2013-12-28

Anav2_Mt 2,13-15.19-23: Toma al niño y a su madre, y huye a Egipto

Servicio Bíblico Latinoamericano
Domingo 29 de diciembre de 2013
La Sagrada Familia de Nazaret
Tomás Becker, obispo y mártir (a. 1170)

Eclo 3,2-6.12-14: El que teme al Señor honra a sus padres
Salmo Responsorial 127: Dichoso el que respeta al Señor y sigue sus caminos
Col 3,12-21: Sopórtense y perdónense mutuamente
Mt 2,13-15.19-23: Toma al niño y a su madre, y huye a Egipto




En medio del tiempo de Navidad la Iglesia fija nuestra atención en una realidad muy humana de la vida de Jesús: como todo ser humano Él contó con una familia que lo crió. Tuvo un padre y una madre humanos, un ambiente vital en el que se levantó hasta llegar a ser un adulto, que lo modeló y preparó para realizar su misión.
La primera lectura está tomada del libro de Ben Sirá o “Sirácida” (llamado antiguamente “Eclesiástico”. Se prefieren ahora estas designaciones para evitar la confusión muy frecuente con el libro del Eclesiastés o “Qohélet), que pertenece al grupo de los libros sapienciales del Antiguo Testamento. En él se nos brindan enseñanzas para saber vivir en la presencia de Dios y en la comunidad humana. Muchas de dichas enseñanzas tienen que ver con la familia. Seguramente Jesús amó, respetó y obedeció a sus padres como se nos enseña en la lectura. La mayor parte de su vida la pasó en compañía de los suyos, aunque no sabemos casi nada de las circunstancias de ese período de su vida que llamamos “vida oculta”. Los judíos en la época de Jesús, y muchos de los pueblos primitivos, no conocían, ni conocen, las actuales dificultades y crisis por las que atraviesa en nuestra época la institución familiar. Lo normal era que la familia permaneciera unida, que los vínculos entre sus miembros fueran muy estrechos y positivos. Es cierto que entre los judíos existía el divorcio, a favor del varón, y que la mujer estaba completamente sometida a la voluntad de su padre mientras era soltera y de su esposo cuando se casaba; pero esto se vivía con naturalidad, pues no existían los criterios y movimientos de autonomía femenina que existen en nuestra época, ni los juicios de “machismo” o “sexismo” para ciertas actitudes, como tenemos hoy. Otra cosa muy distinta es la actitud de Jesús frente a su familia una vez comenzada su misión. Sabemos por los evangelios que abandonó su casa, que no formó una familia propia sino que se dedicó por entero a su vocación de proclamar la Buena Noticia; que cuando su familia intentó ponerle alguna traba, recordándole quizá sus obligaciones, Jesús reaccionó con independencia soberana. No obstante todo eso, el evangelista san Juan nos presenta a la madre de Jesús al pie de la cruz, y san Lucas la coloca claramente entre los miembros de la Iglesia naciente.

El pasaje de la carta paulina a los Colosenses es una exhortación a la vida de amor en el seno de una comunidad cristiana. Si Dios nos amó y nos perdonó en Jesucristo, también nosotros debemos amarnos y perdonarnos los unos a los otros. La Iglesia es como una gran familia que vive en la presencia del padre Dios con los sentimientos tan elevados y nobles que San Pablo enumera en su carta: misericordia entrañable, bondad, humildad, dulzura, comprensión, perdón mutuo, paz... Se nos llega a decir que somos un solo cuerpo y que Cristo es como el árbitro en nuestro corazón.
Obviamente, los textos neotestamentarios nos trasladan el modelo de familia propio del tiempo, si es que se pudiera decir que sólo hubo un modelo... Hoy, como ayer, no tenemos un único modelo de familia, existen diversas formas que unas veces funcionan y otras no. Pero los valores cristianos, los valores del Reino, se pueden vivir en cualquier tipo de familia; es algo que sabemos muy bien. El tema de los modelos de familia es actualmente el centro de un debate, pluridisciplinar, en el que la teología y la moral cristiana no pueden imponer su opinión sobre la sociedad. Es cierto que para la tradición, el actual debate sobre los modelos de familia representa una auténtica revolución. Pero más allá de la sorpresa y del desconcierto, debemos confiar en que la humanidad encontrará su discernimiento adecuado. Mientras, el respeto a los demás, la humildad, y la colaboración positiva, será nuestro mejor aporte como cristianos a este problema que debe resolver la sociedad, la Humanidad, no las decisiones autoritarias de las instituciones religiosas.

