Servicio
Bíblico Latinoamericano
Semana
del 6 al 12 de Octubre de 2013 – Ciclo Cord27
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Domingo 6 de
octubre
27º domingo del Tiempo Ordinario
Bruno, fundador (a.
1101)
Beata Marie-Rose
Durocher, virgen (Canadá, a. 1849)
Hab 1,2-3; 2,2-4: El
justo vivirá por su fe
Salmo Responsorial 94: Si
hoy escuchas su voz, no endurezcas tu corazón
2 Tim 1,6-8.13-14: No te
avergüences de dar testimonio de nuestro Señor
Lc 17,5-10: Si tuvieran
fe como una semilla de mostaza…
Ofrecemos en primer lugar un comentario bíblico tradicional
El profeta
Habacuc nos pone en el contexto del diálogo entre el profeta y Dios, donde
el primero toma la iniciativa y pregunta a Dios por la raíz del mal y el
sufrimiento que lo rodea. La injusticia, la violencia y la desigualdad parecen
convertirse en la única forma de vivir de la sociedad en muchos momentos, no
sólo de la historia del pueblo de Dios, sino también de la historia de la
humanidad. La queja del profeta es clara: no hay justicia; se vive en una
violación sistemática de los derechos básicos provocados por la anomia y la
confusión de su tiempo. Sin embargo, la respuesta del Señor, ante la situación,
no se hace esperar. El Dios de la historia y la creación hace un llamado al
“justo” a la fidelidad y a la confianza. Dios se encuentra con el ser humano en
la justicia, en la resistencia pacífica y en la esperanza del ser humano en él.
En la segunda
carta a Timoteo el autor nos presenta de dónde procede el ser apóstoles del
Señor: del plan divino de la salvación de Dios. Los creyentes hoy estamos
exigidos a tomar conciencia que hemos recibido del Señor el don de la fe, de la
fortaleza y de la caridad; por tanto, este don recibido demanda una respuesta
oportuna. Ante la situación tan compleja, adversa y confusa de nuestra
situación mundial, los carismas del Espíritu del resucitado se nos dan para
dirigir a la comunidad humana con valentía y dar testimonio de la liberación y
salvación del Señor. Dichos dones recibidos de la gracia de Dios, son también,
tarea humana, y necesitan ser cultivados e incrementados constantemente para
evitar caer en el absurdo y la desesperanza.
En el texto
de Lucas vemos a los discípulos, conscientes de su poca fe, de su
incapacidad para dar su adhesión plena a Jesús y a su mensaje. Por eso le piden
que les aumente la fe. Jesús constata en realidad que tienen una fe más pequeña
que un grano de mostaza, semilla del tamaño de una cabeza de alfiler. No dan ni
siquiera el mínimo, pues con tan mínima cantidad de fe bastaría para hacer lo
imposible: arrancar de cuajo con sólo una orden una morera y tirarla al mar.
Este mínimo de fe es suficiente para poner a disposición del discípulo la
potencia de Dios.
Miro a mi alrededor y pienso que algo no
funciona. Tantos cristianos, tantos católicos, tantos colegios religiosos... Y
me pregunto: ¿Cuántos creyentes? ¿Tienen fe los cristianos, los sacerdotes y
religiosos, los obispos? ¿Tenemos fe? ¿O tenemos una serie de creencias, un
largo y complicado credo que recitamos de memoria y que poco atañe a la vida?
Las palabras de Jesús siguen resonando hoy.
“Si tuvierais fe como un grano de mostaza...” O lo que es igual: si siguierais
mi camino, si vivierais según el evangelio, tendríais la fuerza de Dios para
cambiar el sistema.
Sigo mirando a mi alrededor y veo una Iglesia
apegada a sus privilegios, que se codea con los poderes fácticos, que depende
en muchos países económicamente del Estado, capaz de echarle un pulso al poder
político y vencer, identificada con frecuencia con la derecha o el centro,
defensora a ultranza de su estatuto de religión verdadera y prioritaria.
Me vuelvo al evangelio y releo sus páginas:
“Vende todo lo que tienes y repártelo a los pobres, que Dios será tu riqueza, y
anda sígueme a mí” (Lc 18,22). “Las zorras tienen madrigueras y los pájaros
nidos, pero este hombre no tiene dónde reclinar la cabeza” (Lc 9,58). “No
andéis agobiados pensando qué vais a comer, ni por el cuerpo pensando con qué
os vais a vestir” (Lc 12,22). “Los reyes de las naciones las dominan y los que
ejercen el poder se hacen llamar bienhechores. Pero vosotros nada de eso; al
contrario, el más grande entre vosotros iguálese al más joven y el que dirige
al que sirve” (Lc 22,25-26).
