HILO 4
Tejiendo nuevas relaciones con sentido
y nos llevan a una esperanza activa…
¿Podemos vivir sin relaciones? ¡Claro que no!
Siempre nos movemos y actuamos en relaciones. Son relaciones familiares de pareja y de padres e hijos y viceversa, relaciones con vecinos del pueblo o del barrio y con colegas y compañeras/os de trabajo. Hay relaciones amistosas, de cuates y compadres y relaciones de palancas y políticas y de luchas sociales y civiles. Relaciones por doquier…
Y en todo esto, nos relacionamos también con lo divino: Religión es sobre todo nuestra relación con el Dios de la Vida. Nos relacionamos y nos ligamos con él; y lo divino hace lo suyo con nosotras y nosotros.
¿Cómo son normalmente estas relaciones?
Muchísimas relaciones no son como queremos que sean. Cuantas veces las relaciones de pareja se tensan, brotan conflictos no reconciliables, crecen conflictos entre familiares que llegan hasta la violencia familiar física… Las separaciones y divorcios están en un aumento significativo. Las relaciones truenan si una parte quiere imponerse a la otra, ya sea con chantajes o hasta con violencia física. Una separación puede ser hasta una liberación de lo insoportable e inaceptable.
Se puede decir algo semejante de las relaciones entre vecinos, entre jóvenes del mismo grupo escolar, entre colegas del mismo trabajo o bien entre gente de organizaciones sociales y civiles: muchas veces “reina” la lógica de “dominación-subordinación”: yo o nosotros mandamos y ustedes obedecen; y si no, castigamos con toda la amplia gama de medidas sicológicas o económicas o políticas, de desprecio y discriminación hasta la tortura y los asesinatos. Podemos contarnos ejemplos en abundancia de cómo se manifiestan en lo micro y hasta lo macro estas relaciones de inequidad o de asimetría, como los expertos las llaman.
Todo indica que en este tiempo que nos toca vivir se ha desbordado de manera preocupante lo desequilibrado y enfermizo del conjunto relacional de nuestra sociedad.
¿Por qué lo estamos viviendo-sufriendo? ¿Qué está detrás?
Siempre han existido entre los seres humanos los impulsos de dominar para ganar una pareja, mucha riqueza, un gran prestigio… Caín mató a su hermano Abel, así terminó la relación familiar entre el agricultor y el fundador de la vida urbana e inició una historia sin fin de relaciones tronadas. Durante milenios, el ser humano no ha logrado de manera suficiente dejar de cultivar lo animal salvaje dentro de sí mismo ni ha logrado la creación consolidada de sistemas de valores y derechos humanos respectados por todas y todos. Desde hace casi 3 mil años contamos con el decálogo que indica que todas y todos somos iguales y por eso: no matarás… no robarás… Y seguimos violando, robando y matando con salvajismo.
Se trata de humanizar y cultivar las relaciones sexuales-libidinales (vitales para reproducirse y vivir amorosamente), las relaciones económicas (vitales para sobrevivir y vivir de manera digna) y las relaciones de poder (vitales para convivir y organizarse para el buen vivir de todas y todos).
No lo hemos logrado de manera suficiente como valores-hábitos cotidianos en la vida, no lo hemos logrado en las relaciones personales ni tampoco en la vigencia respetada de estructuras-reglas de relaciones libidinales, económicas y políticas correspon-dientes.
Sí, ha habido avances que bien podemos considerar como significativos por medio de luchas arduas en defensa de la dignidad humana y de relaciones de equidad. Recordamos las luchas históricas para abolir la esclavitud y el apartheid. Mencionamos también los movimientos obreros y sus organizaciones sindicales para equilibrar las relaciones laborales. En el tiempo más reciente, hay que valorar los movimientos indígenas para reconocer sus derechos integrales, los movimientos ciudadanos de participación política, los movimientos ecológicos, de diversidad sexual, contra la discriminación, etc.: crece la indignación por relaciones injustas y la organización para transformar lo indigno en relaciones de respeto mutuo. ¡Ya no víctimas de asimetrías, sino sujetos que comparten para tejer juntos una vida más plena para todas y todos!
