Servicio Bíblico Latinoamericano
Domingo 4 de enero de 2015 - Ciclo B
Fiesta de la Epifanía del Señor
Rigoberto, Yolanda
Is 60,1-6: La gloria del Señor amanece sobre ti
Salmo 71: Que te adoren, Señor, todos los pueblos
Ef 3,2-3a.5-6: Ahora ha sido revelado que también
los gentiles son coherederos
Mt 2,1-12: Venimos de Oriente para adorar al Rey
La época en
que se escribe esta parte del libro del profeta Isaías (Tercer Isaías)
corresponde a la restauración, es decir, al regreso a Jerusalén de los
exiliados en Babilonia, regreso a la gran ciudad de Dios. Cuando este grupo de
exiliados llegó a Israel encontró sus ciudades destruidas, sus campos
abandonados o apropiados por otras familias, las murallas derruidas y el
templo, el lugar donde Yahvé habitaba, incendiado. Esta dramática realidad los
desanimó completamente, centrando sus esperanzas y sus motivaciones únicamente
en la reconstrucción de sus viviendas y sus campos, dejando de lado la
restauración del templo y, con ello, la confianza en la venida gloriosa de
Yahvé, quien traería para Israel la salvación plena en la misma historia.
Isaías anima la fe de su pueblo, los invita a poner nuevamente su fe y su
corazón en la fuerza salvífica de Yahvé, quien traerá la paz y la justicia a su
pueblo, por ello Jerusalén será una ciudad radiante, llena de luz, en donde la
presencia de Dios como rey hará de ella una nación grande, ante cuya presencia
se postrarán todos los pueblos de la tierra. El profeta manifiesta con esta
gran revelación que Dios es quien dará inicio a una nueva época para Israel,
una época donde reinará la luz de Dios y serán destruidas todas las fuerzas del
mal, pues Dios se hace presente en Israel y ya más nadie podrá hacerle daño.
Esta visión profética posee una comprensión muy reducida de la acción
salvífica de Dios, ya que es asumida como una promesa que se cumplirá en
beneficio única y exclusivamente del pueblo de Israel y no de toda la tierra.
Pablo, a través de la carta a los Efesios, ampliará esa comprensión,
afirmando que la salvación venida por Dios, a través de Jesús, es para “todos”,
judíos y paganos. El plan de Dios, según Pablo, consiste en formar un solo
pueblo, una sola comunidad creyente, un solo cuerpo, una sola Iglesia, un
organismo vivo capaz de comunicar a toda la creación la vida y la salvación
otorgada por Dios. La carta a los Efesios expresa que el misterio recibido por
Pablo consiste en que la Buena Nueva de Cristo se hace efectiva también en los
paganos, ellos son coherederos y miembros de ese mismo Cuerpo; esto significa
que Dios se ha querido revelar a toda la humanidad, actúa en todos, salva a
todos, reconcilia a todos sin excepción.
El evangelio que leemos hoy, en la Fiesta de la «Epi-fanía»,
confirma este carácter universal de la salvación de Dios. Mateo expresa, por
medio de este relato simbólico, el origen divino de Jesús y su tarea salvífica
como Mesías, como rey de Israel, heredero del trono de David; para ello el
evangelista insiste en nombrar con exactitud el lugar donde nació Jesús y en
confirmar, a través del Antiguo Testamento, que con su presencia en la historia
se da cumplimiento a las palabras de los profetas. Por otro lado, el rechazo de
este nacimiento por parte de las autoridades políticas (Herodes) y religiosas
(sumos sacerdotes y escribas) del pueblo judío y el gozo infinito de los magos,
venidos de Oriente, anuncian desde ya ese carácter universal de la misión de
Jesús, la apertura del evangelio a los paganos y su vinculación a la comunidad
cristiana. La Epifanía del Señor es la celebración precisa para confesar
nuestra fe en un Dios que se manifiesta a toda la humanidad, que se hace
presente en todas las culturas, que actúa en todos, y que invita a la comunidad
creyente a abrir sus puertas a las necesidades y pluralidades del mundo actual.