En el evangelio de San Mateo se nos presenta un momento concreto de la vida de la sagrada familia: el de su huida a Egipto para evitar la persecución desatada por Herodes. ¿Acaso no debemos admirar la valentía, la solicitud y la prudencia con que José cumple las instrucciones del ángel, y la docilidad de María, según este bienintencionado relato? ¿Acaso no es el pasaje un símbolo de la providencia paternal de Dios sobre estos humildes esposos, a los cuales ha confiado los primeros pasos de su enviado? José buscó para los suyos, siguiendo las inspiraciones divinas, un lugar tranquilo y seguro, en donde pudieran vivir honestamente, dedicados a sus humildes oficios, en la paz doméstica. Por todo esto la Iglesia propone a las familias cristianas este ejemplo: el de la sagrada familia de Nazaret, en la que seguramente se daban las virtudes de que se nos habla en las dos primeras lecturas.
Mirando un poco más allá del cuadro idílico de la casa de Nazaret, podemos hacernos esta reflexión: la familia no fue para Jesús un obstáculo a la hora de emprender su tarea salvadora. Seguramente María sintió la separación de su hijo. Como toda madre hubiera querido retenerlo junto a la seguridad de su amor. Pero, como toda madre consciente, comprendió que su hijo debía ser él mismo, debía encontrar el sentido y la meta de su existencia, y a este deber ella se plegó humilde y amorosamente, ella que sabía de escuchar la Palabra y acogerla en el corazón.

El evangelio de hoy es dramatizado en el capítulo 137, «Perdidos en el Templo», de la serie «Un tal Jesús», de los hnos. López Vigil. El guión y su comentario pueden ser tomados de aquí: http://www.untaljesus.net/texesp.php?id=1600137 Puede ser escuchado aquí: http://www.untaljesus.net/audios/cap137b.mp3 

Para la revisión de vida

          No hay un único modelo de familia cristiana, y en cualquier tipo humano de familia se puede vivir según el espíritu cristiano; eso es algo que lo sabemos muy bien; pero, sea del tipo que sea mi familia, ¿trato de vivir en ella los valores evangélicos? ¿Cómo? ¿Qué espera más de mí mi familia?

Para la reunión de grupo

-                 El quinto mandamiento del Decálogo corresponde con nuestro cuarto mandamiento, y reza así: “Honra a tu padre y a tu madre”. ¿Es un mandamiento judío, o cristiano? Por otra parte, ¿sería un mandamiento «revelado» o «natural»? ¿Por qué?
-                 San Pablo no nos propone nada específica y originalmente cristiano sobre cómo ser cristiano en casa; nos propone una ética familiar llena de lógica sensata y entrañablemente humana. ¿Es que no hay una «ética o moral cristiana de la familia»? ¿Por qué?
-                 ¿Hay un «modelo cristiano» de familia? ¿En qué sentido?
-                 El Evangelio, ¿nos da una lista de valores que podríamos calificar como propios de una familia cristiana o, simplemente, nos invita a que nuestra familia esté abierta a Dios para que acojamos confiadamente su palabra y su plan en nuestras vidas?
-                 La moral cristiana sobre la familia ¿debe estar recogida en la legislación civil? ¿Por qué? Repasemos el caso del divorcio, por ejemplo. (Abordar otros casos, si da tiempo).

Para la oración de los fieles

-                 Por toda la Humanidad, para que los cristianos colaboremos a hacer de ella una verdadera familia en la que no haya discriminaciones sino que reinen la justicia, el amor y la fraternidad. Oremos.
-                 Por todos cristianos, para que seamos solidarios en la tarea de hacer de este mundo una única familia humana llena de paz y fraternidad. Oremos.
-                 Para que ayudemos a construir una sociedad que ayude a las familias a vivir el amor, sin imponer un modelo único de familia, ni siquiera «el modelo cristiano»...
-                 Por las familias cristianas, para que estén abiertas a todas las transformaciones positivas que vive hoy la institución familiar. Oremos.
-                 Por las familias rotas, los hijos que sufren las consecuencias de una separación, los que estén alejados de sus familias, los que no aciertan a saber convivir con los suyos. Oremos.
-                 Por las familias sin vivienda, sin trabajo, emigrantes. Oremos.
-                 Por nuestras familias, para que vivamos en coherencia con nuestra fe, trabajando por el Reino. Oremos.

Oración comunitaria

          Dios, Padre nuestro, que en la Sagrada Familia nos enseñas cómo hemos de buscar siempre y por encima de todo tu voluntad; enséñanos a parecernos a ella para que, unidos por los lazos del respeto, la comprensión y el amor, trabajemos siempre por tu Reino. Por Jesucristo.
          O bien:
          Oh Dios, Padre, Madre, Amante, Amigo, Amiga... Familia primordial, origen fontal del Ser, raíz última de la Realidad... Tú, Misterio inefable que no eres encuadrable en nuestras categorías familiares, danos tu Luz y tu Fuerza para que nos ayuden a vivir según tu mismo Amor, con libertad y creatividad. Nosotros te lo pedimos por Jesús, hijo tuyo y hermano nuestro.

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