Servicio Bíblico Latinoamericano
Domingo
14 de septiembre de 2014 - Ciclo A
Exaltación
de la Santa Cruz
24ª
semana de tiempo ordinario
Nm 21,4b-9:
¿Por qué nos has sacado de Egipto, para morir en el desierto?
Salmo
responsorial 77: No olviden las acciones del Señor
Fil 2,6-11:
Se rebajó, por eso Dios lo levantó sobre todo
Jn 3,13-17:
Tiene que ser elevado el Hijo del hombre
En el diálogo entre Jesús y Nicodemo, en el fragmento del evangelio de
Juan que hoy leemos, encontramos una alusión al relato de la serpiente de
bronce elevada por Moisés en el desierto (Núm 21,8s) y que el evangelista
retoma para compararlo con la manera como el Hijo del Hombre fue levantado en
la cruz. La palabra “levantar” es usada en dos sentidos: la elevación en la
cruz y la elevación a la diestra del Padre. La tradición cristiana la ha
traducido por "exaltación”. Juan, en su teología, ve en la crucifixión el
momento culminante de la vida de Jesús, la "hora” de su glorificación. La
“exaltación” sería el tránsito de Jesús del mundo al Padre, la Pascua salvadora
en la que Jesús es glorificado. Éste sería el sentido en el que celebramos hoy
la exaltación de Jesús, más que de la cruz. La cruz no la exaltamos. La cruz un
signo del gran amor de Jesús para con la humanidad. Sólo en ese sentido podría
exaltarse la cruz. Por eso, el evangelio insiste en que Jesús no vino a juzgar,
condenar o acabar el mundo, por el contrario, vino a dar testimonio de que el
amor es el camino seguro que conduce a la resurrección.
Jesús no amó la cruz, sino que quiso evitarla. Lo cual no fue una
«debilidad humana», sino su deber lógico. Porque tampoco podemos ya decir que
«el Padre lo envió a la muerte y una muerte de cruz... En Jesús no hay nada de
una visión ni masoquista (que ame o valore la cruz por sí misma), ni que la
incorpore «al plan de Dios» por voluntad divina, ni una visión expiadora: Jesús
sufriendo, muriendo en la cruz para ofrecer a Dios Padre ese sufrimiento
violento en nombre de la humanidad, para así «aplacar» al «airado» Eterno
Padre, que habría cancelado sus relaciones con la humanidad por causa de un
supuesto pecado original cometido por una supuesta «primera pareja» de primates
humanos...
Lamentablemente –tenemos que reconocerlo– la cruz es también, no sólo
ese signo del amor consecuente y de la coherencia de Jesús con su misión, sino
sobre todo el signo central de todo este relato
mitológico de pecado original, masa
humana condenada, envío desde el cielo de un Mesías redentor, expiación en la
cruz, recuperación de la humanidad. Se puede decir, sin temor a exagerar,
que durante demasiado tiempo ha fungido como el relato esencial cristiano. Ha sido el mensaje concentrado en que
las Iglesias cristianas han hecho coincidir su doctrina, su visión, y su
misión. Y es la visión más ampliamente difundida... en nombre de Jesús, que
nunca supo de ello ni nunca quiso morir para expiar un pecado original.
Afortunadamente, ello ha sido algo tan extendido masivamente en las
Iglesias y tan ingenuamente (mitológicamente) aceptado, que ni siquiera ha sido
declarado oficialmente dogma... se dio por supuesto simplemente. De forma que,
sencillamente, no es dogma; es –aunque pueda sorprendernos este su status– una
tradición, tan antigua y venerable como superable y prescindible. Esto alivia a
muchos cristianos que ya no pueden vivir en el mundo mitólógico (ni siquiera
siendo conscientes de que se las han con símbolos...: muchas personas de la
sociedad de hoy ya no toleran símbolos de determinado tipos mitológicos, ni siquiera
sabiendo conscientemente que son mitos; su cultura actual no tolera ya
mitologías a la hora de manejar/expresar el sentido de su vida humana: se ha
convertido incluso en una cuestión de dignidad, de honor).
Son demasiadas cosas las que están implicadas en esta mitología de la
cruz, que no sólo ya no puede ser «exaltada», sino que debe ser «deconstruida».
Ya los hemos insinuado, pero merecerían un abordaje detenido, detallado y a
fondo: pecado original como pecado mitológico primordial que causa la desgracia
de la humanidad (mito común en muchas religiones); la massa damnata o humanidad condenada por el pecado original, de la
que san Agustín hablaba y que marcó a la teología por más de un milenio; la
interpretación de todos los males como castigo de Dios por «nuestro» pecado
original (pérdida de los supuestos dones preternaturales, de la ciencia infusa,
de la inmortalidad, del equilibrio psíquico-espiritual, condena a ganar el pan
con el sudor de nuestra frente, condena de la mujer a dar a luz con dolor y a
estar sometida al varón...); la interpretación de la muerte de Jesús como
expiación para aplacar al Padre Eterno; la interpretación esencial del bautismo
como instrumento para el perdón del pecado original; el valor expiatorio del
dolor asumido (incluso provocado, la mortificación) voluntariamente; el amor a
la cruz...
El cristianismo tiene ahí una responsabilidad colectiva por tanto
sufrimiento psíquico infligido a tantas generaciones humanas, durante tanto
tiempo, aunque haya sido involuntariamente, por un espejismo cultural, no por
mala voluntad. No basta dejar de hablar de aquello que ya da vergüenza hablar.