Esta es también una expresión clave de la esencia cristiana
Jesús vino para que tengamos “vida en plenitud” (Jn 10.10). Y esta vida se manifiesta en la nueva manera de vivir el conjunto de las relaciones de cada uno. El “Reino de Dios y su justicia” (Mt 6,33) anunciado y vivido por Jesús tiene exactamente este eje de rehacer las diferentes relaciones que marcan nuestra vida y nuestra sociedad. Lo expresa de manera rotunda el canto muy querido: “Tu Reino es vida, tu Reino es verdad, Tu Reino es justicia, tu Reino es paz, tu Reino es gracia, tu Reino es amor. Venga a nosotros tu Reino, Señor!” (cf. salmo 71) Estos valores del Reino “vida-verdad-justicia-paz-gracia-amor”, o los practicamos realmente en nuestras relaciones o la referencia a ellos será puro “rollo”.
Jesús lo puso en práctica en su relación con los marginados y excluidos, con mujeres, con adinerados y gente de poder político y religioso. Y fue muy claro en exigir nuevas relaciones: “Ustedes saben que quienes figuran como jefes de las naciones las gobiernan tiránicamente y que sus dirigentes las oprimen. No debe ser así entre ustedes. El que quiera ser importante entre ustedes, que sea su servidor.” (Mt 10, 42-43). Y lo concretiza: “Tuve hambre… tuve sed... fui un extraño… estaba desnudo… enfermo… y en la cárcel…; Cuándo lo hicieron con uno de mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron.” (Mt 25, 31-46) Así es la esencia de lo que cuenta al final de cada vida.
¿Cómo hacerlo hoy en día?
En medio de tantas relaciones aberrantes, injustas y enfermizas habrá que empezar a cambiar lo que está a nuestro alcance directo:
Una nueva relación consigo mismo
Aceptarme y apreciarme como soy: mujer o varón, con mi cuerpo y mi sexualidad, con mi raza y rasgos culturales, con mi carácter y dones concretos, con mi edad actual… Pues, así soy. Y soy hija e hijo de Dios; si él me quiere así, por qué yo no…Esto no excluye el trabajar conmigo mismo y madurar.
Una nueva relación con los demás
Me autoestimo y estimo así también a las y los otros con quienes me relaciono. Y me opongo firmemente contra las discriminaciones, sean cuales sean. Todos somos hijas e hijos de Dios y con la misma igualdad. Por eso, nada de superior e inferior, de machismo, arrogancia…
Una nueva relación con la naturaleza
Formamos parte de un conjunto más grande, la naturaleza y el cosmos: son creación divina. “Dios habló y se hizo…” (Gn 1). ¿Cómo explotar y depredar lo divino y destruir lo que las futuras generaciones necesitan para vivir? Una nueva relación humana con la naturaleza incluye hábitos de responsabilidad ecológica: cuidado del agua, compra de productos orgánicos, separación de basura, entre muchos otros más.
Una nueva relación con los procesos económicos
“Nadie puede servir a Dios y al mismo tiempo al dinero.” Jesús (Mt 6 19-24). ¡Desintoxíquense de este Dios-Mamón! Hay que rehacer relaciones económicas solidarias: un consumo solidario con compras en común de productos solidarios (y lo menos posible en supermercados), manejar el dinero en lo posible en cajas de ahorro y crédito (y lo menos posible en bancos comerciales), etc.
