Domingo 3 de diciembre de 2017
Domingo primero de Adviento
Francisco Javier, misionero (1552)
Is 63,16b-17.19b; 64,2b-7: ¡Ojalá rasgases el
cielo y bajases!
Salmo 79: Oh Dios, restáuranos, que brille tu
rostro y nos salve
1Cor 1,3-9: Aguardamos la manifestación de
Jesucristo
Mc 13,33-37: Velen, no saben cuándo vendrá el
Dueño
La comunidad
judía que retorna del exilio enfrenta un gran desafío: reconstruir los
fundamentos de la nación, la ciudad y el Templo. No era una tarea fácil. La
mayoría de los exiliados ya se habían organizado en Babilonia y en otras
regiones del imperio caldeo. La mayor parte de los que habían llegado desde
Judea cincuenta años antes ya habían muerto y los descendientes no sentían gran
nostalgia por la tierra de sus padres. Los profetas los habían invitado
continuamente a reconocer los errores que habían conducido a la ruina, pero la
mayor parte de los exiliados ignoraban a los mediadores de Yahvé.
Algunos tomaron entre sus manos el proyecto de reconstruir la identidad,
las instituciones y la vida de la nación. Sin embargo, no contaron inicialmente
con mucho apoyo, Parecía una idea loca e innecesaria: para qué volver a
Jerusalén si ya no haía remedio... Lo mismo nos ocurre a veces a nosotros,
vivimos de la nostalgia del pasado pero no nos comprometemos a transformar la
realidad del presente. Añoramos otros tiempos en que se vivía mejor, pero no
rescatamos los valores que hacen posible una convivencia humana justa y
equitativa.
Jesús hace a sus discípulos una recomendación que hoy nos sorprende: mantenerse despiertos. ¡Todo lo contrario de lo que nosotros haríamos! Pero él tiene sus razones. Si cada día estamos embargados por las preocupaciones más superfluas, lo más seguro es que se nos pase la hora apropiada para realizar la misión que Jesús nos encomienda. Jesús, en el evangelio, nos enseña a estar en guardia contra los que creen que las enseñanzas cristianas son algo superfluo. El evangelio debe ser proclamado donde sea necesario, deber ser colocado donde se vea, debe ponerse al alcance de todos. Nuestra misión es hacer del evangelio una lámpara que ilumine el camino de la vida y nos mantenga en actitud vigilante.
La interpretación que se daba a estos textos del evangelio que apuntan
hacia el futuro o hacia la escatología estuvo casi siempre revestida de un
tinte apocalíptico y de temor: el Señor había establecido un plazo, que se
podría cumplir en cualquier momento, imprevisiblemente, por lo cual
necesitábamos estar preparados para un juicio sorpresivo y castigador que el
Señor podría abrir en cualquier momento contra nosotros. «Que la muerte nos
sorprenda confesados». Este miedo funcionó durante mucho tiempo, durante tantos
siglos como duró una imagen mítica de Dios, excesivamente calcada de la imagen
del emperador soberano o del señor feudal que dispone despóticamente sobre sus
súbditos. El miedo a la condenación eterna, tan impregnado en la sociedad
cristiana medieval y barroca, hizo que la «huelga de confesonarios» pudo ser en
determinados momentos un arma esgrimida por el clero contra las clases altas,
por ejemplo por parte de los misioneros defensores del pueblo contra los
conquistadores españoles dueños de esclavos (recuérdese el film La misión, o la historia del profeta
dominico Antonio Montesinos). Causa sonrisas pensar en la eficacia que una tal
«huelga de confesionarios» pudiera tener hoy día. Y es que la estrella de la
«vida eterna», el dilema de la salvación/condenación eternas, brillaba con su
potencia indiscutible en el firmamento de la cosmovisión del hombre y la mujer
premodernos... Pero son ya tiempos idos. Sería un error enfocar el comentario a
evangelios como el que hoy leemos en esa misma perspectiva, pensando que
nuestros contemporáneos son todavía premodernos...
El estado de alerta, la mirada atenta al futuro que evita el
adocenamiento o la rutina... sí que es una categoría y una dimensión del hombre
y de la mujer modernos. Si lo interpretamos como «esperanza», la pertinencia
del mensaje aún es más vigente.
