Ciclo A, 15° Dom.Ord., 13 de Julio de 2008
“Lo sembrado en tierra buena representa a quienes oyen la palabra, la entienden y dan fruto”
(Mt 13, 23)
El Maestro empieza a enseñar los misterios del Reino a través de parábolas, que son comparaciones o cuentos para facilitar la comprensión de sus oyentes, entre ellos nosotros. Empieza con la Parábola del Sembrador. Jesús nos invita a recibir su Palabra como recibe la tierra buena la semilla. Para recibir su Palabra se requiere una actitud de disponibilidad.
Pero se nos presentan las siguientes espinas y piedras en el camino: Poco usamos la Biblia y todavía más poco la practicamos; un tremendo Activismo laboral, en gran parte por la pobreza, nos está acaparando; de esto se desprende una fuerte apatía para la lectura y reflexión bíblica y cualquier otra actividad familiar o incluso personal; un Alejamiento creciente de la gente de las cosas religiosas; y vemos a una Iglesia muy activa pero que da poco testimonio de misión y poco transforma la realidad de muerte que nos rodea.
En Aparecida, los Obispos escribían: “Ser discípulo requiere estar familiarizado con la Palabra de Dios” (# 292) “Nos configuramos con el Señor en la escucha operante de la Palabra, en los Sacramentos, en la solidaridad con los más necesitados y en la vida comunitaria” (# 142)
Ahora bien, “El Reino de Dios quiere desplegar toda su fuerza en la Iglesia y en la sociedad” (# 382). Es urgente “que toda persona humana viva de acuerdo con la dignidad que Dios le ha dado” (# 389). La solidaridad con los más necesitados se expresa “en el acompañamiento a los más vulnerables y excluidos… para que sean sujetos de cambio y transformen su situación.” (# 394).
Algunas Propuestas que podemos asumir o fortalecer: 1) Fortalecer procesos de formación integral, sistemática y liberadora, pero sencillos, para personas alejadas; con más profundidad para personas que trabajen en la misión a tiempo completo en las parroquias. 2) Hacer de la Biblia nuestro libro cotidiano de reflexión y vida, dedicar un tiempo periódico de reflexión y estudio. 3) Partiendo de la Palabra y tomando en cuenta la realidad que vivimos, dedicar un tiempo periódico para transformar la realidad de muerte en Reino de Vida y “dar fruto”… aunque sea el 1% cada año.
Agustín, Pbro.
“Lo sembrado en tierra buena representa a quienes oyen la palabra, la entienden y dan fruto”
(Mt 13, 23)
El Maestro empieza a enseñar los misterios del Reino a través de parábolas, que son comparaciones o cuentos para facilitar la comprensión de sus oyentes, entre ellos nosotros. Empieza con la Parábola del Sembrador. Jesús nos invita a recibir su Palabra como recibe la tierra buena la semilla. Para recibir su Palabra se requiere una actitud de disponibilidad.
Pero se nos presentan las siguientes espinas y piedras en el camino: Poco usamos la Biblia y todavía más poco la practicamos; un tremendo Activismo laboral, en gran parte por la pobreza, nos está acaparando; de esto se desprende una fuerte apatía para la lectura y reflexión bíblica y cualquier otra actividad familiar o incluso personal; un Alejamiento creciente de la gente de las cosas religiosas; y vemos a una Iglesia muy activa pero que da poco testimonio de misión y poco transforma la realidad de muerte que nos rodea.
En Aparecida, los Obispos escribían: “Ser discípulo requiere estar familiarizado con la Palabra de Dios” (# 292) “Nos configuramos con el Señor en la escucha operante de la Palabra, en los Sacramentos, en la solidaridad con los más necesitados y en la vida comunitaria” (# 142)
Ahora bien, “El Reino de Dios quiere desplegar toda su fuerza en la Iglesia y en la sociedad” (# 382). Es urgente “que toda persona humana viva de acuerdo con la dignidad que Dios le ha dado” (# 389). La solidaridad con los más necesitados se expresa “en el acompañamiento a los más vulnerables y excluidos… para que sean sujetos de cambio y transformen su situación.” (# 394).
Algunas Propuestas que podemos asumir o fortalecer: 1) Fortalecer procesos de formación integral, sistemática y liberadora, pero sencillos, para personas alejadas; con más profundidad para personas que trabajen en la misión a tiempo completo en las parroquias. 2) Hacer de la Biblia nuestro libro cotidiano de reflexión y vida, dedicar un tiempo periódico de reflexión y estudio. 3) Partiendo de la Palabra y tomando en cuenta la realidad que vivimos, dedicar un tiempo periódico para transformar la realidad de muerte en Reino de Vida y “dar fruto”… aunque sea el 1% cada año.
Agustín, Pbro.
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