Una nueves relación con los poderes políticos
Ya lo practicaron los primeros cristianos, hablaron sin miedo, con libertad frente a las autoridades judías. “Al ver la valentía con que se expresaron Pedro y Juan, no salían de asombro, sabiendo que eran hombres del pueblo…” (Hch 4, 1-22). Las autoridades políticas deben ser elegidas limpiamente por los ciudadanos y gobernar obedeciendo lo que el pueblo manda. Como ciudadanos nos toca expresar continuamente nuestras preocupaciones y propuestas, vigilar la aplicación limpia de programas, colaborar…
Y en todo esto,
una nueva relación con lo divino en medio de todas estas relaciones
La relación con Dios no se hace aparte de todo esto en símbolos y ritos ajenos a la vida real. Él está dónde la vida arde…, él está “donde están dos o tres reunidos en mi nombre…” (Mt 18, 20). Esto incluye descubrir a Dios en medio de nuestras relaciones sociales, ecológicas, económicas y políticas. Habrá que cultivar una nueva “espiritualidad en la acción misma” (Aparecida 284).
Al andar se hace camino…
Tejiendo nuevas relaciones en todas estas dimensiones es una tarea ardua y permanente durante toda la vida: siempre habrá necesidad y oportunidad de conversión y transformación. Pero y sobre todo, es un camino de liberación gozosa: ¡Ya basta de sufrir relaciones marcadas por desprecio, humillación, discriminación, por manipulación y corrupción, por explotación y violencia...! ¡Hagámosnos sujetos de nuestra vida y en nuestras relaciones en sus distintas dimensiones!
No es fácil hacerlo solos. Por eso, la importancia del grupo, de la pequeña comunidad, del colectivo, de la comunidad de base… “Al compartir lo reconocieron…” (…en el camino a Emaús, Lc 24,13-35). Ahí se puede compartir lo que se sufre por relaciones de inequidad, se pueden compartir los anhelos de una vida y sociedad con otras y nuevas relaciones y encontrar caminos prácticos para transformar lo que es opuesto a la libertad y la solidaridad.
Los tiempos de Adviento-Navidad y de Cuaresma-Pascua se ofrecen como propicios para esta tarea ardua y liberadora.
Tejiendo nuevas relaciones con sentido
y nos llevan a una esperanza activa…
¿Podemos vivir sin relaciones? ¡Claro que no!
Siempre nos movemos y actuamos en relaciones. Son relaciones familiares de pareja y de padres e hijos y viceversa, relaciones con vecinos del pueblo o del barrio y con colegas y compañeras/os de trabajo. Hay relaciones amistosas, de cuates y compadres y relaciones de palancas y políticas y de luchas sociales y civiles. Relaciones por doquier…
Y en todo esto, nos relacionamos también con lo divino: Religión es sobre todo nuestra relación con el Dios de la Vida. Nos relacionamos y nos ligamos con él; y lo divino hace lo suyo con nosotras y nosotros.
¿Cómo son normalmente estas relaciones?
Muchísimas relaciones no son como queremos que sean. Cuantas veces las relaciones de pareja se tensan, brotan conflictos no reconciliables, crecen conflictos entre familiares que llegan hasta la violencia familiar física… Las separaciones y divorcios están en un aumento significativo. Las relaciones truenan si una parte quiere imponerse a la otra, ya sea con chantajes o hasta con violencia física. Una separación puede ser hasta una liberación de lo insoportable e inaceptable.
Se puede decir algo semejante de las relaciones entre vecinos, entre jóvenes del mismo grupo escolar, entre colegas del mismo trabajo o bien entre gente de organizaciones sociales y civiles: muchas veces “reina” la lógica de “dominación-subordinación”: yo o nosotros mandamos y ustedes obedecen; y si no, castigamos con toda la amplia gama de medidas sicológicas o económicas o políticas, de desprecio y discriminación hasta la tortura y los asesinatos. Podemos contarnos ejemplos en abundancia de cómo se manifiestan en lo micro y hasta lo macro estas relaciones de inequidad o de asimetría, como los expertos las llaman.
