Ciclo A, 12° Dom.Ord., 22 de Junio de 2008
“No tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma”
(Mt 10, 26)
El Señor había enviado al equipo de los doce a la misión. Ahora, la Palabra de Dios nos narra la invitación de Jesús a sus discípulos y misioneros a no tener miedo en el anuncio del Evangelio. Un poco antes les había dicho: “Yo los envío como a ovejas en medio de lobos: sean entonces astutos como serpientes y sencillos como palomas.” (Mt 10, 16). En positivo, el Maestro cree en sus discípulos, como portadores de una buena noticia, y les invita a tener fe en él, quien siempre estará con nosotros hasta el fin del mundo.
El miedo es un malestar y una perturbación producido por la amenaza de un peligro, real o imaginario. El miedo paraliza el apostolado, el miedo no es saludable ni para el cuerpo ni para el alma, el miedo nunca ha sido buen consejero. Solamente hay un miedo sano: el de no ofender a Dios. Este miedo es el principio de la sabiduría (Prov. 1, 7). La mejor medicina para vencer el MIEDO es la FE.
En este tiempo de tanta Pobreza, Desempleo, Violencia, Injusticias… (Aparecida 70-73). En este tiempo de represión y una violación creciente de los Derechos Humanos (# 79 y 80). En tiempos en que ha habido un acompañamiento muy escaso a los fieles laicos en sus tareas sociales (# 100-c). Jesús nos dice: ¡No teman! ¡Tengan Fe! El mejor antídoto frente a esta realidad cada vez más adversa es la alegría de ser discípulos misioneros de Cristo. Haberlo conocido es lo mejor que nos ha ocurrido en nuestras vidas (# 32). La Iglesia no puede ahora replegarse sino más bien es el momento de revitalizar nuestro testimonio de la novedad del Evangelio (# 11). Por tanto, nuestro reto fundamental es FORMAR discípulos y misioneros que respondan a la vocación recibida y comuniquen por doquier el don del encuentro con Jesucristo (Aparecida 14).
David, Pbro.
“No tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma”
(Mt 10, 26)
El Señor había enviado al equipo de los doce a la misión. Ahora, la Palabra de Dios nos narra la invitación de Jesús a sus discípulos y misioneros a no tener miedo en el anuncio del Evangelio. Un poco antes les había dicho: “Yo los envío como a ovejas en medio de lobos: sean entonces astutos como serpientes y sencillos como palomas.” (Mt 10, 16). En positivo, el Maestro cree en sus discípulos, como portadores de una buena noticia, y les invita a tener fe en él, quien siempre estará con nosotros hasta el fin del mundo.
El miedo es un malestar y una perturbación producido por la amenaza de un peligro, real o imaginario. El miedo paraliza el apostolado, el miedo no es saludable ni para el cuerpo ni para el alma, el miedo nunca ha sido buen consejero. Solamente hay un miedo sano: el de no ofender a Dios. Este miedo es el principio de la sabiduría (Prov. 1, 7). La mejor medicina para vencer el MIEDO es la FE.
En este tiempo de tanta Pobreza, Desempleo, Violencia, Injusticias… (Aparecida 70-73). En este tiempo de represión y una violación creciente de los Derechos Humanos (# 79 y 80). En tiempos en que ha habido un acompañamiento muy escaso a los fieles laicos en sus tareas sociales (# 100-c). Jesús nos dice: ¡No teman! ¡Tengan Fe! El mejor antídoto frente a esta realidad cada vez más adversa es la alegría de ser discípulos misioneros de Cristo. Haberlo conocido es lo mejor que nos ha ocurrido en nuestras vidas (# 32). La Iglesia no puede ahora replegarse sino más bien es el momento de revitalizar nuestro testimonio de la novedad del Evangelio (# 11). Por tanto, nuestro reto fundamental es FORMAR discípulos y misioneros que respondan a la vocación recibida y comuniquen por doquier el don del encuentro con Jesucristo (Aparecida 14).
David, Pbro.
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