Servicio Bíblico Latinoamericano
Domingo 29 de diciembre de 2013
La Sagrada Familia de Nazaret
Tomás Becker, obispo y mártir (a. 1170)
Eclo 3,2-6.12-14: El que teme al Señor honra a sus
padres
Salmo Responsorial 127: Dichoso el que respeta al
Señor y sigue sus caminos
Col 3,12-21: Sopórtense y perdónense mutuamente
Mt 2,13-15.19-23: Toma al niño y a su madre, y
huye a Egipto
En medio del tiempo de Navidad la Iglesia fija
nuestra atención en una realidad muy humana de la vida de Jesús: como todo ser
humano Él contó con una familia que lo crió. Tuvo un padre y una madre humanos,
un ambiente vital en el que se levantó hasta llegar a ser un adulto, que lo
modeló y preparó para realizar su misión.
La primera lectura está
tomada del libro de Ben Sirá o “Sirácida” (llamado antiguamente “Eclesiástico”.
Se prefieren ahora estas designaciones para evitar la confusión muy frecuente
con el libro del Eclesiastés o “Qohélet), que pertenece al grupo de los libros
sapienciales del Antiguo Testamento. En él se nos brindan enseñanzas para saber
vivir en la presencia de Dios y en la comunidad humana. Muchas de dichas
enseñanzas tienen que ver con la familia. Seguramente Jesús amó, respetó y
obedeció a sus padres como se nos enseña en la lectura. La mayor parte de su
vida la pasó en compañía de los suyos, aunque no sabemos casi nada de las
circunstancias de ese período de su vida que llamamos “vida oculta”. Los judíos
en la época de Jesús, y muchos de los pueblos primitivos, no conocían, ni
conocen, las actuales dificultades y crisis por las que atraviesa en nuestra
época la institución familiar. Lo normal era que la familia permaneciera unida,
que los vínculos entre sus miembros fueran muy estrechos y positivos. Es cierto
que entre los judíos existía el divorcio, a favor del varón, y que la mujer
estaba completamente sometida a la voluntad de su padre mientras era soltera y
de su esposo cuando se casaba; pero esto se vivía con naturalidad, pues no
existían los criterios y movimientos de autonomía femenina que existen en
nuestra época, ni los juicios de “machismo” o “sexismo” para ciertas actitudes,
como tenemos hoy. Otra cosa muy distinta es la actitud de Jesús frente a su
familia una vez comenzada su misión. Sabemos por los evangelios que abandonó su
casa, que no formó una familia propia sino que se dedicó por entero a su
vocación de proclamar la Buena Noticia; que cuando su familia intentó ponerle
alguna traba, recordándole quizá sus obligaciones, Jesús reaccionó con
independencia soberana. No obstante todo eso, el evangelista san Juan nos
presenta a la madre de Jesús al pie de la cruz, y san Lucas la coloca
claramente entre los miembros de la Iglesia naciente.
El pasaje de la carta paulina a
los Colosenses es una exhortación a la vida de amor en el seno de una
comunidad cristiana. Si Dios nos amó y nos perdonó en Jesucristo, también
nosotros debemos amarnos y perdonarnos los unos a los otros. La Iglesia es como
una gran familia que vive en la presencia del padre Dios con los sentimientos
tan elevados y nobles que San Pablo enumera en su carta: misericordia entrañable,
bondad, humildad, dulzura, comprensión, perdón mutuo, paz... Se nos llega a
decir que somos un solo cuerpo y que Cristo es como el árbitro en nuestro
corazón.
Obviamente, los textos neotestamentarios nos trasladan el modelo de
familia propio del tiempo, si es que se pudiera decir que sólo hubo un
modelo... Hoy, como ayer, no tenemos un único modelo de familia, existen diversas
formas que unas veces funcionan y otras no. Pero los valores cristianos, los
valores del Reino, se pueden vivir en cualquier tipo de familia; es algo que
sabemos muy bien. El tema de los modelos de familia es actualmente el centro de
un debate, pluridisciplinar, en el que la teología y la moral cristiana no
pueden imponer su opinión sobre la sociedad. Es cierto que para la tradición,
el actual debate sobre los modelos de familia representa una auténtica
revolución. Pero más allá de la sorpresa y del desconcierto, debemos confiar en
que la humanidad encontrará su discernimiento adecuado. Mientras, el respeto a
los demás, la humildad, y la colaboración positiva, será nuestro mejor aporte
como cristianos a este problema que debe resolver la sociedad, la Humanidad, no
las decisiones autoritarias de las instituciones religiosas.