En un tiempo como el que
vivimos, marcado radicalmente por el pluralismo religioso, y marcado también,
crecientemente, por la teología del pluralismo religioso, el sentido de lo
«misionero» y de la «universalidad cristiana» han cambiado profundamente. Hasta
ahora, en demasiados casos, lo misionero era sinónimo de proselitismo, de
«convertir al cristianismo» a los «gentiles», y la «universalidad cristiana»
era entendida desde la centralidad del cristianismo: éramos la religión
central, la (única) querida por Dios, y por tanto, la religión-destino de la
humanidad. Todos los pueblos (universalidad) estaban destinados a abandonar su
religión ancestral y a hacerse cristianos... Tarde o temprano el mundo llegaría
a su destino: a ser «un sólo rebaño, con un solo pastor»...
Hoy todo esto ha cambiado, aunque muchos cristianos (incluidos muchos
de sus pastores) todavía siguen en la visión tradicional. Buen día hoy, pues,
para presentar estos desafíos y para profundizarlos. No desaprovechemos la
oportunidad para actualizar también personalmente nuestra visión en estos
temas. En la RELaT (servicioskoinonia.org/relat)
hay muchos materiales para estudiar el tema, así como para debatirlo en grupos
de estudio o de catequesis.
En el Nuevo Testamento, además de Juan 7,42, encontramos referencias a
Belén en las narraciones de
Mateo 2 y Lucas 2 acerca del nacimiento del Salvador en la ciudad de David. La
tradición de que el Mesías debía nacer en Belén tiene su base en el texto de
Miqueas 5,2, donde se señala que de Belén Efrata debía salir quien gobernaría
Israel y sería pastor del pueblo. Hoy ya sabemos que Jesús nació probablemente
en Nazaret, y que la afirmación de que nació en Belén es una afirmación con
intenció teológica.
El término “magos”
procede del griego “magoi”, que significa matemático, astrónomo y astrólogo.
Estas dos últimas disciplinas eran una misma en la antigüedad, por lo que con
ambas se podía estudiar el destino y designio de las personas. Es decir, los
«reyes magos» no fueron ni reyes ni magos en el sentido actual de estas
palabras; habrían sido astrólogos o estudiosos del cielo. Fue el teólogo y
abogado cartaginés Tertuliano (160-220 d.C.) quien aseguró que los magos serían
reyes y que procederían de Oriente. En la visita de los magos a Jesús, los
Padres de la Iglesia vieron simbolizadas la realeza (oro), la divinidad
(incienso) y la pasión (mirra) de Cristo.
El evangelio de hoy no es dramatizado en la serie «Un tal Jesús», de
los hnos. López Vigil, pero puede utilizarse el episodio 135, «Fiesta con los
pastores». El guión y su comentario pueden ser tomados de aquí: http://www.untaljesus.net/texesp.php?id=1600135 Puede
ser escuchado aquí: http://www.untaljesus.net/audios/cap135b.mp3
En la página www.untaljesus.net puede buscarse algún otro que también resulte
adecuado.
Para la revisión de vida
Dios se da a conocer a todas las gentes; no
sólo al «pueblo elegido», sino a todos los pueblos, representados en los Magos
de Oriente. ¿Tengo yo ese mismo sentimiento de universalidad de Dios, o creo
que sólo nosotros conocemos a Dios y estamos en la verdad? ¿O pienso tal vez
que sólo nuestra religión es verdadera, que las demás son "falsas", o
“simplemente humanas”, o como mínimo “inferiores” a la nuestra?
