Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá (Lc 11, 9)
JESÚS DE NAZARET oraba con frecuencia, y en una ocasión los discípulos le dijeron que querían aprender a orar como los discípulos de Juan el Bautista. Les enseña una oración brevísima pero muy completa: el Padre Nuestro. Y les recomienda que lo hagan con una insistencia casi molesta. Me llaman la atención tres partes de la oración: “Padre nuestro”, “tu Reino” y “nuestro pan”, por ser el eje de nuestra vivencia evangélica. Ahora bien, ¿oramos con espíritu filial? ¿Oramos con insistencia? ¿Qué pedimos? Cuando decimos “Venga a nosotros tu Reino”, ¿nos acordamos de los deudos de la mina de Pasta de Conchos? ¿Nos acordamos de los trabajadores electricistas despedidos de LyFC y que integran el sindicato del SME?
APARECIDA dixit que lo primero que tenemos que anunciar y escuchar es que nuestro Padre desea que seamos hijos suyos y que participemos de su vida divina que es trinitaria (AP 348). Pero, además de apasionarnos por el Padre, los seguidores de Jesús, guiados por el Espíritu (Gal 5, 25), y siguiendo el ejemplo del Maestro, lo hacemos también por el Reino (AP 152), el cual consiste en una vida digna para todos (AP 361). Sus señales son la vivencia de las bienaventuranzas, la evangelización de los pobres y el acceso de todos a los bienes de la creación, entre otros (AP 383).
QUÉ LES PARECE si hacemos el intento de reflexionar sobre la situación de nuestra parroquia, diócesis y sociedad en relación a los signos del Reino para evaluar la misión permanente. Lo más importante a verificar es si estamos evangelizando a los pobres y el acceso de ellos a la comida. Sabiendo que esta misión es difícil, qué les parece si nos proponemos hacer oración y ayuno con insistencia para discernir la voluntad del Padre y vencer la tentación de tomar otros caminos (AP 149). Qué les parece si nos proponemos hacerla no sólo personalmente sino también comunitariamente teniendo como fuente de alimento la Palabra y la Eucaristía (AP 255), incluyendo la oración en familia (AP 119).
Agustín de Rem
APARECIDA dixit que lo primero que tenemos que anunciar y escuchar es que nuestro Padre desea que seamos hijos suyos y que participemos de su vida divina que es trinitaria (AP 348). Pero, además de apasionarnos por el Padre, los seguidores de Jesús, guiados por el Espíritu (Gal 5, 25), y siguiendo el ejemplo del Maestro, lo hacemos también por el Reino (AP 152), el cual consiste en una vida digna para todos (AP 361). Sus señales son la vivencia de las bienaventuranzas, la evangelización de los pobres y el acceso de todos a los bienes de la creación, entre otros (AP 383).
QUÉ LES PARECE si hacemos el intento de reflexionar sobre la situación de nuestra parroquia, diócesis y sociedad en relación a los signos del Reino para evaluar la misión permanente. Lo más importante a verificar es si estamos evangelizando a los pobres y el acceso de ellos a la comida. Sabiendo que esta misión es difícil, qué les parece si nos proponemos hacer oración y ayuno con insistencia para discernir la voluntad del Padre y vencer la tentación de tomar otros caminos (AP 149). Qué les parece si nos proponemos hacerla no sólo personalmente sino también comunitariamente teniendo como fuente de alimento la Palabra y la Eucaristía (AP 255), incluyendo la oración en familia (AP 119).
Agustín de Rem
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