En el evangelio de San Mateo
se nos presenta un momento concreto de la vida de la sagrada familia: el de su
huida a Egipto para evitar la persecución desatada por Herodes. ¿Acaso no
debemos admirar la valentía, la solicitud y la prudencia con que José cumple
las instrucciones del ángel, y la docilidad de María, según este
bienintencionado relato? ¿Acaso no es el pasaje un símbolo de la providencia
paternal de Dios sobre estos humildes esposos, a los cuales ha confiado los
primeros pasos de su enviado? José buscó para los suyos, siguiendo las
inspiraciones divinas, un lugar tranquilo y seguro, en donde pudieran vivir
honestamente, dedicados a sus humildes oficios, en la paz doméstica. Por todo
esto la Iglesia propone a las familias cristianas este ejemplo: el de la
sagrada familia de Nazaret, en la que seguramente se daban las virtudes de que
se nos habla en las dos primeras lecturas.
Mirando un poco más allá del cuadro idílico de la casa de Nazaret,
podemos hacernos esta reflexión: la familia no fue para Jesús un obstáculo a la
hora de emprender su tarea salvadora. Seguramente María sintió la separación de
su hijo. Como toda madre hubiera querido retenerlo junto a la seguridad de su
amor. Pero, como toda madre consciente, comprendió que su hijo debía ser él
mismo, debía encontrar el sentido y la meta de su existencia, y a este deber
ella se plegó humilde y amorosamente, ella que sabía de escuchar la Palabra y
acogerla en el corazón.
El evangelio de hoy es
dramatizado en el capítulo 137, «Perdidos en el Templo», de la serie «Un tal
Jesús», de los hnos. López Vigil. El guión y su comentario pueden ser tomados
de aquí: http://www.untaljesus.net/texesp.php?id=1600137
Puede ser escuchado aquí: http://www.untaljesus.net/audios/cap137b.mp3
Para la revisión de vida
No hay un único modelo de familia cristiana,
y en cualquier tipo humano de familia se puede vivir según el espíritu
cristiano; eso es algo que lo sabemos muy bien; pero, sea del tipo que sea mi
familia, ¿trato de vivir en ella los valores evangélicos? ¿Cómo? ¿Qué espera
más de mí mi familia?
Para la reunión de grupo
-
El quinto mandamiento del Decálogo corresponde con nuestro cuarto
mandamiento, y reza así: “Honra a tu padre y a tu madre”. ¿Es un mandamiento
judío, o cristiano? Por otra parte, ¿sería un mandamiento «revelado» o
«natural»? ¿Por qué?
-
San Pablo no nos propone nada específica y originalmente cristiano
sobre cómo ser cristiano en casa; nos propone una ética familiar llena de
lógica sensata y entrañablemente humana. ¿Es que no hay una «ética o moral
cristiana de la familia»? ¿Por qué?
-
¿Hay un «modelo cristiano» de familia? ¿En qué sentido?
-
El Evangelio, ¿nos da una lista de valores que podríamos calificar
como propios de una familia cristiana o, simplemente, nos invita a que nuestra
familia esté abierta a Dios para que acojamos confiadamente su palabra y su
plan en nuestras vidas?
-
La moral cristiana sobre la familia ¿debe estar recogida en la
legislación civil? ¿Por qué? Repasemos el caso del divorcio, por ejemplo.
(Abordar otros casos, si da tiempo).
Para la oración de los fieles
-
Por toda la Humanidad, para que los cristianos colaboremos a hacer de
ella una verdadera familia en la que no haya discriminaciones sino que reinen
la justicia, el amor y la fraternidad. Oremos.
-
Por todos cristianos, para que seamos solidarios en la tarea de hacer
de este mundo una única familia humana llena de paz y fraternidad. Oremos.
-
Para que ayudemos a construir una sociedad que ayude a las familias a
vivir el amor, sin imponer un modelo único de familia, ni siquiera «el modelo
cristiano»...
-
Por las familias cristianas, para que estén abiertas a todas las
transformaciones positivas que vive hoy la institución familiar. Oremos.
-
Por las familias rotas, los hijos que sufren las consecuencias de una
separación, los que estén alejados de sus familias, los que no aciertan a saber
convivir con los suyos. Oremos.
-
Por las familias sin vivienda, sin trabajo, emigrantes. Oremos.
-
Por nuestras familias, para que vivamos en coherencia con nuestra fe,
trabajando por el Reino. Oremos.
Oración comunitaria
Dios, Padre nuestro, que en la Sagrada
Familia nos enseñas cómo hemos de buscar siempre y por encima de todo tu
voluntad; enséñanos a parecernos a ella para que, unidos por los lazos del
respeto, la comprensión y el amor, trabajemos siempre por tu Reino. Por
Jesucristo.
O
bien:
Oh
Dios, Padre, Madre, Amante, Amigo, Amiga... Familia primordial, origen fontal
del Ser, raíz última de la Realidad... Tú, Misterio inefable que no eres
encuadrable en nuestras categorías familiares, danos tu Luz y tu Fuerza para
que nos ayuden a vivir según tu mismo Amor, con libertad y creatividad.
Nosotros te lo pedimos por Jesús, hijo tuyo y hermano nuestro.
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