Servicio Bíblico Latinoamericano
Domingo 2 de marzo de 2014 - Ciclo A
8º domingo de tiempo ordinario
Nicolás de Flue, monje (1487)
Is 49,14-15: Yo no te olvidaré
Salmo responsorial 61: Descansa sólo en Dios, alma
mía
1Cor 4,1-5: El Señor pondrá al descubierto los
designios del corazón
Mt 6,24-34: No se agobien por el mañana
Uno de los
elementos que caracterizan al Dios cristiano es su infinita generosidad para
con sus hijos, que se expresa plenamente en la vida y misión de Jesús de
Nazaret, quien con sus actitudes y comportamiento hacen presente el Reino de
Dios, es decir, el amor y la solidaridad incondicional de Dios que sale al
encuentro del ser humano, con el fin de darle vida en abundancia. Éste es el
tema central de hoy.
El texto que leemos
del profeta Isaías se enmarca en la época de la deportación en
Babilonia, en donde la mayoría del pueblo de Israel pierde su confianza y
esperanza en Yahvé a causa de la fuerte y violenta influencia religiosa,
política y social de Babilonia y por la poca capacidad de espera y resistencia
del mismo pueblo desterrado; Israel se siente abandonado y olvidado por Dios,
siente que las promesas de liberación nunca se cumplirán, y se resigna y
doblega por entero al dominio babilónico. La tarea del profeta es entonces
animar la esperanza del pueblo resignado, por medio de la Palabra, haciéndole
ver que Dios no le ha abandonado, que está ahí junto a él sufriendo y luchando
por la liberación, que no lo ha olvidado y que lo ama entrañablemente como una
madre ama a sus hijos. Con este texto, Isaías manifiesta la ternura de Dios, su
preocupación de madre por el bienestar de sus hijos, distinta a la experiencia
de sufrimiento en Babilonia. Dios actúa desde la ternura, desde la misericordia
con quien sufre. Ésta es la manera como Yahvé anima y salva a su pueblo.
Pablo, en esta sección de su primera carta a los corintios, responde a las
críticas de quienes, después de tomar partido por un anunciador del evangelio
en particular y por una manera concreta de proclamarlo, juzgan el modo de
actuar del mismo Pablo, juicio que es apresurado, poco fundamentado e inmaduro.
Pablo les recuerda que lo importante para él es que lo consideren servidor y
administrador fiel de los misterios de Dios, pues los creyentes sólo pueden ser
eso y nada más. Por lo tanto, el juicio sobre la forma de servir y administrar
de las personas le corresponde únicamente a Dios. Lo importante es el servicio
fiel al misterio y la correcta administración de los carismas dados por Dios a
los apóstoles. Lo que verdaderamente juzga Dios es la capacidad de servicio y
entrega de los anunciadores del Evangelio; lo que a Dios le importa es qué
misericordiosos y justos somos con nuestros hermanos, pues en esto se distingue
a un legítimo apóstol de Cristo.
La exhortación que Mateo
pone en boca de Jesús se dirige particularmente a la gente pobre que sigue al
Maestro, a la gente que siempre está en riesgo, que está preocupada por el
presente y el futuro, preocupada por su subsistencia y por su vida. Jesús los
invita a ponerse en las manos de Dios, quien es tierno y compasivo para con
todos, que mira por las necesidades de todas sus creaturas. Con la mente y el
corazón puestos en la generosidad de Dios, lo realmente importante o
prioritario entonces es buscar el Reino de Dios y su justicia. Ésa debe ser la
preocupación fundamental del seguidor de Jesús. Es un llamado a ser como el mismo
Dios es, justo, tierno, compasivo, solidario, amante de los pobres y débiles;
por eso, es tarea de todos expresar al mundo, por medio del testimonio y la
fraternidad, la ternura de nuestro Dios Padre-Madre de la Vida.
