Deberíamos comenzar nuestro comentario con el saludo ¡feliz Año Nuevo! Porque realmente hoy comenzamos un año nuevo cristiano, con el primer domingo de adviento. Estrenamos también nuevo ciclo B de lecturas dominicales. Durante el tiempo ordinario y algún domingo más leeremos el Evangelio según San Marcos.
Recordamos que este breve tiempo litúrgico de adviento, que apenas dura cuatro semanas, está dividido en dos partes: la primera hasta el día 17 de diciembre, nos ayuda a preparar la última venida del Señor; y, a partir del 17 de diciembre, todo se dirige a la expectación de la venida del Emmanuel, el Dios con nosotros, la venida en carne mortal del hijo de Dios: Jesucristo, hijo de María Inmaculada.
Pues como dice el refrán: Año Nuevo, vida nueva. Pero nosotros los cristianos siempre tenemos vida nueva en Jesucristo, que es la vida, y porque vivimos bajo la acción vivificadora del Espíritu Santo, que hace nuevas todas las cosas.
En el breve Evangelio de este domingo, Jesús nos dice a sus discípulos: ¡estén despiertos y vigilantes, estén atentos, pues no saben cuándo llegará el momento! ¿Qué momento? El momento del juicio final o el momento de nuestra muerte. Como el Señor nos ama y quiere que estemos con él, nos advierte del peligro de estar dormidos cuando él venga. En varias parábolas Jesús se refiere a esta necesidad de vigilancia activa, para esperar sus venidas. En el mismo prefacio primero de adviento pedimos al Señor que, cuando venga de nuevo, en la majestad de su gloria, revelando así la plenitud de su obra, podamos recibir los bienes prometidos, que ahora, en vigilante espera, confiamos alcanzar.
Pero, hermanos, no podemos reducir el adviento a un tiempo de esperar la última venida de Jesús en el juicio final, o en nuestra muerte. Tampoco el adviento es sólo una preparación para el misterio de la Navidad. El Señor viene a nosotros en los acontecimientos de la vida, buenos y malos; viene en las personas que nos visitan o que nos encontramos; viene también incluso en las buenas y malas noticias que escuchamos, pero sobre todo viene personalmente en su palabra y sus sacramentos.
"Los que esperan en el Señor, no quedan defraudados". Adviento: tiempo de espera y esperanza, confiemos en el Señor. Nos unimos a la oración colecta, que resume lo que necesitamos y lo que el Espíritu Santo nos quiere dar:
"Concede a tus fieles, Dios todopoderoso, el deseo de salir acompañados de buenas obras, al encuentro de Cristo que viene, para que, colocados a su derecha, merezcamos poseer el reino de los cielos". Se lo pedimos al Padre celestial por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
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