Es una obligación de responsabilidad colectiva «agarrar el toro por los
cuernos», de frente, reconocidamente, sin callar nada vergonzantemente, y negar
explícitamente lo hoy reconocemos que fue un error, y tratar de liberar a
tantas personas que aún arrastran en su conciencia, y con frecuencia en las
capas subconscientes de su psiqué, la desconfianza ante el mundo, ante la
materia, ante la sexualidad, ante el placer y la felicidad. O una visión
espiritual masoquista (como aquella de la Imitación
de Cristo, de Kempis: «Tanto más santo te harás, cuanta más violencia te
hicieres»).
No podemos desarrollar aquí la «construcción» (la alternativa a la «de
construccción») que sería necesaria. Remitimos a un texto muy interesante, que
ofrece reflexiones «constructivas» muy interesantes: el artículo de Leonardo
Boff, «Cómo anunciar hoy la Cruz de
nuestro Señor Jesucristo», en la RELaT (http://servicioskoinonia.org/relat),
su artículo número 217.
Para
la revisión de vida
¿Qué
significa para mí «la cruz»? Fui formado espiritualmente en el desprecio del
mundo, el temor a la carne, el miedo al placer, el amor a la mortificación?
¿Tal vez conocí en la vida religiosa el cilicio, o la práctica de «la
disciplina» sobre mi espalda? ¿Conocí la práctica del ayuno cuaresmal, de la
abstinencia de comer carne lo viernes...? ¿Qué huellas, a qué nivel, dejaron en
mí aquellas experiencias (personales o «vicarias»)?
¿He
afrontado este tema, o simplemente me he ido curando a base de olvidar y no
afrontar? Tal vez mi caso no necesite ningún abordaje psicológico, estoy sano y
aquellos temas ya no me afectan ni me hacen sufrir. Pero he abordado la
recomposición teológica necesaria para no sólo olvidar, sino paa superar y
construir una nueva visión?
Para
la reunión de grupo
-
Tomar el texto 217 de la RELaT (http://servicioskoinonia.org/relat/217.htm) y
estudiarlo en grupo.
-
- Tomar el artículo 389 de la RELT (http://servicioskoinonia.org/relat/380.htm) y
estudiarlo en grupo. Este autor, Spong, defiende con buenos argumentos que el
tema de la Redención debemos ser superado: debatir en grupo la corrección,
adecuación y/o oportunidad pastoral de esta propuesta, o sus fallos.
-
- Tal vez nuestro grupo no tiene que ver especialmente con esta
espiritualidad concreta, pero pensemos (ejercicio de teología ficción) que
alguna de las muchas congregaciones religiosas católicas que tienen en el
centro de su espiritualidad la redención, la reparación, la expiación de los
pecados... (pensemos en redentoristas, pasionistas, hermanos/as de la Cruz,
hermanas reparadoras, auxiliadoras/es del purgatorio...) nos pidieran ayuda
para reinterpretar hoy su carisma y su espiritualidad, ¿qué les diríamos, cómo
trataríamos de ayudarles?
-
- Si nos despojáramos de la rutina -que todo lo puede llegar a
ocultar-, ¿a qué suena la expresión “Señor, ten piedad”? En rigor, ¿sería una
expresión adecuada para dirigirnos hoy a Dios? ¿Hay hoy día alguna situación
humana en la que sea imaginable que alguien dice a otra persona: «¡ten piedad
de mí!»? Dice Tony de Melo que de/a Dios decimos a veces cosas que no nos
atreveríamos a decir de/a ninguna persona medianamente humana»…
-
La serie «Otro Dios es posible» de los hermanos LÓPEZ VIGIL, contiene
numerosos capítulos que pueden ser utilizados.
Para
la oración de los fieles
-
Por la Iglesia, para que sea signo permanente de reconciliación con
los positivos valores del mundo y lo haga evidente empezando por ella misma.
Oremos.
-
Por los gobiernos de los pueblos, para que promuevan un orden social
justo y respeten el derecho a la vida y a la libertad de todos los ciudadanos.
Oremos.
-
Por las diferentes legislaciones del mundo, para que en todas ellas se
elimine la pena de muerte, se aplique una justicia igual para todos y se
favorezca el perdón y la reinserción social. Oremos.
-
Por todos los que sufren las
«cruces de la vida», para que puedan captar su sentido y aceptar también su
sinsentido. Oremos.
-
Por las Iglesias cristianas, que durante tanto tiempo predicaron la
huida del mundo y el desprecio a sus valores, para que, consecuentemente, con
su responsabilidad histórica, asuman una nueva labor educativa que libere a
tantas personas que todavía arrastran efectos de aquellos antiguos equívocos.
Oremos.
-
Por todas las personas, para que colaboremos en crear un mundo mejor
en el que seamos capaces de entendernos desde la igualdad y la justicia.
Oremos.
-
Por todos nosotros, para que vivamos en actitud permanente de perdón y
la ejerzamos con generosidad. Oremos.
Oración
comunitaria
Oh
Dios, creador del ser humano, fundamento de la Existencia, del Amor y de la
Gracia; acrecienta en nosotros y nosotras la conciencia de tener nuestros
fundamentos en tu Amor, para que habiendo optado radicalmente por el Bien y por
el Amor, vivamos libres de toda culpabilidad malsana y transidos de
en-tus-iasmo divino. Por Ti, que eres el Amor, la Reconciliación y la Gracia.
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