2008-11-05

LA DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE LETRÁN

Ciclo A, 9 de Noviembre de 2008


El celo de tu casa me devora
(Jn 2, 17)


La IRA es uno de los 7 pecados capitales. Los demás son la soberbia, la gula, la pereza, la lujuria, la avaricia y la envidia. La IRA es un deseo de venganza. Si la IRA llega hasta el deseo deliberado de matar al prójimo o de herirlo gravemente, constituye una falta grave contra la caridad, es pecado mortal (CIC 2302).

La IRA justificada es una santa indignación, es un deseo ardiente pero razonable de imponer a los culpables un justo castigo. Así se airó justamente Nuestro Señor Jesucristo contra los vendedores del templo que manchaban con sus negociaciones la casa del Padre. La acción de Jesús que el evangelio de hoy nos relata, tiene varios significados:

1) Es la protesta de un reformador religioso, que corrige con energía los abusos que profanan el Templo de Dios. Con esto, Jesús no hacía sino continuar la conducta de algunos de los profetas. El Templo es la casa de Dios que Jesús quiere mantener limpia.

2) Es un signo de los tiempos mesiánicos. El profeta Malaquias preveía una purificación acrisolada para el culto levítico del templo (3, 1-3), y Zacarías, entreviendo para los tiempos mesiánicos una sacralización de todas las cosas en la tierra de Israel, escribía “Y no habrá más comerciantes en la casa de Yahvé Sebaot” (14, 21).

3) El anuncio de una víctima nueva. Al arrojar fuera del templo a los animales destinados a la inmolación, Jesús quería significar que el sacrificio de animales estaba por terminar.

La IRA, para que no sea pecado, y sea una IRA JUSTIFICADA O LEGÍTIMA, requiere de tres condiciones: Una causa justa, un completo dominio sobre la cólera y la misericordia.


David, Pbro.

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