Ciclo A, 34° Dom.Ord., 23 de Noviembre de 2008
“apartará a los unos de los otros, como aparta el pastor a las ovejas de los cabritos”
(Mt 25, 32)
El evangelio de este domingo nos presenta un maravilloso cuadro que cierra el discurso sobre el final de los tiempos, la consumación de todo. Con este discurso se pone fin al ministerio público de Jesús. El pasaje descrito por San Mateo presenta dos cuadros: El juicio de los buenos y el juicio de los malos.
EL JUICIO DE LOS BUENOS. El Hijo del hombre es el Rey-Mesías, comisionado por su padre para realizar el juicio final “porque tuve hambre y me diste de comer…” Esta lista de seis obras de misericordia no es exhaustiva ni excluye el ejercicio de las demás virtudes. Lo que es digno de observar es que estos actos de caridad, ejercido sobre los menesterosos, son reconocidos por el Rey-Juez, como practicados en su propia persona. ¿Quiénes son estos hermanos del Rey? Son todos los miembros de la familia humana. Los ‘más pequeños’ pueden aplicarse a los más pobres, miserables y necesitados de este mundo.
EL JUICIO DE LOS MALOS. El evangelio describe la razón de la condenación de los malos y la réplica de estos. La causa del castigo es digna de reflexión. La condenación no ha sido por actos cometidos contra esos ‘más pequeños’ sino por omisiones de actos de misericordia: “porque tuve hambre y no me diste de comer”.
Castigo eterno y vida eterna. Estos dos juicios son una clara afirmación de los posibles estados definitivos del hombre en la vida futura. Las mujeres y los hombres seremos juzgados según la aceptación o el rechazo de Cristo a quien no vemos en carne y hueso, pero que se identifica con cuantos sufren en la tierra.
CONCLUSIÓN. Los hombres de hoy vivimos tan egoístamente, atrapados muchas veces por el individualismo y la avaricia, que se nos olvida que un día se nos va a pedir cuentas de nuestros actos a favor de “los más pequeños”.
ORACIÓN: ¡Señor Jesús, ayúdanos a ir contestando las preguntas que un día se nos van a hacer en el examen final!
David, Pbro.
“apartará a los unos de los otros, como aparta el pastor a las ovejas de los cabritos”
(Mt 25, 32)
El evangelio de este domingo nos presenta un maravilloso cuadro que cierra el discurso sobre el final de los tiempos, la consumación de todo. Con este discurso se pone fin al ministerio público de Jesús. El pasaje descrito por San Mateo presenta dos cuadros: El juicio de los buenos y el juicio de los malos.
EL JUICIO DE LOS BUENOS. El Hijo del hombre es el Rey-Mesías, comisionado por su padre para realizar el juicio final “porque tuve hambre y me diste de comer…” Esta lista de seis obras de misericordia no es exhaustiva ni excluye el ejercicio de las demás virtudes. Lo que es digno de observar es que estos actos de caridad, ejercido sobre los menesterosos, son reconocidos por el Rey-Juez, como practicados en su propia persona. ¿Quiénes son estos hermanos del Rey? Son todos los miembros de la familia humana. Los ‘más pequeños’ pueden aplicarse a los más pobres, miserables y necesitados de este mundo.
EL JUICIO DE LOS MALOS. El evangelio describe la razón de la condenación de los malos y la réplica de estos. La causa del castigo es digna de reflexión. La condenación no ha sido por actos cometidos contra esos ‘más pequeños’ sino por omisiones de actos de misericordia: “porque tuve hambre y no me diste de comer”.
Castigo eterno y vida eterna. Estos dos juicios son una clara afirmación de los posibles estados definitivos del hombre en la vida futura. Las mujeres y los hombres seremos juzgados según la aceptación o el rechazo de Cristo a quien no vemos en carne y hueso, pero que se identifica con cuantos sufren en la tierra.
CONCLUSIÓN. Los hombres de hoy vivimos tan egoístamente, atrapados muchas veces por el individualismo y la avaricia, que se nos olvida que un día se nos va a pedir cuentas de nuestros actos a favor de “los más pequeños”.
ORACIÓN: ¡Señor Jesús, ayúdanos a ir contestando las preguntas que un día se nos van a hacer en el examen final!
David, Pbro.
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