Cord24, alegría por la conversión, 12 de Septiembre de 2010
Ex 32, 7-11. 13-14: El Señor se arrepintió de la amenaza que había pronunciado
Salmo: 50: Me pondré en camino adonde esta mi padre.
1Tim 1, 12-17: Cristo vino para salvar a los pecadores
Lc 15, 1-32: Habrá alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta
JESÚS DE NAZARET es criticado por los fariseos y escribas porque convive y come con pecadores. Entonces cuenta tres parábolas, llamadas "parábolas de la misericordia". La misericordia de Dios es una característica en el evangelio de Lucas. La primera la oveja perdida, la segunda es la moneda perdida y la tercera es el hijo pródigo. Las tres tienen como común denominador la alegría por haber encontrado la oveja, la moneda y al hijo que se había perdido. Hay una gran celebración en el cielo por el pecador arrepentido. Aunque Dios nos ama a todos, tiene una especial atención hacia el pecador. En nuestra vida ordinaria, en nuestro trabajo pastoral, ¿cómo nos acercamos a los pecadores? ¿Cómo involucramos a los que desean volver a la casa del Padre? ¿Nos alegramos o nos da envidia cuando vemos a una persona entregada a un ministerio eclesial después de haber salido del pecado? ¿Somos conscientes de la gratuidad de Dios?
La Palabra dice que "habrá más fiesta en el cielo por un pecador que se arrepienta que por noventa y nueve justos que no necesiten arrepentirse" (Lc 15, 7). También dice que "Dios no se complace en la muerte del pecador, sino en que se convierta y viva" (Ez 18, 23). APARECIDA por su parte afirma que "La alegría del discípulo es antídoto frente a un mundo atemorizado por el futuro y agobiado por la violencia y el odio. Conocer a Jesús es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo" (AP 32).
QUÉ LES PARECE si en primer lugar tomamos conciencia de que somos hijos dignos de Dios destinatarios de su amor, con los mismos derechos y deberes, y que por lo tanto, vale la pena amarnos profundamente. Hijos "dignos" significa que Dios es feliz por habernos creado y habernos adoptado como sus hijos. Por lo mismo, tan llenos de amor no nos queda más que ir al encuentro del extraviado, del que sufre… hasta encontrarlo y finalmente celebrar ese encuentro. Cuando somos conscientes de la gratuidad de Dios y valoramos lo que nos ha dado, no existe el riesgo de la envidia.
Agustín, Pbro.
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