Hagamos tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías
(Mc 9,5)
JESÚS DE NAZARET había sido ya reconocido por Pedro como el Mesías, pero todavía como un Mesías Político al estilo de David. Ni Pedro, ni los demás discípulos se imaginaban a un Mesías Sufriente y Siervo. Por eso se resistían a la idea de la Cruz. El episodio de la transfiguración fue ocasión para que Pedro todavía intentara retener a Jesús en la comodidad de la Montaña, una vida tranquila y sin problemas, con muchos milagros, con grandes masas de gente siguiendo a Jesús. Dentro del proceso de la Misión Permanente es muy tentador querer quedarnos en la comodidad de las juntas, de los retiros, de las grandes masas, pero con miedo de afrontar el sufrimiento de los pobres (AP 65, 393, 362). Si nuestros programas de pastoral no tocan ni transforman sus vidas, la misión habrá sido estéril. Lograrlo es nuestra cruz. Pero más allá de ella, está la resurrección y la vida eterna, una vida nueva que ya empezó desde ahora, pero su plenitud será después de la parusía.
San Pablo expresa muy bien la identidad mesiánica: “Él, que era de condición divina… se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz” (Fil 2, 6-8; AP 143). EN APARECIDA señalan los Obispos que “El llamamiento que hace Jesús a seguirlo (Mc 3, 14) es con la finalidad, de “ser de él y formar parte de los suyos y participar de su misión... correr su misma suerte y hacerse cargo de su misión de hacer nuevas todas las cosas.” (AP 131) Hacer nuevas todas las cosas significa transformar la realidad de muerte y de tinieblas en el Reino de Dios. Buscar la justicia social (385), acompañar a los más desprotegidos para que sean ellos mismos sujetos de cambio y transformen su propia situación (394-395; 151, 407), crear estructuras justas que disminuyan la inequidad que existe hoy (537).
La formación y la espiritualidad en la Iglesia deben contribuir a despertar en la sociedad los valores sociales, contribuir al diálogo y a la transformación social (283 y 385), lo cual requiere intervenir necesariamente en los asuntos sociales (400). QUÉ LES PARECE si nos proponemos leer y orar con la Biblia para conocer más al Mesías (249), qué les parece si empezamos la cruz tratando de vivir pobre al estilo de Jesús y luego nos acercarnos a los hermanos indigentes (540), qué les parece si servimos a los rostros sufrientes con la esperanza de su realización (31).
Agustín Pbro.
JESÚS DE NAZARET había sido ya reconocido por Pedro como el Mesías, pero todavía como un Mesías Político al estilo de David. Ni Pedro, ni los demás discípulos se imaginaban a un Mesías Sufriente y Siervo. Por eso se resistían a la idea de la Cruz. El episodio de la transfiguración fue ocasión para que Pedro todavía intentara retener a Jesús en la comodidad de la Montaña, una vida tranquila y sin problemas, con muchos milagros, con grandes masas de gente siguiendo a Jesús. Dentro del proceso de la Misión Permanente es muy tentador querer quedarnos en la comodidad de las juntas, de los retiros, de las grandes masas, pero con miedo de afrontar el sufrimiento de los pobres (AP 65, 393, 362). Si nuestros programas de pastoral no tocan ni transforman sus vidas, la misión habrá sido estéril. Lograrlo es nuestra cruz. Pero más allá de ella, está la resurrección y la vida eterna, una vida nueva que ya empezó desde ahora, pero su plenitud será después de la parusía.
San Pablo expresa muy bien la identidad mesiánica: “Él, que era de condición divina… se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz” (Fil 2, 6-8; AP 143). EN APARECIDA señalan los Obispos que “El llamamiento que hace Jesús a seguirlo (Mc 3, 14) es con la finalidad, de “ser de él y formar parte de los suyos y participar de su misión... correr su misma suerte y hacerse cargo de su misión de hacer nuevas todas las cosas.” (AP 131) Hacer nuevas todas las cosas significa transformar la realidad de muerte y de tinieblas en el Reino de Dios. Buscar la justicia social (385), acompañar a los más desprotegidos para que sean ellos mismos sujetos de cambio y transformen su propia situación (394-395; 151, 407), crear estructuras justas que disminuyan la inequidad que existe hoy (537).
La formación y la espiritualidad en la Iglesia deben contribuir a despertar en la sociedad los valores sociales, contribuir al diálogo y a la transformación social (283 y 385), lo cual requiere intervenir necesariamente en los asuntos sociales (400). QUÉ LES PARECE si nos proponemos leer y orar con la Biblia para conocer más al Mesías (249), qué les parece si empezamos la cruz tratando de vivir pobre al estilo de Jesús y luego nos acercarnos a los hermanos indigentes (540), qué les parece si servimos a los rostros sufrientes con la esperanza de su realización (31).
Agustín Pbro.
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