Enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas
(Mc 1, 22)
JESÚS DE NAZARET se puso a enseñar en la sinagoga de Cafarnaúm y nos dice el Evangelio de Marcos que la gente quedó asombrada de su doctrina porque enseñaba con autoridad y no como los escribas. ¿Quiénes son los escribas? Se les denomina también “doctores” o “maestros” de la ley; es decir, eran los expertos de la Biblia, particularmente del Pentateuco. El problema era que con facilidad usaban ese conocimiento para su propia gloria y poder, por eso el mismo Jesús advertía: «Cuídense de los escribas, a quienes les gusta pasearse con largas vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los banquetes; que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones» (Mc 12, 38-40) Por tanto, enseñar con autoridad significará ser sencillos ocupando los últimos lugares, ser compasivos siendo cercanos y solidarios con la gente en especial los más vulnerables, y ser auténticos. ¿Conoce usted a algún profeta auténtico de nuestro tiempo?
EN APARECIDA señalan los Obispos que le compete a la Iglesia denunciar lo incompatible con la dignidad del hombre (AP 480), que nuestro servicio pastoral nos exige anunciar y denunciar (95). Sin embargo –también afirman- en la realidad actual hay “una notable ausencia en el ámbito político, comunicativo y universitario, de voces e iniciativas de líderes católicos de fuerte personalidad y de vocación abnegada que sean coherentes” (502). Hace falta que los cristianos seamos portadores de buenas noticias para la humanidad y no profetas de desventuras (29). Nos advierten, por tanto, que por ejemplo los adolescentes de hoy fácilmente podrían ser víctimas de falsos líderes (442). Finalmente nos desafían diciéndonos que anunciar a Jesucristo como la verdad última del ser humano exige en nuestros días coraje y espíritu profético (480).
QUÉ LES PARECE si nos arriesgamos a denunciar alguna situación de nuestra familia, en el trabajo o en la parroquia que vaya en contra de la dignidad de la persona. Qué les parece si nos animamos a anunciar una buena noticia que en nuestra realidad social y/o eclesial está aconteciendo. ¿Difícil, verdad? Pero todavía lo más difícil de ser profetas es nuestro estilo de vida que avalen tales denuncias y anuncio. Por tanto, qué les parece si intentamos ser profetas de verdad desde una vivencia sencilla, cercana y solidaria con los más marginados.
Agustín Pbro.
EN APARECIDA señalan los Obispos que le compete a la Iglesia denunciar lo incompatible con la dignidad del hombre (AP 480), que nuestro servicio pastoral nos exige anunciar y denunciar (95). Sin embargo –también afirman- en la realidad actual hay “una notable ausencia en el ámbito político, comunicativo y universitario, de voces e iniciativas de líderes católicos de fuerte personalidad y de vocación abnegada que sean coherentes” (502). Hace falta que los cristianos seamos portadores de buenas noticias para la humanidad y no profetas de desventuras (29). Nos advierten, por tanto, que por ejemplo los adolescentes de hoy fácilmente podrían ser víctimas de falsos líderes (442). Finalmente nos desafían diciéndonos que anunciar a Jesucristo como la verdad última del ser humano exige en nuestros días coraje y espíritu profético (480).
QUÉ LES PARECE si nos arriesgamos a denunciar alguna situación de nuestra familia, en el trabajo o en la parroquia que vaya en contra de la dignidad de la persona. Qué les parece si nos animamos a anunciar una buena noticia que en nuestra realidad social y/o eclesial está aconteciendo. ¿Difícil, verdad? Pero todavía lo más difícil de ser profetas es nuestro estilo de vida que avalen tales denuncias y anuncio. Por tanto, qué les parece si intentamos ser profetas de verdad desde una vivencia sencilla, cercana y solidaria con los más marginados.
Agustín Pbro.