Reflexiones Cuaresmales 2010
5° Domingo de Cuaresma
INTRODUCCIÓN.
En el tema anterior, a la luz de la parábola del Padre misericordioso, estuvimos reflexionando y profundizando en el amor de Dios que espera pacientemente el regreso de los que se han alejado de Él y les da el perdón. También caímos en la cuenta de que Jesús nos ayuda a regresar a la paz del Padre viviendo la reconciliación entre hermanos. Hoy profundizaremos en la dimensión misericordiosa de Jesús que ve por la persona que puede ser rescatada del pecado y no por la ley que condena sin misericordia. La vivencia de la misericordia es necesaria en nuestro mundo si queremos alcanzar la paz.
NUESTRA SITUACIÓN: INJUSTICIA, VIOLENCIA, INSEGURIDAD, IMPUNIDAD, PARCIALIDAD EN LAS LEYES.
En nuestro país vivimos en un ambiente de violencia y de inseguridad cada vez mayor. Ya lo hemos estado reflexionando en los temas anteriores ayudados por la exhortación pastoral de nuestros Obispos, llamado: “Que en Cristo nuestra paz, México tenga vida digna”, que trata sobre la misión de la Iglesia en la construcción de la paz en México. Ellos afirman que la situación en que vivimos se debe a que «algo está mal y no funciona en nuestra convivencia social y que es necesario exigir y adoptar medidas realmente eficientes para revertir dicha situación» (No. 26).
Enseguida señalan una lista grande de situaciones que influyen en el crecimiento de la injusticia y la violencia en el país: la desigualdad y la exclusión social, la pobreza, el desempleo y subempleo, los bajos salarios, la discriminación, la migración forzada y los niveles inhumanos de vida, el fortalecimiento de un modelo de economía de mercado incapaz de resolver todos los problemas sociales, desigualdad en la distribución de la riqueza, la caída en la calidad de vida, la corrupción endémica, la paulatina disolución de las clases medias y la concentración de riqueza en pocas manos, los negocios ilícitos, la insuficiencia de las reformas económicas, las insuficientes garantías de seguridad que tienen los ciudadanos y la impunidad en que quedan muchos delitos del crimen organizado, la corrupción, la impunidad y el autoritarismo, la sobrepoblación y la corrupción carcelaria, la violencia institucionalizada, la violencia de grupos por razones políticas; la violencia en las relaciones laborales; la violencia vinculada a actitudes discriminatorias y que es padecida no sólo por cuestiones étnicas, sino también por las personas que sufren maltrato por su orientación sexual; la violencia en las escuelas; la que es padecida por delitos comunes como el robo; la que se da entre generaciones y entre las comunidades; la violencia en el tránsito vehicular, de la que resulta un alarmante número de víctimas, etc.; la violencia intrafamiliar, la violencia contra las mujeres, la violencia infantil, la violencia entre adolescentes y jóvenes, la violencia contra los indígenas y migrantes; la educación para el mercado, los medios de comunicación social que transmiten violencia, la falta de acciones realmente evangelizadoras de parte de la Iglesia.
«La crisis de valores éticos, el predominio del hedonismo, del individualismo y competencia, la pérdida de respeto de los símbolos de autoridad, la desvalorarización de las instituciones -educativas, religiosas, políticas, judiciales y policiales-, los fanatismos, las actitudes discriminatorias y machistas, son factores que contribuyen a la adquisición de actitudes y comportamientos violentos» (No. 83).
¿Cuántos casos conocemos en nuestra comunidad de personas inocentes que han sido encarceladas o condenadas? ¿Cuántos de personas que han hecho o están haciendo daño y andan tranquilamente por la calle?
JESÚS NOS ENSEÑA QUE EL CAMINO PARA LA PAZ ES LA MISERICORDIA.