Pobres, libres, sin seguridades, sin poder,
como Jesús. Sólo tiene fe quien se adhiere a este estilo de vida evangélico.
Quien no, tiene creencias, que para casi nada sirven. Y así no se puede cambiar
ni el sistema religioso ni siquiera el mundano.
Tal vez tengamos que reconocer que somos
“siervos inútiles”, pues no andamos en el sistema de la fe, sino en el del
cumplimiento de las obras de la ley, como los fariseos, que, al final, de su
trabajo tienen que considerarse “siervos inútiles”, pero no “hijos de Dios” que
es a lo que estamos llamados a ser, como ciudadanos del reino.
El evangelio de hoy no está recogido en la
serie «Un tal Jesús», pero en ella puede encontrarse varios episodios
relacionados con el contenido de ese evangelio: www.untaljesus.net
Añadimos un comentario crítico.
La palabra «fe» es polisémica, tiene
significados múltiples, que dependen del contexto de su uso. En el evangelio
que hoy leemos, es claro que aparece como sinónimo de coraje, decisión,
convicción de entrega... y «esa fe» es la que mueve montañas... o traslada
moreras, no necesariamente con una eficacia «sobrenatural», sino a veces
simplemente psicológica.
No hay que confundir ese significado de la
palabra «fe» con aquel otro que se nos inculcó en el catecismo infantil: «fe es
creer en lo que no se ve», significado dominante en el imaginario cristiano
tradicional. Confundir estos significados de la palabra nos lleva a pensar que
lo que Dios nos estaría pidiendo como prueba máxima en nuestra vida sería una
especie de «fideísmo», un creer lo que no se ve, un aceptar sin pruebas lo que
nos dice la religión, un saltar continuamente por encima de nuestra razón o de
lo que hoy nos dice la ciencia... para «creer» o dar por cierto
prioritariamente lo que dice nuestra religión (doctrina, dogmas, catecismo,
magisterio...), sin pedir razones, sin cuestionar, obedientemente, como niños,
porque sí.
Obviamente, esta confusión, tan frecuente, es
una distorsión del cristianismo, y de la religión misma, en lo que tiene de más
básico. ¿Es que Dios puede jugar al escondite con la humanidad? Es que,
supuestamente, la «prueba máxima» exigida por Dios al ser humano en esta vida,
sería «creer en la existencia de Dios», una existencia deliberadamente
auto-ocultada, para probarnos? Ésa es en definitiva la síntesis de una
tradicional concepción cristiana de la existencia, la que hemos vivido durante
casi dos milenios. Y está todavía presente en el imaginario de muchas personas,
personas que se mantienen cristianas, y personas que no aguantaron la sensación
de incredibilidad que esta visión clásica les suscita.
Es hora de matizar bien el sentido de las
palabras claves que el evangelio y la Biblia en general nos presentan. No
podemos leerlo hoy entendiéndolo como se entendía en el seno del viejo
paradigma, que todo lo entendía como obra de un Dios que habría decidido crear
al ser humano en esta vida pidiéndole caprichosamente «creer en lo que no se
ve»... Aquella concepción, aquel viejo «relato cristiano», incluso esa imagen
de un Dios que tiene esos planes sobre la humanidad, no resisten la mirada
crítica de nuestra visión de hoy. No podemos creer en un Dios así. No podemos
creer eso (es decir: nos resulta increíble, ininteligible, inverosímil
incluso); no podemos aceptar una tal cosmovisión cristiana.
Dios no juega al escondite, ni nos obliga a
jugar ese juego. Es seguro que a Dios le agrada que nos tomemos la vida en
serio, y que busquemos con ahínco la verdad, y que nos apoyemos en la ciencia,
y que hagamos continuamente hipótesis (provisionales hasta que encontremos
otras mejores y más plausibles), sin aceptar pensar que en el centro del
significado de nuestra existencia humana estuviéramos llamados simplemente a
«creer lo que no se ve», ciega e infantilmente.
La actitud de fe a la que Jesús nos llama hoy
es la del coraje de combatir la oscuridad, la valentía de buscar la verdad, y
el valor para asumir, «visto lo que podemos ver», una decisión interpretativa
sobre el mundo y lo que no se puede ver. Todo lo contrario de una actitud
infantil, ciega, cobarde, alienante... Cuando nos recomienda una actitud de fe,
lo que Jesús nos pide una actitud valiente de coraje, de atrevernos a tomar una
decisión interpretativa de la existencia, a partir de lo poco o mucho que dan
de sí nuestras actuales condiciones de conocimiento. Él también tuvo fe, no lo
veía claro, tuvo el coraje de tomar una posición existencial positiva y
creativa ante las oscuridades que rodean el mundo y nuestras vidas personales.
