2010-12-11

HILO-2: Tejiendo nuevas identidades

HILO 2
Tejiendo nuevas identidades

Redescubrir y recrear nuestras identidades, el valor de lo propio y de lo diverso. De víctimas a sujetos, identidades colectivas y ciudadanas.

Día a día escuchamos y vemos en las noticias que México vive situaciones de descomposición social muy graves: crisis económica prolongada y agravada que ha dejado sin empleo a millones de personas, altos índices de violencia e inseguridad por todos lados, lo mismo en el norte que en el sur y el centro del país. La impunidad de un sistema que niega la justicia para todos y otras notas más que nos provocan incertidumbre y temor y nos llevan a replegarnos buscando protección y seguridad en los espacios más familiares. En este escenario no resulta fácil encontrar razones para mantener la esperanza, por eso nos vemos desafiados a mirar dentro de nosotros mismos y a nuestro alrededor para descubrir los signos pequeños y a veces escondidos que nos ayuden a creer que es posible vivir de otra manera.

Este año en la Misión por la Fraternidad nuestro lema es Tejiendo la esperanza esta frase está cargada de un significado que nos lanza a observar y actuar en comunidad, nos llama a ponernos en acción para cambiar nuestro entorno y nuestra realidad. Esta frase nos invita a ser sujetos activos y creativos de una realidad distinta, animada desde la esperanza, construida desde la solidaridad y también desde el reconocimiento de que la vida humana, la persona humana, posee una dignidad que tiene que ser reconocida y respetada.

¿Cómo podemos tejer la esperanza? Un punto de partida posible es centrar la mirada en lo que somos, es decir, en nuestra identidad. Cuando hablamos de la identidad estamos hablando de la conciencia que tenemos de nosotros mismos y la que tienen los demás, recordemos el pasaje en el que Jesús pregunta a sus discípulos. ¿Quién dice la gente que soy yo? (Lc 9, 18 -19 y ss). Los discípulos le ofrecen distintas respuestas y terminan por hacer una profesión de fe: Tú eres el Cristo. Jesús consciente de su realidad interior, de su identidad, les manda callar.

Preguntarnos sobre la propia identidad es una tarea vital: somos lo que hemos vivido, somos los lazos que construimos, la cultura que recreamos, somos lo que creemos y lo que hacemos, es decir la identidad, la idea de los que SOMOS nos remite a nuestra historia, a nuestra cultura, a nuestras relaciones, también a un proyecto de vida o lo que es lo mismo, a la manera de estar presentes en el mundo, en la historia. Pero en la base de la idea que tenemos de nosotros mismos está un principio inquebrantable: somos hijos e hijas de Dios, poseedoras/es de una dignidad que nadie puede pisotear y que nos hace iguales unos a otros.

El principio de la dignidad humana con el que nacemos, nos hace buscar alternativas, salir de la pasividad resignada frente a la desolación para reconocernos como sujetos, es decir como personas pensantes y actuantes en la realidad. La identidad es un tesoro que cada ser humano posee, por eso decimos que podemos tejer la esperanza reconociendo lo valioso que hay en cada uno de nosotros, la alegría, la solidaridad, el compromiso con los nuestros, la sensibilidad frente a las necesidades de los demás, la creatividad… cada quien tiene lo propio.
Pero reconocer la identidad propia en tiempos de crisis nos lleva a recrearla, a aferrarnos a lo bueno que hay en nosotros y expresarlo creativamente en las realidad que nos desafían día con día.

El reconocimiento de la propia dignidad nos lleva también a reconocer lo valioso de los demás, ese es un segundo punto importante para animar nuestra esperanza. Seguramente alrededor nuestro hay hombres y mujeres, viejos y niños, adolescentes jóvenes y adultos originales, que expresan su identidad de maneras diferentes a las nuestras pero no por ello menos valiosas. Pareciera que el tiempo presente está marcado por la intolerancia, por el miedo a los y las diferentes y eso en lugar de permitir el diálogo, acrecienta las divisiones, el recelo y desafortunadamente también la rivalidad.

Para tejer la esperanza es necesario superar el miedo a lo que desconocemos y aventurarnos a dar pasos para acercarnos, dialogar, comprendernos y colaborar juntos en las tareas comunes, en el interés común por salir adelante.

Finalmente un tercer punto de apoyo para tejer activamente la esperanza es sacudirnos el pesimismo, ponernos de pie y en marcha, como lo hizo el Pueblo de Israel para liberarse de la esclavitud de los egipcios, enfrentándose a lo desconocido, sintiendo añoranza por las cebollas de Egipto, pero también decididos a vivir en una tierra propia. Ser sujetos de nuestra historia implica dejar de lamentarnos, de ser víctimas para apropiarnos y responsabilizarnos de las decisiones que tomamos buscando el bien común.

Reconocernos como sujetos de la historia significa reconocernos como ciudadanos de verdad, no solo como los ciudadanos que van a votar en tiempos de elecciones, sino como los ciudadanos que se saben poseedores de derechos que el Estado debe respetar y garantizar, que están informados de lo que sucede en la sociedad y que se organizan para exigir sus derechos y los derechos de todos aquellos que sufren atropellos, que son marginados, vistos con sospecha por ser pobres, por ser jóvenes, por ser diferentes.

El ejercicio de la ciudadanía nos hace personas incluyentes, preocupadas y corresponsables de la vida de los demás, de la vida de la comunidad y de las transformaciones que este país y el mundo necesitan para que la vida plena sea un derecho y una realidad para todo ser humano que aquí habita. El ejercicio de la ciudadanía no es pues cuestión de los “políticos” que vemos en la televisión lanzando discursos de los que todos dudamos. El ejercicio de la ciudadanía, para los cristianos y cristianas de hoy significa comprometernos con la vida digna, con la justicia, la paz, la libertad y la igualdad de todos los seres humanos. Estas son palabras actuales para describir el proyecto de Dios para la humanidad, porque además la ciudadanía no se vive en aislamiento, por el contrario, nos conecta unos a otros, desde la familia, la comunidad, la localidad, el estado, la región, el país y con el mundo, en otras palabras nos hermana con la familia humana, más allá de credos, posición económica, sexo y preferencia sexual, cultura y raza.

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ANEXOS

CANTO DE ADVIENTO


POBREZA Y HAMBRE
http://www.youtube.com/watch?v=MCdoQDjmGx4&feature=related

MARGINACIÓN EN AMÉRICA LATINA
http://www.youtube.com/watch?v=W-D5L8Ls2jI

CANTO: DIOS NO VENDRÁ


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Misión por la Fraternidad 2011, Tejiendo una esperanza activa

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