A Jesús le presentaron una mujer sorprendida en el adulterio (Jn 8, 1-11). La llevan a ella, sabiendo que no estaba sola y que la ley judía condenaba a ambos adúlteros; la pena era la misma para los dos. Pero los escribas y fariseos acusadores utilizan la ley de manera parcial, como sabían hacerlo. A ellos les interesa más aplicar la ley que salvar a las personas. A Jesús, que es el acusado de fondo, le interesa más la persona que la ley y sus sanciones. Termina manifestando la misericordia de Dios para con los pecadores.
Jesús no aprueba el pecado de la mujer, pero tampoco la condena. El pecado siempre es reprobable y no se debería de cometer; la persona sí se puede rescatar del pecado y comenzar una vida nueva. Por eso Jesús le dice: “Yo tampoco te condeno. Vete y ya no vuelvas a pecar”. ¡Qué palabras tan llenas de misericordia! ¿Quién no quisiera escucharlas después de reconocer su pecado? Con ellas Jesús nos muestra el camino para conseguir la paz, para vivir la reconciliación, para rehacer las relaciones de hermandad, para estar bien con Dios: es el de la misericordia.
Como dicen nuestros Obispos: «Jesucristo nos revela la mirada inocente de Dios Padre que ve en nosotros la bondad que Él mismo ha puesto en nuestros corazones y su amor tierno y misericordioso que nos acoge a pesar de nuestras fallas y debilidades. Esta experiencia nos hace descubrirnos hijos amados de Dios y nos llama a la conversión, es decir, a orientar la vida por el amor y la misericordia. Esta exigencia forma parte del núcleo mismo del mensaje de Jesús y constituye la esencia del modo de ser y vivir según el evangelio» (No. 143).
¿Qué luces nos da Jesús para vivir la misericordia en nuestra comunidad ante la violencia y la inseguridad?
NUESTRO COMPROMISO: CONSTRUIR LA PAZ EN BASE A LA PROMOCIÓN DEL DESARROLLO.
Nuestros Obispos esperan que los mexicanos trabajemos consciente y comprometidamente en la construcción de un país pacífico y que los bautizados asumamos con responsabilidad la misión evangelizadora de la Iglesia. Esto exige promover el desarrollo integral, el respeto a la dignidad de las personas, la cultura de la convivencia. “La paz es el camino”, decía Gandhi.
«El debilitamiento, en la vida práctica, del sentido de Dios y del sentido del hermano, de la vida comunitaria y del compromiso ciudadano, es un “desafío que cuestiona a fondo la manera como estamos educando en la fe y como estamos alimentando la vivencia cristiana” […] La situación de inseguridad y violencia que vive México exige una respuesta urgente e inaplazable de la misión evangelizadora de la Iglesia. Esta respuesta parte del reconocimiento de las insuficiencias en el cumplimiento de nuestra misión, pues la crisis de inseguridad, el alto índice de corrupción, la apatía de los ciudadanos para construir el bien común y las distintas formas de una violencia, que llega a ser homicida, son diametralmente opuestas a la propuesta de Vida Nueva que nos hace el Señor Jesús» (Nos. 185-186).
La propuesta es trabajar en la formación integral de los bautizados, la formación de las familias, la renovación de la vida comunitaria en las parroquias, la educación específica para la paz y la legalidad; la creación de una sociedad civil responsable, con incidencia social, política, cultural, en la prevención de delitos y la construcción de la paz.
Para construir la paz es necesario promover el desarrollo humano integral, que tenga como centro la dignidad de la persona: desarrollar iniciativas que coadyuven a la atención de la grave situación de desempleo y subempleo, Hacer conciencia de la relación estrecha que existe entre el cuidado de la creación y la construcción de la paz, Impulsar iniciativas que capaciten a los más pobres para empleos de mayor incidencia económica, Impulsar experiencias de economía solidaria, impulsar experiencias de economía para el desarrollo sustentable, promover los derechos y deberes humanos, impulsar la reconciliación social, vivir el ecumenismo por la paz, orar por la paz.
¿Qué vamos a implementar en nuestra comunidad para impulsar la creación de una cultura de paz y desarrollo?
CEPS
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