HILO 5
Tejiendo espiritualidades en movimiento
Espiritualidades en movimiento hacia la Vida
Hoy parece que en este país hay cada vez más locura, violencia y un desprecio absoluto por la vida de los propios compatriotas, o de los animales, o de la naturaleza. Muchas veces, después de ver noticias o leer los periódicos, donde no hay ni una buena noticia, nos sentimos desalentados o sin fuerzas para continuar.
A lo mejor hemos pensado o alguien nos ha dicho: “Dios se ha olvidado de este país o de nosotros” pues se pasa por momentos muy difíciles en la vida, sin trabajo, sin dinero para comprar medicinas, sin atención y justicia a sus reclamos o a que sus derechos sean respetados, y aparte, vemos que hay un gobierno al que no le interesan las carencias de los pobres y necesitados de su país, que son la mayoría.
Pero, contrario a que el pueblo tomara distancia de Dios, o de sus creencias, en definitiva México es un país religioso. El pueblo busca tener fe en algo o alguien, donde depositar su confianza y alimentar su esperanza para dar sentido a su vida. A esto le llamamos prácticas de fe o experiencias religiosas, también espiritualidades, o sea, diversas maneras de expresar esta vivencia de lo sagrado, una espiritualidad que va más allá de los templos, o de los ritos religiosos que se han vuelto costumbres o las tradiciones que disminuyen e irrespetan la dignidad de las personas es una espiritualidad que se mueve…hacia la vida, en movimiento dinámico y permanente. Una espiritualidad en movimiento nunca promueve la muerte.
Por ello nos inspira la palabra profética de Isaías, las armas y las espadas serán transformadas en arados y hoces, esto es, en la esperanza de la imaginación profética, siempre está presente la posibilidad de la vida digna y justa.
Pero ¿Cómo vivimos estas espiritualidades: ¿“muy para adentro” “muy individuales” “muy resignados”? Quizá con miedos a confrontar a nuestras propias autoridades de la iglesia, cuando nos dicen que “hay que soportar todo pues es la cruz que nos tocó llevar” (sobre todo se les dice a las mujeres, cuando en sus casas hay violencia o irresponsabilidad de sus esposos para sustentar a la familia). O con sometimiento ante las autoridades del gobierno que nos imponen su fuerza con violencia, o simplemente nos ignoran… como si no existiéramos.
Sin embargo, la espiritualidad de los primeros discípulos de Jesús involucraba todos los aspectos de la vida. Para comprender la espiritualidad bíblicamente, será necesario superar esas falsas dicotomías que nos dividen en dos segmentos: la parte espiritual, interior y ultramundana y la parte material, exterior y mundana.
La espiritualidad bíblica no consiste de una vida contemplativa en lugar de ser activa, ni del retiro en contraste con una plena participación en la sociedad. Se trata, más bien, en una participación en todas las dimensiones de la vida orientados y animados por el Espíritu de Jesús mismo. Es una espiritualidad que se teje en las diversas dimensiones de la vida: persona, familiar y eclesial, pero que trasciende hacia su compromiso social, y político, en las acciones y vida de los creyentes queda implícito el imperativo de Jesús de ser sal y luz de la tierra (Mat. 5:13-14/15-16) Pero habría más fundamentos del evangelio que nos iluminan y motivan a una espiritualidad que se mueve hacia la vida:
Una espiritualidad que sirve a los pequeños en el Reino. (Mat. 25:35-45). Jesús se identifica con los pequeños, en las necesidades humanas más básicas: tener hambre, sed, ser extranjero, estar sin ropa, enfermo o encarcelado. Amar y servir a Jesús es hacer el bien a los pequeños…con todos aquellos que sufren, a los que han sido olvidados, los que viven en desprovistos del sustento y de la protección.
Una espiritualidad con hambre y sed de justicia (Mat 5:6) y hacedora de la paz. (Mat. 5:9). Las bienaventuranzas describen el carácter del cristiano, no a muchos cristianos diferentes. Se refiere a los que ya son verdaderamente dichosos y felices. Bienaventurados son aquellos que aman a Dios y a su prójimo con todo el corazón; los que están verdaderamente centrados en Dios en lugar de en sí mismos. Los cristianos están comprometidos a tener hambre y sed de justicia en la comunidad humana en su totalidad como algo que agrada a Dios. El mundo en el que vivimos está inmerso en los conflictos. Naciones, pueblos, barrios, familias, pelean entre sí.