Todo indica que en este tiempo que nos toca vivir se ha desbordado de manera preocupante lo desequilibrado y enfermizo del conjunto relacional de nuestra sociedad.
¿Por qué lo estamos viviendo-sufriendo? ¿Qué está detrás?
Siempre han existido entre los seres humanos los impulsos de dominar para ganar una pareja, mucha riqueza, un gran prestigio… Caín mató a su hermano Abel, así terminó la relación familiar entre el agricultor y el fundador de la vida urbana e inició una historia sin fin de relaciones tronadas. Durante milenios, el ser humano no ha logrado de manera suficiente dejar de cultivar lo animal salvaje dentro de sí mismo ni ha logrado la creación consolidada de sistemas de valores y derechos humanos respectados por todas y todos. Desde hace casi 3 mil años contamos con el decálogo que indica que todas y todos somos iguales y por eso: no matarás… no robarás… Y seguimos violando, robando y matando con salvajismo.
Se trata de humanizar y cultivar las relaciones sexuales-libidinales (vitales para reproducirse y vivir amorosamente), las relaciones económicas (vitales para sobrevivir y vivir de manera digna) y las relaciones de poder (vitales para convivir y organizarse para el buen vivir de todas y todos).
No lo hemos logrado de manera suficiente como valores-hábitos cotidianos en la vida, no lo hemos logrado en las relaciones personales ni tampoco en la vigencia respetada de estructuras-reglas de relaciones libidinales, económicas y políticas correspon-dientes.
Sí, ha habido avances que bien podemos considerar como significativos por medio de luchas arduas en defensa de la dignidad humana y de relaciones de equidad. Recordamos las luchas históricas para abolir la esclavitud y el apartheid. Mencionamos también los movimientos obreros y sus organizaciones sindicales para equilibrar las relaciones laborales. En el tiempo más reciente, hay que valorar los movimientos indígenas para reconocer sus derechos integrales, los movimientos ciudadanos de participación política, los movimientos ecológicos, de diversidad sexual, contra la discriminación, etc.: crece la indignación por relaciones injustas y la organización para transformar lo indigno en relaciones de respeto mutuo. ¡Ya no víctimas de asimetrías, sino sujetos que comparten para tejer juntos una vida más plena para todas y todos!
Esta es también una expresión clave de la esencia cristiana
Jesús vino para que tengamos “vida en plenitud” (Jn 10.10). Y esta vida se manifiesta en la nueva manera de vivir el conjunto de las relaciones de cada uno. El “Reino de Dios y su justicia” (Mt 6,33) anunciado y vivido por Jesús tiene exactamente este eje de rehacer las diferentes relaciones que marcan nuestra vida y nuestra sociedad. Lo expresa de manera rotunda el canto muy querido: “Tu Reino es vida, tu Reino es verdad, Tu Reino es justicia, tu Reino es paz, tu Reino es gracia, tu Reino es amor. Venga a nosotros tu Reino, Señor!” (cf. salmo 71) Estos valores del Reino “vida-verdad-justicia-paz-gracia-amor”, o los practicamos realmente en nuestras relaciones o la referencia a ellos será puro “rollo”.
Jesús lo puso en práctica en su relación con los marginados y excluidos, con mujeres, con adinerados y gente de poder político y religioso. Y fue muy claro en exigir nuevas relaciones: “Ustedes saben que quienes figuran como jefes de las naciones las gobiernan tiránicamente y que sus dirigentes las oprimen. No debe ser así entre ustedes. El que quiera ser importante entre ustedes, que sea su servidor.” (Mt 10, 42-43). Y lo concretiza: “Tuve hambre… tuve sed... fui un extraño… estaba desnudo… enfermo… y en la cárcel…; Cuándo lo hicieron con uno de mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron.” (Mt 25, 31-46) Así es la esencia de lo que cuenta al final de cada vida.
¿Cómo hacerlo hoy en día?