Para la reunión de grupo
-
La epifanía (magos de Oriente yendo a adorar a Jesús) es un símbolo,
una elaboración teológica del “evangelio de la infancia” de Mateo, realizada en
aquel contexto la génesis del Nuevo Testamento, que es un contexto de confrontación
de la comunidad cristiana con el mundo ambiente, contexto de expansión
esforzada, de evangelización misionera. Es fácil hacer de este símbolo una
interpretación en el marco del “inclusivismo”, como si “toda salvación que haya
fuera del cristianismo proviniera en definitiva únicamente de Jesús”, o en el
marco incluso del “exclusivismo”, como si “fuera de Jesús no hubiera
salvación”… Hoy, dos milenios más tarde, con una visión bastante más amplia, y
tras un Concilio Vaticano II que ha dicho las palabras más positivas y
optimistas sobre el valor salvífico de las demás religiones que nunca se hayan
pronunciado en la Iglesia Católica, caben otras interpretaciones más abiertas.
Dialoguemos sobre ello.
-
La salvación de Dios ofrecida en Jesús es universal, como lo es la
salvación que Dios causa y ofrece fuera (o antes) del cristianismo a través de
las religiones de los pueblos. Dios es el mismo a pesar de la multiplicidad de
sus nombres o de la diversidad de las religiones. Por eso los magos adoran a
Jesús sin ser cristianos, y por eso los cristianos podemos participar de las
riquezas religiosas de toda la humanidad. Todo lo que es de Dios nos pertenece
a sus hijos, a todos sus hijos. Por eso debe haber diálogo y paz entre las
religiones… ¿Es ésta una argumentación correcta?
-
La Epifanía de Jesús, su manifestación a toda la humanidad, significa
que hay más «Pueblos de Dios» que el Pueblo de Dios del cristianismo. ¿Seguimos
identificando el «pueblo de Dios» con la Iglesia católica, o con el
cristianismo? ¿Es correcta esa identificación? ¿Por qué sí o por qué no?
¿Quiénes serían «Pueblo de Dios»? ¿Sería un pueblo o muchos pueblos?
-
De alguna manera, el Concilio Vaticano II nos ha sugerido que la
manifestación de Dios en Jesús no es la única. Dios, como sabemos, se ha
manifestado de muchas maneras también a otros pueblos (Heb 1,1)... ¿Qué cambios
de actitud y hasta de lenguaje implica este "descubrimiento"? ¿Qué
cambios también implica en los fundamentos de la misión, de la evangelización a
los pueblos no cristianos?
Para la oración de los fieles
-
Para que estemos siempre dispuestos a dar razón de nuestra fe y de
nuestra esperanza a quien nos lo pida. Roguemos al Señor.
-
Para que cada religión esté dispuesta a escuchar a las demás y a
acoger con apertura de corazón lo que el Espíritu nos manifiesta en las
religiones de todos los pueblos. Roguemos…
-
Para que todos los catequistas sepan unir el testimonio de su propia
vida a una buena preparación para ejercer su ministerio. Roguemos…
-
Para que cuantos viven sumidos en la duda, el temor o la
intranquilidad se encuentren con Dios vivo y alcancen la luz y la paz que
buscan y necesitan. Roguemos…
-
Por cuantos buscan un mundo más justo y en paz, para que encuentren la
recompensa a sus trabajos y desvelos. Roguemos…
-
Para que vivamos de tal modo la fraternidad con quienes nos rodean que
seamos para todos un verdadero testimonio de fe y de amor. Roguemos…
Oración comunitaria
* Dios, Padre nuestro: el relato evangélico
nos narra que en un día como éste Jesús fue reconocido por unos magos venidos
de Oriente en su búsqueda; haz que quienes te buscan, encuentren y sigan las
estrellas que Tú pones en su camino, y quienes ya te hemos encontrado podamos
contemplar un día, cara a cara, la gloria de tu rostro. Por Jesucristo.
*
Oh Dios, Dios único, «Dios de todos los nombres» con los que los humanos de
todos los tiempos te han buscado. Tú que te has hecho buscar por todos los
pueblos, y a todos ellos también les has salido al encuentro en su propia vida
espiritual, en su propia religión, concédenos apertura de corazón para sentir
tu presencia omnímoda en todas las religiones de la Tierra. Tú que vives y das
vida, y dialogas con todos los pueblos, ahora y desde siempre, por los siglos
de los siglos. Amén.
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