Los seguidores de Jesús son constructores de la paz en medio del conflicto. Ponen fin a los conflictos y buscan la reconciliación entre enemigos. Mantener la paz no es evadir los conflictos, sino a trabajar por resolverlos; los que construyen la paz no promueven o aceptan la violencia como estado natural de las relaciones humanas.
Vivir pues una espiritualidad con una esperanza activa es también resistencia y subversión, que nos permite tejernos como personas con derechos, como familias, comunidades y organizaciones que se muevan hacia una vida digna y justa. Y sobre todo, con una esperanza valiente y organizada, que no espera sentada, ni indiferente, y menos aislada, una esperanza activa es colectiva y solidaria, en movimiento, que da luz, da rumbo, proyecto y transformación a la vida en todas sus relaciones.
Tejer pues una esperanza activa es mantener el equilibrio en la práctica de una espiritualidad que proviene de la fe en Jesús -el niño de Belén, el Príncipe de Paz/ el Maestro resucitado- una espiritualidad cristiana que se mantiene con los pies en la tierra y el corazón en el cielo… que se mantiene firme en lo dicho.
Somos desafiadas/os cada día a colaborar en el Reino tejiendo una esperanza activa a través de espiritualidades que se muevan hacia la vida. A la vez somos iluminadas/os por la palabra sagrada de los otros y otras, hermanos y hermanas del camino; y con la espiritualidad profunda y desafiante de uno de nuestros hermanos -pastor y profeta- en América Latina, quien con su vida y ejemplo es testimonio fiel de tejer una esperanza activa, Don Pedro Casaldáliga:
_________________________
Yo me atengo a lo dicho:
La justicia.
A pesar de la ley y la costumbre,
a pesar del dinero y la limosna.
La humildad
para ser yo, verdadero.
La libertad,
para ser hombre.
Y la pobreza
para ser libre.
La fe, cristiana,
para andar de noche,
y, sobre todo, para andar de día.
Y, en todo caso hermanos,
yo me atengo a lo dicho:
¡La Esperanza!
(Pedro Casaldáliga/Fuego y ceniza al viento)
Tejiendo espiritualidades en movimiento
Espiritualidades en movimiento hacia la Vida
Hoy parece que en este país hay cada vez más locura, violencia y un desprecio absoluto por la vida de los propios compatriotas, o de los animales, o de la naturaleza. Muchas veces, después de ver noticias o leer los periódicos, donde no hay ni una buena noticia, nos sentimos desalentados o sin fuerzas para continuar.
A lo mejor hemos pensado o alguien nos ha dicho: “Dios se ha olvidado de este país o de nosotros” pues se pasa por momentos muy difíciles en la vida, sin trabajo, sin dinero para comprar medicinas, sin atención y justicia a sus reclamos o a que sus derechos sean respetados, y aparte, vemos que hay un gobierno al que no le interesan las carencias de los pobres y necesitados de su país, que son la mayoría.
Pero, contrario a que el pueblo tomara distancia de Dios, o de sus creencias, en definitiva México es un país religioso. El pueblo busca tener fe en algo o alguien, donde depositar su confianza y alimentar su esperanza para dar sentido a su vida. A esto le llamamos prácticas de fe o experiencias religiosas, también espiritualidades, o sea, diversas maneras de expresar esta vivencia de lo sagrado, una espiritualidad que va más allá de los templos, o de los ritos religiosos que se han vuelto costumbres o las tradiciones que disminuyen e irrespetan la dignidad de las personas es una espiritualidad que se mueve…hacia la vida, en movimiento dinámico y permanente. Una espiritualidad en movimiento nunca promueve la muerte.
Por ello nos inspira la palabra profética de Isaías, las armas y las espadas serán transformadas en arados y hoces, esto es, en la esperanza de la imaginación profética, siempre está presente la posibilidad de la vida digna y justa.
Pero ¿Cómo vivimos estas espiritualidades: ¿“muy para adentro” “muy individuales” “muy resignados”? Quizá con miedos a confrontar a nuestras propias autoridades de la iglesia, cuando nos dicen que “hay que soportar todo pues es la cruz que nos tocó llevar” (sobre todo se les dice a las mujeres, cuando en sus casas hay violencia o irresponsabilidad de sus esposos para sustentar a la familia). O con sometimiento ante las autoridades del gobierno que nos imponen su fuerza con violencia, o simplemente nos ignoran… como si no existiéramos.