En medio de tantas relaciones aberrantes, injustas y enfermizas habrá que empezar a cambiar lo que está a nuestro alcance directo:
Una nueva relación consigo mismo
Aceptarme y apreciarme como soy: mujer o varón, con mi cuerpo y mi sexualidad, con mi raza y rasgos culturales, con mi carácter y dones concretos, con mi edad actual… Pues, así soy. Y soy hija e hijo de Dios; si él me quiere así, por qué yo no…Esto no excluye el trabajar conmigo mismo y madurar.
Una nueva relación con los demás
Me autoestimo y estimo así también a las y los otros con quienes me relaciono. Y me opongo firmemente contra las discriminaciones, sean cuales sean. Todos somos hijas e hijos de Dios y con la misma igualdad. Por eso, nada de superior e inferior, de machismo, arrogancia…
Una nueva relación con la naturaleza
Formamos parte de un conjunto más grande, la naturaleza y el cosmos: son creación divina. “Dios habló y se hizo…” (Gn 1). ¿Cómo explotar y depredar lo divino y destruir lo que las futuras generaciones necesitan para vivir? Una nueva relación humana con la naturaleza incluye hábitos de responsabilidad ecológica: cuidado del agua, compra de productos orgánicos, separación de basura, entre muchos otros más.
Una nueva relación con los procesos económicos
“Nadie puede servir a Dios y al mismo tiempo al dinero.” Jesús (Mt 6 19-24). ¡Desintoxíquense de este Dios-Mamón! Hay que rehacer relaciones económicas solidarias: un consumo solidario con compras en común de productos solidarios (y lo menos posible en supermercados), manejar el dinero en lo posible en cajas de ahorro y crédito (y lo menos posible en bancos comerciales), etc.
Una nueves relación con los poderes políticos
Ya lo practicaron los primeros cristianos, hablaron sin miedo, con libertad frente a las autoridades judías. “Al ver la valentía con que se expresaron Pedro y Juan, no salían de asombro, sabiendo que eran hombres del pueblo…” (Hch 4, 1-22). Las autoridades políticas deben ser elegidas limpiamente por los ciudadanos y gobernar obedeciendo lo que el pueblo manda. Como ciudadanos nos toca expresar continuamente nuestras preocupaciones y propuestas, vigilar la aplicación limpia de programas, colaborar…
Y en todo esto,
una nueva relación con lo divino en medio de todas estas relaciones
La relación con Dios no se hace aparte de todo esto en símbolos y ritos ajenos a la vida real. Él está dónde la vida arde…, él está “donde están dos o tres reunidos en mi nombre…” (Mt 18, 20). Esto incluye descubrir a Dios en medio de nuestras relaciones sociales, ecológicas, económicas y políticas. Habrá que cultivar una nueva “espiritualidad en la acción misma” (Aparecida 284).
Al andar se hace camino…
Tejiendo nuevas relaciones en todas estas dimensiones es una tarea ardua y permanente durante toda la vida: siempre habrá necesidad y oportunidad de conversión y transformación. Pero y sobre todo, es un camino de liberación gozosa: ¡Ya basta de sufrir relaciones marcadas por desprecio, humillación, discriminación, por manipulación y corrupción, por explotación y violencia...! ¡Hagámosnos sujetos de nuestra vida y en nuestras relaciones en sus distintas dimensiones!
No es fácil hacerlo solos. Por eso, la importancia del grupo, de la pequeña comunidad, del colectivo, de la comunidad de base… “Al compartir lo reconocieron…” (…en el camino a Emaús, Lc 24,13-35). Ahí se puede compartir lo que se sufre por relaciones de inequidad, se pueden compartir los anhelos de una vida y sociedad con otras y nuevas relaciones y encontrar caminos prácticos para transformar lo que es opuesto a la libertad y la solidaridad.
Los tiempos de Adviento-Navidad y de Cuaresma-Pascua se ofrecen como propicios para esta tarea ardua y liberadora.
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