¿Qué puede significar «Adviento» para la sociedad actual? Como nombre
de un tiempo litúrgico significa no significa mucho, y no habría que lamentarse
mucho ni gastar pólvora inútilmente, pues cualquier día –tal vez más pronto que
tarde– la Iglesia cambiará el esquema de los ciclos de la liturgia, que clama a
gritos por una renovación. Lo que importa no es el tiempo litúrgico, sino el
Adviento mismo, el «Advenimiento» –que eso significa la palabra–, el «noch
nicht Sein» como diría Ernst Bloch, aquello cuya forma de ser consiste en
«no ser todavía pero tratando de llegar a ser»... Ateo como era, Bloch
construyó todo su poderoso edificio filosófico sobre la base de la utopía y la
esperanza, y presentó en bellas páginas inolvidables la grandeza heroica del
santo y del mártir ateo, capaz de dar la vida en aras de su esperanza...
Ebeling, en la misma línea decía: «lo más real de lo real, no es la realidad
misma, sino sus posibilidades»... Lo real más real no es lo real sin más, sino
las posibilidades de ser que lo que hoy es lleva consigo.
Después de los años 90 del siglo pasado, estamos en un tiempo en el
que se dice que se ha dado un «desfallecimiento utópico». Con el triunfo del
neoliberalismo y la derrota de las utopías (no «de las ideologías», alguna de
las cuales siguen muy vivas), la cultura moderna –o mejor posmoderna- castiga
al pensamiento esperanzado y utopista. El ser humano moderno-posmoderno está
escarmentado. Ya no cree en «grandes relatos». Se nos ha impuesto una cultura
anti-utópica, antimesiánica, a-escatológica, ¿sin esperanza?, a pesar de la
brillantez de que hacen gala los productos de la industria mundial del
entretenimiento; detrás del atractivo seductor de ese entretenimiento, la
imagen de ser humano que queda está ayuna de toda esperanza que trascienda
siquiera mínimamente el «carpe diem», el «disfruta la vida». ¿Qué
advenimiento («adviento») espera el hombre y la mujer contemporáneos?
¿Cómo
vivir el adviento en una sociedad que no espera ningún «advenimiento»? Desde
luego, no reduciendo el adviento a un «tiempo litúrgico», o a un tiempo
pre-navidad... ¿Cómo pues?
El Advenimiento que esperamos los cristianos no es la Navidad... Ni
tampoco es «el cielo»... ¡Es el Reino! «No es otro mundo... es este mismo
mundo... ¡pero totalmente otro»! Se puede ser cristiano sin celebrar el
adviento, ¡pero no sin preparar el Advenimiento! Ser cristiano es hacer propia
en el corazón la nostalgia de Aquel que decía: «fuego he venido a traer a la
tierra, y ¡cómo deseo que arda...!». Los cristianos no podemos inculturarnos
del todo en esta cultura anti-utópica y sin «grandes relatos», porque somos
hijos de la gran Utopía de la Causa de Jesús, y tenemos el «gran relato» del
Proyecto de Dios... Podríamos no celebrar el adviento, pero no podemos dejar de
darnos la mano con los santos y mártires ateos y con todos los hombres y
mujeres de la tierra, de cualquier religión del planeta, para trabajar
denodadamente por el Advenimiento del Nuevo Mundo.
Cada vez se perfila mejor: crear un Mundo Nuevo, fraterno-sororal y
solidario, sin imperios ni instituciones transnacionales o mundiales
explotadoras de los pobres, lo que Jesús llamó malkuta Yahvé en su boca aramea, Reino de Dios, pero dicho con
palabras y hechos de este ya tercer milenio, ése es el Advenimiento que
esperamos, el sueño que nos quita el sueño, lo que nos hace estar en «alerta».
