2009-04-09

PARA VIVIR MEJOR EL TRIDUO PASCUAL

Escrito por P. Toribio Tapia Bahena
Viernes, 03 de Abril de 2009

Celebrar la Semana Santa es disponernos para conocer, reflexionar y vivir mejor nuestra fe desde la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Deseamos ofrecer algunas pistas de reflexión a partir de tres puntos fundamentales: los pretextos que tuvieron algunos grupos y personas para matar a Jesús; las razones que él tuvo para entregar su vida y el significado y alcance de la resurrección.

¿Por qué mataron a Jesús?

Al preguntarnos ¿por qué mataron a Jesús? estamos tocando directamente su manera de vivir, de relacionarse y de pensar. Sus actitudes incomodaban a quienes, no sólo concebían la vida y a Dios de manera contraria a Jesús, sino que además les convenía mantenerse en sus posturas. Pero ¿qué fue lo que más incomodó a los adversarios de Jesús a tal grado que quisieran matarlo?
Jesús estuvo a favor de la vida de los más desprotegidos. Así, los evangelios presentan a Jesús curando a la gente de diversas enfermedades y expulsando demonios (Mc 1,32-34). Ahora bien, el Señor curaba, pero sobre todo aliviaba. Es decir, quienes se acercaban a Él experimentaban un modo más digno de ver la existencia; ya no era una ley o una costumbre lo más importante, sino la vida, la dignidad del ser humano (Mc 3,1-6). Con la presencia se Jesús experimentaban que lo bueno estaba a su alcance (1,15). Ante Jesús, los enfermos, los pecadores, los pobres, los marginados y excluidos se llenaban de esperanza.

Los evangelios presentan a Jesús rompiendo barreras, superando fronteras. En aquel tiempo existía la idea equivocada de que para mantenerse buenos y puros había que despreciar a los que fueran diferentes, especialmente a quienes no pertenecieran al mismo grupo, al mismo pueblo. Sin embargo, Jesús rompió las fronteras que separaban a las personas. Jesús tocó a los impuros (Mc 1,41; 5,24-28.41), comió con pecadores (2,13-14; Lc 15,1-2); se introdujo en territorio pagano (Mc 5,1-20; 7,24-30), convivió con gente que, de alguna manera, era impura (ciegos, cojos, sordos; Mt 21,14; véase Lev 21,16-24). Y hasta promovió un movimiento de renovación hacia el interior del pueblo judío con una característica muy especial: incluir a todos, sobre todo a los más alejados y rechazados, en este caso los extranjeros.

Además, Jesús proponía unos principios de comportamiento poco comunes que exigían cambiar profundamente no sólo a nivel personal sino también la organización de la vida. Así, por ejemplo, además de no matar hay que evitar cualquier ofensa de desprecio hacia los hermanos (Mt 5,21-26); no es suficiente con evitar el adulterio, es indispensable respetar en todo a la mujer (vv. 27-30); tampoco basta con no hacer más daño que el recibido, debe amarse al enemigo (vv. 38-48). Para Jesús no era suficiente realizar prácticas religiosas; era necesario hacerlas con recta intención (6,5-18); para él la única manera de ser importante era por el servicio a los hermanos en el amor (Jn 13).

Todo esto implicaba, además de un comportamiento personal diferente, un modo más adecuado de experimentar a Dios, de vivenciar las relaciones humanas y de percibir la religión. Para quienes se servían de ideas equivocadas de Dios y vivían de un sistema religioso que los beneficiaba, el comportamiento de Jesús se volvió insoportable, al grado de que muy pronto querían echarle mano para eliminarlo (Mc 3,6). Podríamos decir que a Jesús lo mataron por la vida que llevó y por la misión que cumplió.

¿Por qué entregó la vida Jesús?

Jesús sabía perfectamente que la determinación por hacer la voluntad de su Padre traería serias consecuencias; y las asumió a tal grado que entregó su vida voluntariamente (Jn 10,17-18). Jesús entrega la vida porque esa es la voluntad de su Padre, que se ame hasta el extremo. Dios no estaba de acuerdo con los verdugos que mataban a su Hijo; sí lo estaba con la extrema muestra de amor por parte de Jesús al grado de entregar su vida en la cruz. Los evangelios, especialmente Lucas, nos muestran a Jesús firme en su decisión de cumplir la voluntad de su Padre; la fidelidad en el amor a la voluntad de Dios lo llevó a mantenerse sólido en su camino, firme en sus convicciones (9,51-19,44).

Ahora bien, esta determinación de Jesús por cumplir la voluntad del Padre, es también por fidelidad al ser humano. El evangelio de Juan insiste en que la entrega de la vida de Jesús tiene también como finalidad inmediata que las personas accedan a la vida que no sea acaba, a la vida eterna (3,15-16). Con mucha claridad el evangelio de Juan va diciendo que con la presencia de Jesús y la entrega de su vida, el ser humano puede renacer (3,1-13), todos pueden acercarse a Dios (4,1-42), cualquiera puede responsabilizarse de su amor y misericordia (8,1-11); con esta vida nueva que ofrece el Señor llega también la luz (8,12; 9,1-40) y el tiempo en el que habrá verdaderos pastores, un sólo rebaño y auténticas ovejas (10,1-21)...

