Ciclo A, 18° Dom.Ord., 3 de Agosto de 2008
Todos comieron hasta saciarse
(Mateo 14, 20)
Con la multiplicación de los 5 panes y los dos pescados que permitió que mucha gente comiera hasta saciarse, aún con la resistencia y desconfianza de los discípulos, el Señor nos enseña a ser compasivos con los que tienen hambre y compartir nuestros bienes para que todos comamos con satisfacción.
A principios del año 2008 se nos informaba oficialmente que alrededor de 800 millones de personas en el mundo sufren del hambre, que 24 mil personas mueren cada día de hambre o de causas relacionadas con el hambre, y que un 75% de los fallecidos son niños menores de cinco meses. En Latinoamérica está el mayor bloque de pobreza (DAP 527). En México, como 50 millones de personas (la mitad de la población) son pobres, de los cuales alrededor de 20 millones están desnutridos (DPSM, 59). ¿Cuál es la causa? ¿Faltan alimentos? ¿Falta dinero? Ciertamente el problema no es el dinero. Nunca en la historia humana habíamos tenido tanto dinero como hoy. Entonces el problema es la injusta distribución de los bienes. Que quienes hemos acaparado los bienes no queremos compartir.
Aparecida dice: El Santo Padre nos recuerda que, ante “intolerables desigualdades sociales y económicas” que <>, la Iglesia es “abogada de la justicia y defensora de los pobres” (# 395). Hoy queremos ratificar, incluso hasta el martirio, la opción del amor preferencial por los pobres (# 396). Las palabras de San Juan Crisóstomo son vigorosas y nos cuestionan: "No hacer participar a los pobres de los propios bienes es robarles y quitarles la vida. Lo que poseemos no son bienes nuestros, sino los suyos". Es preciso "satisfacer ante todo las exigencias de la justicia, de modo que no se ofrezca como ayuda de caridad lo que ya se debe a título de justicia" (CIC 2446)
La tarea para los discípulos y misioneros de Jesucristo es tener un corazón compasivo como el de Él para compartir desde nuestra pobreza o riqueza no con cualquier persona, familia o institución, sino con aquella que no podrá pagarnos.
Agustín, Pbro.
Todos comieron hasta saciarse
(Mateo 14, 20)
Con la multiplicación de los 5 panes y los dos pescados que permitió que mucha gente comiera hasta saciarse, aún con la resistencia y desconfianza de los discípulos, el Señor nos enseña a ser compasivos con los que tienen hambre y compartir nuestros bienes para que todos comamos con satisfacción.
A principios del año 2008 se nos informaba oficialmente que alrededor de 800 millones de personas en el mundo sufren del hambre, que 24 mil personas mueren cada día de hambre o de causas relacionadas con el hambre, y que un 75% de los fallecidos son niños menores de cinco meses. En Latinoamérica está el mayor bloque de pobreza (DAP 527). En México, como 50 millones de personas (la mitad de la población) son pobres, de los cuales alrededor de 20 millones están desnutridos (DPSM, 59). ¿Cuál es la causa? ¿Faltan alimentos? ¿Falta dinero? Ciertamente el problema no es el dinero. Nunca en la historia humana habíamos tenido tanto dinero como hoy. Entonces el problema es la injusta distribución de los bienes. Que quienes hemos acaparado los bienes no queremos compartir.
Aparecida dice: El Santo Padre nos recuerda que, ante “intolerables desigualdades sociales y económicas” que <
La tarea para los discípulos y misioneros de Jesucristo es tener un corazón compasivo como el de Él para compartir desde nuestra pobreza o riqueza no con cualquier persona, familia o institución, sino con aquella que no podrá pagarnos.
Agustín, Pbro.
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