La primera lectura
pone ante nosotros uno de los poquísimos textos en que la Biblia compara a Dios con una madre. Es muy
importante pues destacar esta peculiaridad. Porque aunque, a nivel teológico,
la afirmación de que Dios es tanto Padre como Madre no tiene ninguna dificultad
y es ya algo pacíficamente poseído en el cristianismo actual, no deja de haber
sectores que se resisten, y manifiestan su rechazo a la utilización de
atribuciones femeninas a Dios. Hay que insistir en que el tema no queda resuelto
con la simple admisión de que Dios no tiene sexo; el problema es más profundo;
porque aunque teóricamente nadie afirme que Dios «sea» masculino, lo cierto es
que durante mucho tiempo la imagen que de él nos hemos hecho ha sido claramente
masculina, y en la sociedad y en la Iglesia se ha deducido de ello, durante
siglos, que sólo el varón podría representar funciones de mediación con lo
sagrado, haciendo de la mujer una realización humana de segundo orden. Esto no
es una «crítica feminista», sino una realidad penosa y lacerante que debemos reconocer
y remediar. No deben los varones sentirse incómodos ante la reivindicación de
las mujeres. Aunque la situación que se genera sea, a veces, un tanto incómoda,
mucho más lo ha sido la situación de marginación a la que tantísimas mujeres se
han visto sometidas históricamente. Las incomodidades que experimentemos son un
pequeño tributo que debemos pagar para seguir avanzando hacia una sociedad y
hacia una Iglesia igualitarias. No hace falta ser mujer para asumir como propia
la Causa de la Mujer, tanto en la Sociedad como en la Iglesia. Todos debemos
hacer nuestra esta Causa, conscientes de que nuestra pequeña aportación no dejará
de ser significativa. (Para una breve recopilación histórica de posiciones
antifeministas en la historia del judeocristianismo, véase DALY, Mary, El cristianismo y la mujer: una historia de
contradicciones [http://servicioskoinonia.org/relat/426.htm]).
El evangelio de Mateo
que hoy leemos nos estaría presentando ese carácter materno de Dios a través de
lo que tradicionalmente hemos llamado la
divina Providencia, una dimensión del amor de Dios a la que la tradición
espiritual popular le ha dado mucha relevancia en la vida diaria. Ha sido una
forma de ejercicio de la fe que nos hacía descubrir la mano materna de Dios
cuidando nuestros pasos, para evitarnos problemas, para atender siempre
nuestras necesidades. No ha sido considerada nunca una verdad teológica
fundamental, ha cumplido una función muy importante en el ejercicio de la vida
espiritual, en cuanto confianza a ultranza en la bondad «providente» de un
Padre celestial que cuida de sus criaturas. Hay congregaciones religiosas cuyo
carisma está estructurado en torno al tema espiritual de la «Divina
Providencia». El «ángel de la guarda» fue una pieza clave instrumental de tal Providencia.
Antiguamente fue fácil
la fe en la Providencia de Dios, la confianza en que él (causa primera)
intervenía en las condiciones externas (causas segundas) para cuidarnos «maternalmente».
Hoy día, después que la modernidad ha dejado claro que Dios no interviene ni
puede intervenir en las leyes de la naturaleza para hacer que nos vaya bien, la
fe en la Providencia debe reformularse radicalmente. No sólo no tenemos por qué
creer en la intervención de Dios sobre las causas segundas, sino que podemos creer
en forma adulta, como personas que se consideran enteramente responsables de su
destino (a veces un simple ciego destino natural), sin consolarnos creyendo que
Dios mismo está pendiente de nosotros trabajando para facilitarnos o para
asegurarnos la vida. No. Hoy, este «deísmo intervencionista» resulta difícil de
aceptar y de creer. Hoy sabemos que en este mundo moderno «estamos solos», sin
un dios-tapaagujeros que nos proteja, bajo nuestra única responsabilidad, y en
manos de un sin fin de imponderables que debemos asumir adultamente, con coraje
y valentía. Es ese sentido de responsabilidad y nuestro coraje el que nos
permite superar la angustia existencial y la inseguridad que siempre rodea y
acecha nuestra vida, como vida de seres naturales, limitados, contingentes y
sometidos a toda clase de amenazas. No obstante, bien sabemos que una cosa es
decir que debemos asumir nuestra vida con total responsabilidad, y otra muy
distinta es ser coherentes con esta soledad existencial en los momentos duros
de nuestra vida. Es cierto. ahí probaremos la coherencia de nuestra
inteligencia con nuestro coraje de creer de un modo adulto.
