Apas06, 24 de mayo
de 2014
Hch 8,5-8.14-17: Les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo
Salmo responsorial 65: Aclamen al Señor, tierra entera
1Pe 3,15-18: Como era hombre, lo mataron; pero, como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida
Jn 14,15-21: Yo le pediré al Padre que les dé otro defensor
Por mucho tiempo el
Espíritu Santo ha estado bastante olvidado en la vida, en la oración y en la
pastoral de la Iglesia. Recientemente, a partir de grupos pentecostales, se ha
impulsado el conocimiento y el amor al Espíritu Santo. Pero mucho ha quedado
reducido a la vida personal, sin proyección a la vida de la
Iglesia y con la misión de la comunidad.
Nos hace falta
profundizar en la Sagrada Escritura y en particular en los Evangelios, para
conocer al Espíritu Santo, su relación con Jesús y con los discípulos para que,
en la misión, nos abramos a su actuación.
La región de Samaria
formó originalmente parte de las 12 tribus que formaron Israel. A la muerte de
Salomón, que había restablecido los tributos y los trabajos forzados, las 10
tribus del Norte se rebelaron contra la casa de David y formaron un reino
diferente. Con ello se hizo difícil la convivencia entre ambos pueblos
El año 722 a. c. el
emperador de Asiria derrotó militarmente al rey de Samaria y se llevó cautivos
a numerosos ciudadanos de este país. Trajo en su lugar a colonos venidos de
otras partes que traían una cultura y una religión diferente, lo que hacía
imposible la integración entre ellos para sacudirse el yugo del emperador. A
partir de ese momento la convivencia entre judíos y samaritanos se volvió
imposible y evitaban todo tipo de convivencia entre ellos. Los judíos eran
sumamente cerrados e intolerantes hacia las otras expresiones religiosas.
La comunidad
cristiana de Jerusalén ha asumido algunos de los valores de Jesús, pero es
heredera de la cultura de cerrazón e intolerancia del grupo judío. No les cabe en la cabeza que Felipe, que no
es del grupo de los Doce, se lance a la misión, y mucho menos que lleve el
Evangelio a tierra de samaritanos. Sospechan de la actuación de Felipe y es
por ello que mandan a Pedro y a Juan a Samaria. Pero El Espíritu los obliga a reconocer lo que parecía imposible:
Ø
Felipe tiene
legítimo derecho a participar en la misión; esta no es exclusiva de los Doce
Ø
Los destinatarios
de la misión no son sólo los judíos sino todos los pueblos
El evangelio
continúa en el contexto de la semana anterior: Los discípulos presienten que
Jesús se va a separar de ellos y se sienten desamparados. Jesús les manifiesta
lo que espera de ellos:
Ustedes
demostrarán que me aman, si cumplen mis mandamientos. El que me obedece y hace
lo que yo mando, demuestra que me ama de verdad.
Amar a Jesús es
seguir viviendo lo que El enseñó con su vida y con su palabra: Pero vivir la
misericordia hacia los marginados y denunciar a los poderes que provocan muerte
puede conducir a la Cruz y esto da miedo. Jesús les promete: Yo rogaré
al Padre, y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes. El
paráclito es el que está al lado, que consuela y como abogado, defiende.
Entendemos que se trata del Espíritu Santo.
Podemos entender
que:
ü
El Espíritu
Santo, en nombre de Jesús, acompaña, consuela y defienda a la comunidad ante
los riesgos que comporta la misión.
ü
El Espíritu Santo
confirma que la misión es tarea de todos los discípulos de Jesús y que la
misión no tiene fronteras.
ü
Creer en el
Espíritu Santo nos compromete a leer y profundizar los textos del Evangelio que
lo relacionan con la misión de María, con la misión de los discípulos y con el
nacimiento y envió de la Iglesia.
ü
Abrirnos a la
acción del Espíritu Santo significa para nosotros valorar en la comunidad, las
buenas obras de los pequeños y ofrecerles oportunidades para que actúen.
ü
Abrirnos a la
acción del Espíritu Santo significa para nosotros no poner límites a la acción
pastoral y, a la manera de Felipe, ir más allá de la frontera: más allá de lo
acostumbrado.
Cosme Carlos Ríos
Mayo 25 2014
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