Jesús y la
mujer
Acua03_Cosme, Jn 4:5-42
La
liturgia de hoy rompe esquemas al presentarnos hoy un texto del Evangelio de
San Juan, dejando de lado el Evangelio de San Mateo, propio de este ciclo.
Es
notable el encuentro de Jesús con una mujer, samaritana y de conducta dudosa según
los criterios de la época. Jesús fatigado y sediento, sin ningún reparo el pide
de beber a la mujer samaritana. Ante el rechazo de la mujer Jesús le ofrece
agua viva. Surge el problema sobre el lugar del culto verdadero y Jesús le
aclara que el culto a Dios no está condicionado a un lugar específico, pero que
los verdaderos adoradores han de adorar a Dios en espíritu y en verdad. Le
declara que el Mesías no es alguien que tenga una apariencia de grandeza, sino
que es aquel peregrino cansado y sediento.
Como
resultado de aquel encuentro, por el trato recibido de Jesús, la mujer se
convierte en una persona que habla de Jesús a todo el pueblo.
En
los Evangelios vemos a Jesús frecuentemente rodeado de mujeres: amigas
entrañables como María Magdalena o las hermanas Marta y María de Betania;
seguidoras fieles como Juana, Susana "y otras muchas": Mujeres
enfermas y prostitutas de aldea que se acercan... De ningún profeta se dice
algo parecido. ¿Qué encontraban en él las mujeres? La respuesta que ofrecen los
relatos evangélicos es clara.
Jesús
las mira con ojos diferentes. Las trata con una ternura desconocida, defiende
su dignidad, las acoge como discípulas. Nadie las había tratado así. La gente
las veía como fuente de impureza ritual. Rompiendo tabúes y prejuicios, Jesús
se acerca a ellas sin temor alguno, las acepta a su mesa y hasta se deja
acariciar por una prostituta agradecida.
¿Podríamos decir
entonces que el desarrollo integral de las mujeres es también una de las
grandes preocupaciones de los cristianos?
Sabemos
que la historia no siempre lo corrobora. Es más, durante siglos y aún hoy, las
mujeres han sido discriminadas en la Iglesia y en las sociedades que se
reconocían cristianas. Sin embargo, "El cristianismo puede aportar un
profundo sentido de la justicia y de la dignidad de la mujer y el inmenso
caudal de creatividad y energía ética y espiritual que proporciona una
experiencia religiosa auténtica.
Togo (país del Africa subsahariana) no es de los países con
mayor Índice de desigualdad de género, pero sí, el país con mayor diferencia de
género en Educación Secundaria (15,3 % de mujeres frente a 45,1 % de hombres
que han terminado este nivel educativo). La pronta incorporación de las niñas y
adolescentes a las tareas domésticas, junto con los matrimonios precoces,
contribuyen a esta desigualdad.
El
encuentro que tenemos cada semana con Jesús, el que dignifica a la mujer nos
tiene que llevar a valorar y respetar a toda mujer sin discriminación de raza,
credo o estado civil,
El
encuentro que tenemos cada semana con Jesús, el que dignifica a la mujer nos
tiene que llevar a apoyar a todas las mujeres para que vivan con dignidad y de
modo particular a enfrentar la escasez de agua.
El
encuentro que tenemos cada semana con Jesús, el que dignifica a la mujer nos
tiene que llevar a brindar apoyo a las organizaciones que promueven el
desarrollo integral de la mujer.
En
nuestra oración, hoy tenemos presentes a todas las mujeres del mundo que sufren
algún tipo de discriminación y, especialmente, a las mujeres de Togo.
Marzo
22 2014
Cosme
Carlos Ríos
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