Para la
revisión de vida
-El justo
vivirá por la fe... ¿Puedo decir yo lo mismo de mí mismo? ¿Es la fe el
principio que realmente orienta mi vida? ¿Soy en verdad una persona "de
fe", de coraje, de valor?
-¿He hecho lo que tenía que hacer? ¿Se me debe agradecer lo
que he hecho? ¿Tengo simplicidad de corazón, o necesito continuamente estar
recibiendo alabanzas o gratitud de los demás?
Para la
reunión de grupo
-
Si el justo vivirá por la fe... analicemos: qué
porcentaje de nuestra propia vida estamos conduciéndola así por una decisión
personal ante el misterio de la existencia, de forma que si perdiéramos esa fe
inmediatamente nos conduciríamos de otro modo? Si ese porcentaje es pequeño,
significa que no es muy grande el coraje de mi fe.
-
En qué situaciones del mundo de hoy el cristiano
consecuente debería ir a contracorriente, fiado en su fe y no en lo que es
usual en la sociedad actual?
-
«El Señor dijo: Si tuvieran fe como una semilla de
mostaza, dirían a esta morera: Arráncate de raíz y plántate en el mar, y les
obedecería»... ¿Cómo leemos esto hoy? ¿Alguna vez lo hemos entendido
literalmente? ¿Es posible que por mucha fe que tenga una persona, pueda arrancar
una morera con un acto de fe? ¿Por qué hoy no podemos entender esto
literalmente? ¿Por qué hoy no creemos en milagros físicos? ¿Será que tenemos
todavía en nuestra mente una visión premoderna de la realidad, como dividida en
dos pisos, pensando que desde el piso superior Dios puede actuar sobre el
nuestro...? Si esta temática no estuviera clara en la comunidad o grupo de
estudio, podría ser bueno organizar un curso o cursillo sobre el paradigma
moderno. Un libro que podría servir de texto base sería Otro cristianismo es
posible, de Roger Lenaers sj, de editorial Abyayala, colección Tiempo Axial
(tiempoaxialorg), disponible en http://2006.atrio.org/?page_id=1616
Para la
oración de los fieles
-
Para que sea la fe el principio que organice, anime
e impulse nuestra vida, roguemos al Señor.
-
Para que vivamos nuestro cristianismo como un
seguimiento de Jesús: creer como él, afrontar la vida y la historia como él,
ser en verdad discípulos suyos...
-
Para que demos nuestra contribución al Reino de Dios
con entusiasmo, con pasión y, a la vez, con complicidad y humildad, conscientes
de que ese trabajo es simplemente "lo que debemos hacer"...
-
Para que el Señor nos dé la humildad de los que
"hacen lo que deben" sin sentirse importantes ni dignos de
agradecimiento...
-
Para que sean muchos los jóvenes que, con
simplicidad y humildad, se sientan llamados a un servicio total y
desinteresado...
Oración
comunitaria
• Dios, Padre
Nuestro, que en Jesús nos has mostrado el camino heroico del servicio y la
entrega sin ostentación ni exigencias; haz que nosotros, con motivos mucho
mayores, seamos humildes, sencillos y fraternales, sin reclamar nunca honores,
reconocimientos ni agradecimientos. Por Jesucristo Nuestro Señor.
• Oh Dios, Misterio insondable que nos rodea y envuelve,
dentro del cual nos movemos sin poder captarlo ni observarlo desde fuera, como
«ob-jeto»... Aceptamos agradecidos esta participación, este ser parte del todo
del misterio. Asumimos con gozo nuestra condición, y renovamos con coraje
nuestra decisión de vivir lo más coherentemente posible con nuestra propia
condición divina, en la que nos has dado la gracia de participar. Acoge nuestro
gozo, y esta manera personalizada de expresártelo. Tú que vives y haces vivir,
porque eres la misma Vida-Energía sin principio ni fin. Amén.
Lunes 7 de octubre
Nuestra Señora del
Rosario
Jon 1,1–2,1-11: Se
levantó Jonás para huir lejos del Señor
Interleccional Jon 2,3-8:
Sacaste mi vida de la fosa, Señor
Lc 10,25-37: ¿Quién es mi
prójimo?