Sin embargo, la espiritualidad de los primeros discípulos de Jesús involucraba todos los aspectos de la vida. Para comprender la espiritualidad bíblicamente, será necesario superar esas falsas dicotomías que nos dividen en dos segmentos: la parte espiritual, interior y ultramundana y la parte material, exterior y mundana.
La espiritualidad bíblica no consiste de una vida contemplativa en lugar de ser activa, ni del retiro en contraste con una plena participación en la sociedad. Se trata, más bien, en una participación en todas las dimensiones de la vida orientados y animados por el Espíritu de Jesús mismo. Es una espiritualidad que se teje en las diversas dimensiones de la vida: persona, familiar y eclesial, pero que trasciende hacia su compromiso social, y político, en las acciones y vida de los creyentes queda implícito el imperativo de Jesús de ser sal y luz de la tierra (Mat. 5:13-14/15-16) Pero habría más fundamentos del evangelio que nos iluminan y motivan a una espiritualidad que se mueve hacia la vida:
Una espiritualidad que sirve a los pequeños en el Reino. (Mat. 25:35-45). Jesús se identifica con los pequeños, en las necesidades humanas más básicas: tener hambre, sed, ser extranjero, estar sin ropa, enfermo o encarcelado. Amar y servir a Jesús es hacer el bien a los pequeños…con todos aquellos que sufren, a los que han sido olvidados, los que viven en desprovistos del sustento y de la protección.
Una espiritualidad con hambre y sed de justicia (Mat 5:6) y hacedora de la paz. (Mat. 5:9). Las bienaventuranzas describen el carácter del cristiano, no a muchos cristianos diferentes. Se refiere a los que ya son verdaderamente dichosos y felices. Bienaventurados son aquellos que aman a Dios y a su prójimo con todo el corazón; los que están verdaderamente centrados en Dios en lugar de en sí mismos. Los cristianos están comprometidos a tener hambre y sed de justicia en la comunidad humana en su totalidad como algo que agrada a Dios. El mundo en el que vivimos está inmerso en los conflictos. Naciones, pueblos, barrios, familias, pelean entre sí.
Los seguidores de Jesús son constructores de la paz en medio del conflicto. Ponen fin a los conflictos y buscan la reconciliación entre enemigos. Mantener la paz no es evadir los conflictos, sino a trabajar por resolverlos; los que construyen la paz no promueven o aceptan la violencia como estado natural de las relaciones humanas.
Vivir pues una espiritualidad con una esperanza activa es también resistencia y subversión, que nos permite tejernos como personas con derechos, como familias, comunidades y organizaciones que se muevan hacia una vida digna y justa. Y sobre todo, con una esperanza valiente y organizada, que no espera sentada, ni indiferente, y menos aislada, una esperanza activa es colectiva y solidaria, en movimiento, que da luz, da rumbo, proyecto y transformación a la vida en todas sus relaciones.
Tejer pues una esperanza activa es mantener el equilibrio en la práctica de una espiritualidad que proviene de la fe en Jesús -el niño de Belén, el Príncipe de Paz/ el Maestro resucitado- una espiritualidad cristiana que se mantiene con los pies en la tierra y el corazón en el cielo… que se mantiene firme en lo dicho.
Somos desafiadas/os cada día a colaborar en el Reino tejiendo una esperanza activa a través de espiritualidades que se muevan hacia la vida. A la vez somos iluminadas/os por la palabra sagrada de los otros y otras, hermanos y hermanas del camino; y con la espiritualidad profunda y desafiante de uno de nuestros hermanos -pastor y profeta- en América Latina, quien con su vida y ejemplo es testimonio fiel de tejer una esperanza activa, Don Pedro Casaldáliga:
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Yo me atengo a lo dicho:
La justicia.
A pesar de la ley y la costumbre,
a pesar del dinero y la limosna.
La humildad
para ser yo, verdadero.
La libertad,
para ser hombre.
Y la pobreza
para ser libre.
La fe, cristiana,
para andar de noche,
y, sobre todo, para andar de día.
Y, en todo caso hermanos,
yo me atengo a lo dicho:
¡La Esperanza!
(Pedro Casaldáliga/Fuego y ceniza al viento)
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