El evangelio de hoy es dramatizado en el capítulo 105 de la serie «Un
tal Jesús», de los hermanos LÓPEZ VIGIL, titulado «Un cielo nuevo y una tierra
nueva». El audio, el guión y un comentario teológico–bíblico ad hoc pueden ser
tomados de aquí: https://radialistas.net/article/1o5-un-cielo-nuevo-y-una-nueva-tierra/
Una sugerencia pastoral:
Durante la segunda parte del adviento y también en la navidad, los
evangelios de la infancia van a ser una lectura constante. Recomendamos estas
dos obras como texto-base para las reuniones de estudio de los grupos de
formación en la comunidad cristiana:
• el texto de Leonardo Boff sobre los evangelios de la infancia,
disponible en http://servicioskoinonia.org/biblico/textos/BoffEvangeliosDeLaInfancia.htm
• el libro de John Shelby SPONG, Jesús, hijo de mujer,
disponible en la biblioteca de Koinonía (servicioskoinonia.org/biblioteca); en el menú
“selección por autor”, seleccionar “todos los autores”, pulsar “ir”, y
aparecerá la lista de obras entre las que buscar, por orden alfabético de
autores.
• También podrán ser muy útiles los capítulos dedicados a este tema en
la conocida serie «Un tal Jesús», cuyos textos, audios (mp3) y comentarios
bíblico-teológicos pueden ser recogidos libremente en https://radialistas.net/category/un-tal-jesus/
Para la revisión de vida
-
Adviento = Advenimiento = Esperanza:
-
¿Se puede decir que mi vida
espera algún Advenimiento (con mayúscula)?
-
¿Es mi vida una vida de
esperanza, de tensión, de búsqueda, de utopía, de proyecto histórico? ¿Camino
hacia algún sitio, con algún norte? ¿Cuál? Auscultar realmente mi esperanza y
hacer el ejercicio tal vez de expresarla por escrito para mí mismo/a.
Para la reunión de grupo
-
Hagamos en el grupo un
«análisis de coyuntura de la esperanza»: ¿Cómo está la esperanza en nuestra
sociedad? ¿Es una sociedad de esperanza? ¿Qué esperanzas («largas o cortas»)
mueven a las personas hoy? ¿Hay lugar para las actitudes utópicas? ¿Por qué?
-
Hagamos un juicio sobre esa
situación de la esperanza hoy en nuestra sociedad. ¿Qué actitud debemos adoptar
los cristianos ante esta situación? ¿Podemos «inculturarnos» en esta forma de
ser y de vivir?
-
Numerosos pasajes del
Evangelio contienen una llamada para que estemos vigilantes; clásicamente nos
las interpretaron como llamados a estar «preparados para la hora de la muerte»...
¿Será que el Evangelio no tiene otro interés que el de prepararnos a “bien
morir”, a que la muerte no pudiera «sorprendernos»? ¿No es más cierto que el
Evangelio pretende, sobre todo, enseñarnos a vivir, y a tener una esperanza que
no le tema a la muerte?
Para la oración de los fieles
-
Por la Iglesia, para que dé
testimonio de la Utopía del Evangelio y anime con su esperanza a todas las
personas. Oremos.
-
Por todas las situaciones de
injusticia, explotación y violencia en que viven muchas personas, para que
confrontemos con ellas nuestra esperanza. Oremos.
-
Por todas las personas de
buena voluntad, por los sencillos, por los hijos del pueblo, para que nunca
caigan en la trampa de renunciar a la utopía y a la esperanza. Oremos.
-
Por todos los que nos
preparamos a celebrar la Navidad, para que la preparemos sobre todo en la
transformación de nuestro corazón y nuestra vida. Oremos.
-
Por los obreros y campesinos,
por los emigrantes, por los pueblos del tercer mundo, para que dejen de ser las
víctimas del progreso y el bienestar de los países ricos y poderosos. Oremos.
-
Por todos nosotros, para que
respondamos a la llamada a estar vigilantes, no para bien morir sino para bien
vivir. Oremos.
Oración comunitaria
Oh Misterio inefable que sustentas el Ser y
la Vida, al cosmos y al ser humano dentro de él: acoge nuestro deseo de caminar
por la vida confiados en la bondad primordial de tu iniciativa, que nos
antecede y supera, y en la que queremos tener el coraje de cifrar nuestra
esperanza a pesar de todos los signos de desesperanza que nos rodean. Te
presentamos la expresión de nuestros sentimientos más profundos. Acógela. Amén.
O
bien:
Dios,
Padre nuestro, al comenzar un nuevo Adviento te pedimos que avives nuestra fe,
fortalezcas nuestra esperanza y consolides nuestro amor, de modo que podamos
celebrar con verdadero gozo el nacimiento de tu Hijo Jesucristo. Que vive y
reina.
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