Estamos ante una lectura que, cada vez que la escuchamos, toca la
sensibilidad de nuestro corazón. Esta parábola nos sitúa ante una pregunta
fundamental: “¿Y quién es mi prójimo?”. Cuatro personajes están en el camino de
Jerusalén a Jericó. Uno sin nombre, que se debate entre la vida y la muerte.
Dos representantes del sistema religioso de la capital y otro, de procedencia
samaritana. Sus actitudes ante el hombre medio muerto hablan por sí solas y
revelan en profundidad la calidad humana que anida en sus corazones. El
sacerdote y el levita ven al herido y pasan de largo. El samaritano, en cambio,
lo ve y se compadece. Lucas nos muestra en detalle la actitud del samaritano,
sobre quien pesaban muchos prejuicios negativos. En el sentimiento de compasión
es donde se diferencian los personajes religiosos y el samaritano. Todos pueden
ver al hombre caído, pero no todos se ponen en su lugar. El samaritano sana y
venda las heridas, monta al herido en su cabalgadura, lo conduce a la posada y
cuida de él. Asume los gastos, invita al posadero, y nos invita también a las
comunidades y a los creyentes de hoy a cuidar la vida amenazada de nuestro
prójimo.
Martes 8 de
Octubre
Demetrio de
Tesalónica, diácono y mártir (a. 306)
Jon 3,1-10: Los ninivitas
se convirtieron de su mala vida, y Dios se compadeció
Salmo responsorial 129:
Si llevas cuentas de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?
Lc 10,38-42: Marta lo
recibió en su casa. María escogió la mejor parte
El episodio de Jesús en casa de Marta pone de manifiesto la
inconveniencia de dejar que se enrede nuestra vida en demasiadas
preocupaciones. La lectura nos sitúa en el nivel de la vida y las relaciones
cotidianas de dos hermanas que actúan con Jesús de modo diferente. A Marta le
absorben los quehaceres domésticos de la casa, como puede sucederle a muchos
hombres y mujeres hoy en nuestras comunidades y en nuestras parroquias. En
cambio, María asume el camino de discípula, que, poniéndose a los pies de
Jesús, expresa su deseo de seguirle y de escuchar su palabra. María hizo la
mejor elección. Jesús no subvalora la labor de Marta. Con Jesús incluso habría
que recriminar a quienes no valoran el trabajo arduo y abnegado de las mujeres
en la dirección de sus hogares y a quienes consideran su trabajo como inferior
y de menor valor al de otras personas. Pero queda de manifiesto que, como
cristianos, el discipulado es como una carta de navegación que debe orientar
por el buen camino todo lo que hagamos o digamos. Con Marta miremos hacia María
para aprender que, a los pies de Jesús, comienza nuestro discipulado al
servicio de la familia y de la sociedad.
Miércoles 9 de
octubre
Juan Leonardi,
sacerdote y fundador (a. 1609)
Héctor Valdivielso
Sáez, mártir (Argentina, a. 1934)
Luis Beltrán,
misionero (Colombia, a. 1581)
Jon 4,1-11: ¿No voy a
sentir la suerte de Nínive, la gran ciudad?
Salmo responsorial 85:
Tú, Señor, eres lento a la cólera, rico en piedad
Lc 11,1-4: Señor,
enséñanos a orar
El Padrenuestro es la
oración por excelencia. Los discípulos habían visto muchas veces a Jesús que se
apartaba a orar. Sabían también que Juan el Bautista enseñaba la oración a sus
seguidores y tuvieron conciencia de la necesidad de aprender a orar. La oración
implica un aprendizaje y una actitud de disposición, para que no se quede ni en
una mera repetición de palabras ni distante de la vida cotidiana. La oración
supone entrar en diálogo y comunión con Dios, pero no en las nubes, sino en la
realidad concreta donde puede acontecer la llegada de su Reino. Mediante la
oración, reconocemos la santidad y el amor de Dios, entramos en comunión con
los hermanos y tomamos conciencia del valor de nuestras necesidades vitales. El
“pan nuestro de cada día” se torna en
el signo de la manifestación de Dios, en el alimento que nos fortalece, en el
pan de la vida. No obstante, muchas veces torcemos el querer de Dios,
acaparando el alimento, negándolo a quienes lo necesitan para vivir. Y ese es
un pecado por el que pedimos perdón y perdonamos a quienes nos han ofendido. –
Rezar el Padrenuestro es disponernos a anticipar el Reino de Dios en estos
tiempos.