Andrés Torres Queiruga
ha abordado varias veces el tema de la Providencia. Muy recientemente lo ha
hecho en la revista Iglesia Viva, en junio pasado, en su número 284 (pp.
28-48).
El evangelio de hoy está recogido en la serie «Un tal Jesús» de los
hermanos López Vigil, en el capítulo 33, «A cada día le basta lo suyo», que
puede ser escuchado aquí (http://radioteca.net/media/uploads/audios/%Y_%m/033.mp3)
y cuyo guión –con un comentario bíblico-teológico incluido- puede ser recogido
aquí
http://radialistas.net/article/33-a-cada-dia-le-basta-lo-suyo).
http://radialistas.net/article/33-a-cada-dia-le-basta-lo-suyo).
La serie «Otro Dios es
posible», de los mismos autores, tiene un capítulo, el 100, que se titula
«¿Dios es varón?», que puede ser útil para suscitar un diálogo-debate sobre el
tema. Su guión puede recogerse en http://radialistas.net/article/100-dios-es-varon/ y su audio aquí: http://radioteca.net/media/uploads/audios/%Y_%m/100_1.mp3
El guión, e información complementaria a ese capítulo puede recogerse en: http://emisoraslatinas.net/entrevista.php?id=190100
También puede servir
el capítulo 93, «Dios o el dinero?» (http://radioteca.net/media/uploads/audios/%Y_%m/93.mp3).
Para la revisión de vida
¿Cómo vivo la Providencia de Dios? ¿Creo que
Dios está interviniendo en las causas materiales para protegerme de eventuales
daños? ¿O creo que soy yo el que tiene que ir por la vida siempre con un plus
de prudencia? ¿Qué significa «el ángel de la guarda»?
¿Soy
consciente de la discriminación de la mujer en la sociedad? ¿Lucho por su
superación? ¿Soy consciente de su marginación en la Iglesia? ¿Me excuso
diciendo que no puedo hacer nada? ¿Qué puedo hacer?
Para la reunión de grupo
-
¿Cuál fue la idea de Providencia que me inculcaron en la catequesis o
en mi educación? Describirla. ¿Qué papel jugaba ahí el «ángel de la guarda»?
-
¿Se puede mantener hoy un «deísmo intervencionista»? ¿Qué se puede
entender por tal? ¿Es posible creer hoy en la Providencia de Dios bajo aquellos
esquemas?
-
¿Es posible creer hoy que Dios «nos cuida y nos protege como un padre
o una madre»...? ¿No es un antropomorfismo? ¿En qué sentido se podría
re-entender y aceptar?
-
¿Qué situaciones de marginación de la mujer vivimos todavía en la
Iglesia? ¿Qué gestos puede hacer nuestra comunidad cristiana para colaborar a
revertir esta situación, por más que parezca una contribución pequeñita?
-
Leer el artículo en línea de Mary DALY (citado más arriba), y comentar
en grupo.
Para la oración de los fieles
-
Para que los cristianos afiancemos nuestra conciencia de que Dios
también tiene un «rostro materno» amoroso...
-
Para que nuestra Iglesia tenga el coraje de dar pasos adelante y
purificar sus estructuras frente a cualquier signo de marginación de la
mujer...
-
Para que renunciemos a «servir a dos señores, a Dios y al dinero», y
optemos radicalmente por el Dios del Amor y la Solidaridad...
-
Para que la palabra de la Iglesia vaya avalada por su compromiso...
-
Para que nuestra responsabilidad y nuestro coraje nos permitan superar
la angustia frente al futuro, confiando en la solidaridad fraterna como una
forma real de Providencia de Dios...
Oración comunitaria
Dios Padre y Madre universal, cuyo amor
supera el amor tierno y fiel de la madre más amorosa. Ayúdanos a experimentar
tu presencia cariñosa y misteriosa en nuestra vida, para que experimentemos tu
ternura, y seamos capaces de transferirla también a los demás. Nosotros te lo
pedimos apoyados en la experiencia y el ejemplo de Jesús, que encarnó en sí
mismo tu amor paterno-materno. Amén.
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