La resurrección del Señor

La resurrección de Jesucristo no sólo es el contenido de la proclamación de fe de los primeros cristianos sino el sentido mismo de toda su misión. Los escritos del Nuevo Testamento hablan de ella en dos bloques: las confesiones de fe y las apariciones del Resucitado.

Las confesiones de fe. El testimonio de los primeros cristianos expresado en afirmaciones de fe, credo o predicación misionera parecen resumirse en uno de los textos más antiguos que nos presenta la Primera Carta a los Corintios: “Porque les transmití en primer lugar, lo que a mi vez recibí que Cristo muriópor nuestros pecados, segú las Escrituras; que fue sepultado y que resucitóal tercer dí, segú las Escrituras; que se aparecióa Cefas y luego a los Doce; despué se aparecióa má de quinientos hermanos a la vez de los cuales todaví la mayor parte viven y otros murieron” (15,3-6). La expresión “por nuestros pecados” puede estar indicando su valor salvador para todos los seres humanos, y “según las Escrituras” recuerda que la entrega de la vida por parte de Jesú hace realidad la promesa hecha por Dios. La resurrección, por tanto, entra en la estructura de la Promesa salvífica antes que en la filosófica; es decir, la resurrección de Jesús no es predicada como una enseñnza precisa principalmente sino como la Buena Noticia para todos los seres humanos, creyentes y no creyentes.

Además de las confesiones de fe tenemos los relatos de las apariciones del Resucitado; todas, sin excepción, contienen un matiz misionero; bien por algún mandato expreso, bien por una reacción inmediata de los testigos (Mt 28,9-20; Mc 16,9-20; Lc 24,13-53; Jn 20,11-21,24). Así por ejemplo, Marcos (16,9-20) enfatiza la incredulidad y dureza de corazón de los discípulos; no obstante es a ellos a quienes envía para que vayan por todo el mundo y proclamen la Buena Nueva a toda la creación; el Resucitado garantiza a quienes crean que hará cosas semejantes a las que él había realizado; y a los que ya han creído y asumen la misión les promete que estará con ellos para que sean coherentes (vv. 17-18. 20). Por su parte, Mateo (28, 16-20) enfatiza que algunos de los once apótoles dudaban (v. 17); no obstante, los envía y les encarga que consagren a las personas a la Trinidad, es decir, que las introduzcan en la vida de Dios; les encarga que enseñen a vivir más que ayuden a "saber". Lucas, por su parte, da a entender de que si los discíulos quieren ser realmente misioneros tendrá que convencerse de que deben comportarse realmente como testigos (24,44-49). Por último, Juan habla del envío de los discípulos por parte del Resucitado en orden a la reconciliación (20, 22); para Juan el envío que hace Jesús como el Padre lo ha enviado además de remarcar la semejanza señala la continuidad.

Para seguir reflexionando:

Señala los comportamientos más importantes que tuvo Jesús y que incomodaron a ciertos grupos o personas de su tiempo.
¿Qué imagen de Dios y de las relaciones humanas percibimos en la manera de pensar y de actuar de Jesús? ¿A qué nos invita esto?
¿Por qué y para qué entregó Jesús su vida?
¿Por qué decimos que la resurrección tiene que ver con la vida presente?
¿A qué nos compromete la fe en la resurrección del Señor? ¿En qué nos anima?

Tomando en cuenta el contexto eclesial hemos querido ofrecer algunos matices relacionados con la Misión.

Las palabras de Pedro, en su visita a la casa de Cornelio, condensan el recuerdo que aquel apóstol tenía sobre quién había sido Jesús de Nazaret y lo que representaba para los cristianos de entonces (Cf. Hech 10,38). Es cierto que también encontramos los relatos de la tumba vacía (Mt 28,1-8; Mc 16,1-8; Lc 24,1-8; Jn 20,1-10); sin embargo, lo más seguro, es que éstos no tengan intenciones apologéticas a manera de prueba de la resurrección. La Resurrección como Promesa evita la extravagancia (“les queremos compartir algo raríimo”) y el revanchismo (“les demostraremos que no pudieron con él”).
Los primeros cristianos utilizaron tres imágenes principales para hablar de este acontecimiento central: la Resurrecció, la vida y la exaltación. La resurrección está en clave de contraposición muerte/vida; Jesú estaba muerto y despierta de la muerte; yací en la tumba y fue levantado. Las otras imáenes subrayan la novedad; Jesús no se reintegra a nuestro mundo, pasa al mundo de Dios; por esto, el Cristo Resucitado será llamado “primogénito de entre los muertos” (Col 1,18) porque inaugura el mundo nuevo.

No entramos en discusiones sobre los finales de Marcos (16,9-20) y de Juan (21,1-25). Lo importante es que ambos finales precisan lo que se ha dicho en cada uno de ellos anteriormente.

P. Toribio

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