Jueves 10 de
octubre
Tomás de Villanueva,
obispo (a. 1555)
Mal 3,13-20ª: Miren que
llega el día, ardiente como un horno
Salmo responsorial 1:
Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor
Lc 11,5-13: Pidan y se
les dará
Continuando la lectura de ayer, la oración se ofrece a Dios como una
petición de lo que nos hace ser hijos e hijas en dignidad. Tomando ejemplos de
lo que comúnmente ocurre en la vida, Jesús profundiza sobre el contenido de la
oración. En nuestra vida normal las peticiones se conceden o por amistad o por
obligación, con agrado de hacerlo o a regañadientes como el padre de los niños.
Las imágenes del pan, el pescado y el huevo contrastan con las de la piedra, la
culebra y el escorpión. El amor del padre biológico, aún en sus límites y
estrecheces, sabe dar lo mejor a sus hijos e hijas. ¡Cuanto más el Padre del
cielo dará lo que necesitamos para vivir! Llama la atención que las peticiones
están conectadas con los alimentos materiales, que simbolizan también el
alimento espiritual que concede el Espíritu Santo. El Evangelio propone una
oración cristiana con criterios reales, vitales y espirituales, mediante los
cuales podamos responder acertadamente a las necesidades vitales de nuestros
hermanos y hermanas. Las peticiones o necesidades humanas que reciben como
respuesta la piedra, la culebra o el escorpión de la corrupción, la desigualdad
y la violencia, no están en el camino de Jesús.
Viernes 11 de
octubre
María Soledad Torres,
fundadora (a. 1887)
Beato Juan XXIII,
papa (a. 1963)
Jl 1,13-15; 2,1-2: El día
del Señor, día de oscuridad y tinieblas
Salmo responsorial 9: El
Señor juzgará el orbe con justicia
Lc 11,15-26: Si yo echo
los demonios es que el reino de Dios ha llegado a ustedes
En la mentalidad del
tiempo de Jesús, los demonios representaban los poderes del mal que actuaban
sobre las personas. Se creía que había un jefe de los demonios. Jesús actúa con
el poder de Dios, pero frente al origen de su poder había opiniones muy divididas.
Es verdad que, en medio de las divisiones, difícilmente se construye el bien.
Hay un dicho muy frecuente: “Divide y vencerás”. Jesús advierte claramente esta
situación y nos orienta en el sentido de que el mal no actúa contra sí mismo,
sino contra el bien. Ante la fuerza destructora de los poderes del mal, Jesús
nos invita a definirnos, o a favor o en contra de su proyecto. No hay término
medio. O estamos con él o contra él. No caminar con Jesús significa quedar a
merced de las fuerzas que se oponen al bien. Esto explica su sentencia “el que no recoge conmigo desparrama”. La
llegada del Reino de Dios se manifiesta en que Jesús expulsa y vence las
fuerzas y los espíritus que obran negativamente sobre la vida de las personas.
– Desde nuestras familias o comunidades estamos ayudando a Jesús para combatir
las fuerzas del mal, que luchan por apoderarse del mundo.
Sábado 12 de
octubre
Nuestra Señora de
Aparecida (Brasil)
Nuestra Señora del
Pilar
Jl 4,12-21: Mano a la
hoz; madura está la mies
Salmo responsorial 96:
Alégrense, justos, con el Señor
Lc 11,27-28: Dichosos los
que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen.
El evangelio da a la escucha de la Palabra de Dios la categoría de
Bienaventuranza. Sin embargo, no basta con la sola escucha de la Palabra. Lo
importante es cumplirla, ponerla en práctica, de modo que se vean sus frutos.
Dos exclamaciones expresan el evento feliz de la Palabra. La expresión de la
mujer que alzó la voz de entre la multitud encarna, en la vida de las personas
creyentes, el testimonio de la Virgen María que fue la primera en acoger la
Palabra de Dios y hacerla vida. Pero Jesús lanza más allá de sí mismo el
alcance poderoso de la Palabra de Dios, haciendo partícipe de esta dicha a
quien disponga sus oídos para escucharla y su vida para cumplirla. – Es hermoso
que en este día podamos disponer de una celebración con motivo de los frutos
que ha generado en nuestras vidas la escucha y la práctica de la Palabra; que
podamos sentir y expresar nuestros sentimientos como aquella mujer de la
multitud, y como Jesús, cuando nos sentimos encantados, apasionados y
enamorados de la Palabra de Dios; que podamos sentirnos felices y dichosos
porque el Espíritu, a través de la Palabra, ha obrado maravillas en la
comunidad eclesial de creyentes.
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