel a Él y manifestarse solamente a su servicio, porque Dios quiere la vida digna para toda la humanidad. Jesús decide utilizar su condición de Hijo para servir y dar la vida. Con esta conciencia y apoyado en la Escritura, vence las tentaciones, que igualmente se le presentarán durante su pasión, en el Huerto de los Olivos y en la Cruz. Jesús nos enseña el camino y con su testimonio nos invita a unirnos con Él en la lucha contra el mal, que destruye las relaciones entre las personas y los pueblos, que provoca la violencia, que lleva a la destrucción y a la muerte.
¿A qué nos anima Jesús con su posición frente a las tentaciones?
NUESTRO COMPROMISO: FORTALECER LA VIDA DE LOS BAUTIZADOS PARA RECHAZAR LA VIOLENCIA Y LA INJUSTICIA.
Dicen nuestros Obispos que «la aceptación del mal en el corazón lleva al ser humano: a cerrarse a toda relación complementaria con los demás; a buscar la felicidad aislándose todo lo posible para no ser dañado por los demás y a procurar tener a su disposición todo lo que necesita para lo que considera una vida plena. Una vez afectado por esta ceguera, ya no tiene la capacidad de ver en la creación la presencia de Dios, sólo ve objetos que puede manipular para llenar sus necesidades; de la misma manera ve y trata a las personas, así se ve y se trata a sí mismo» (No. 124). Así, rompe la paz con Dios, con los hermanos y hermanas y con la Creación.
Nosotros no estamos exentos de caer en estas situaciones y tenemos que mantenernos unidos a Jesús en su experiencia de lucha contra las tentaciones. Gran parte de los que son agentes de violencia en nuestro país han recibido el Bautismo y, quizá, otros sacramentos, pero no han sido formados para vivir en comunión, para luchar contra el mal y sus manifestaciones, para ser fieles a Dios y su Reino de vida. Necesitamos asumir esta tarea en nuestra comunidad para con quienes están bautizados.
¿Qué vamos a hacer para garantizar la formación de los bautizados de nuestra comunidad para que se conviertan en agentes de vida? (Acordar una acción a realizar).
CEPS
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