Y por el agujero bajaron al enfermo en una camilla
(Mc 2, 4)
JESÚS DE NAZARET estaba en una casa de Cafarnaúm cuando curó a un paralítico que habían introducido por el techo de la casa en donde se encontraba. El Evangelio subraya el hecho de que Jesús le haya perdonado sus pecados. La curación del paralítico nos hace recordar el programa misionero que Jesús había ya anunciado: “El Señor me ha enviado para anunciar a los pobres la buena nueva y proclamar la liberación a los cautivos.” (Lc 4, 18) ¿Qué le llamó la atención a Jesús cuando le presentaron al paralítico? ¿Cuál crees que sea la buena nueva y de qué liberación se trataría en este caso? Actualmente es difícil para muchas personas acercarse a los sacramentos por diferentes motivos. Es todavía más difícil para millones de trabajadores acercarse a un salario digno, a tener seguridad médica… Simplemente tener acceso a un empleo. Muchos están paralizados por el hambre y el miedo, y han sido abandonados a su vulnerabilidad.
EN APARECIDA señalan los Obispos que la Iglesia tiene como misión propia la Palabra, los Sacramentos y practicar la Caridad (386), es abogada de la justicia y defensora de los pobres (395), entre ellos, los obreros. De hecho tiene como desafío emplear esfuerzo y creatividad en la evangelización del mundo del trabajo (492), acercarse al pueblo pobre de las periferias (550), llegar con creatividad a las multitudes (173), despertar en la sociedad los valores sociales (385), consolidar una patria de hermanos con dignidad (534). Está llamada también a colaborar en la consolidación de las frágiles democracias (541). La misión de la Iglesia es, pues, la liberación de los paralíticos, una liberación no sólo corporal y del corazón, sino también externa, social. Sin embargo, mientras que la delincuencia organizada crece en poder y creatividad, el Estado y la Iglesia no encuentran el camino para dar salud y dignidad al paralítico.
QUÉ LES PARECE si, con creatividad, astucia y esperanza, buscamos el camino de la conversión personal, eclesial y pastoral, para que, desde las pequeñas comunidades de base hasta los niveles diocesanos, mejoremos juntos el acceso a los sacramentos, a la planificación pastoral y a la comunión eclesial. Y desde allí, encontrar rendijas para colaborar con el Estado en la consolidación de una democracia en donde todos tengamos acceso a la alimentación básica y medicinas, a un empleo y salario dignos, en una palabra a una vida con dignidad.
Agustín Pbro.
JESÚS DE NAZARET estaba en una casa de Cafarnaúm cuando curó a un paralítico que habían introducido por el techo de la casa en donde se encontraba. El Evangelio subraya el hecho de que Jesús le haya perdonado sus pecados. La curación del paralítico nos hace recordar el programa misionero que Jesús había ya anunciado: “El Señor me ha enviado para anunciar a los pobres la buena nueva y proclamar la liberación a los cautivos.” (Lc 4, 18) ¿Qué le llamó la atención a Jesús cuando le presentaron al paralítico? ¿Cuál crees que sea la buena nueva y de qué liberación se trataría en este caso? Actualmente es difícil para muchas personas acercarse a los sacramentos por diferentes motivos. Es todavía más difícil para millones de trabajadores acercarse a un salario digno, a tener seguridad médica… Simplemente tener acceso a un empleo. Muchos están paralizados por el hambre y el miedo, y han sido abandonados a su vulnerabilidad.
EN APARECIDA señalan los Obispos que la Iglesia tiene como misión propia la Palabra, los Sacramentos y practicar la Caridad (386), es abogada de la justicia y defensora de los pobres (395), entre ellos, los obreros. De hecho tiene como desafío emplear esfuerzo y creatividad en la evangelización del mundo del trabajo (492), acercarse al pueblo pobre de las periferias (550), llegar con creatividad a las multitudes (173), despertar en la sociedad los valores sociales (385), consolidar una patria de hermanos con dignidad (534). Está llamada también a colaborar en la consolidación de las frágiles democracias (541). La misión de la Iglesia es, pues, la liberación de los paralíticos, una liberación no sólo corporal y del corazón, sino también externa, social. Sin embargo, mientras que la delincuencia organizada crece en poder y creatividad, el Estado y la Iglesia no encuentran el camino para dar salud y dignidad al paralítico.
QUÉ LES PARECE si, con creatividad, astucia y esperanza, buscamos el camino de la conversión personal, eclesial y pastoral, para que, desde las pequeñas comunidades de base hasta los niveles diocesanos, mejoremos juntos el acceso a los sacramentos, a la planificación pastoral y a la comunión eclesial. Y desde allí, encontrar rendijas para colaborar con el Estado en la consolidación de una democracia en donde todos tengamos acceso a la alimentación básica y medicinas, a un empleo y salario dignos, en una palabra a una vida con dignidad.
Agustín Pbro.
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