HILO 2
Tejiendo alianzas por la seguridad humana
Alianzas por la seguridad ciudadana y derechos humanos
VER
Las dificultades para ejercer el derecho a la seguridad en América Latina
En América Latina[1] la tasa de homicidios es de 25.6[2], cuando la tasa mundial es de 9.2. Entre jóvenes de 15 a 29 años, la tasa regional es de 68.6. Los homicidios contra hombres son 10 veces más numerosos que los que afectan a mujeres, pero en el caso de las mujeres estos sucesos se relacionan en general con violencia sexual, haciendo que la situación de inseguridad de las mujeres sea mucho más grave. La tasa de muertes por accidentes de tránsito es de 18.1 y por suicidio es de 5.6. No es casual que, de acuerdo con el Latinbarómetro 2007, el crimen y la violencia son considerados los problemas más importantes en todos los países latinoamericanos, de modo que 73% de sus habitantes siente temor de sufrir un delito violento y 63% considera que su país es muy inseguro.
En este contexto, la ONU señala tres importantes desafíos para la seguridad en América Latina, que afectan a las mujeres, la población juvenil y las personas que pertenecen a alguna minoría[3]:
· La violencia de género, tanto en el ámbito de la vida privada como en el de la pública; en México, esto supone a más de la mitad de la población.
· Las limitaciones para el desarrollo de las y los jóvenes, que les hace vivir esta etapa en condiciones de riesgo; para el caso de México, se afecta así a 3 de cada 10 habitantes.
· La discriminación contra cualquier minoría, que pone de manifiesto la necesidad de superar estereotipos que terminan afectando al resto de la población.
Así, aunque México al igual que la mayoría de los países latinoamericanos ha sobrepasado a otras regiones en vías de desarrollo durante las últimas décadas por su capacidad para generar riqueza, el país es conocido mundialmente por sus elevados niveles de desigualdad y violencia, lo cual dificulta la consolidación de una democracia real y vacían de sentido la débil democracia formal que a duras penas se ha ido implantando[4], de modo que la vida social se fragmenta al imponerse la ley de “sálvese quien pueda”; en este ambiente el tejido social se desvanece y lo único “realista” parecen ser las alianzas “pragmáticas”, sin referencia a la dignidad humana o al bien común, orientadas a la supervivencia o a la conquista del poder.
JUZGAR
Alianzas para la seguridad ciudadana
Tradicionalmente la problemática de la inseguridad ha sido atendida desde enfoques de “prevención” o “lucha contra” el delito o el crimen, es decir, contra los síntomas del malestar social, buscando conservar el “orden público” y reprimiendo toda forma de descontento. Bajo este enfoque, se clasifica a las personas en “gente de bien”, que no se mete en problemas y se dedica “pacíficamente” a “sus” asuntos, mientras que la “mala gente” es sospechosa de “andar en malos pasos” y por eso “les va como les va”: son pobres, causan sospecha, se visten mal, etc.
En esta lógica egoísta, el tejido social consta de relaciones de conveniencia entre “gente decente”, mientras que a la “gente sospechosa” debe tratársele con “cero tolerancia” y “mano dura” para que haya “limpieza social”.
Sin embargo, la paz de Jesús no es la “paz del mundo”. En la escena de su presentación en el Templo, es recibido por Zacarías como “Signo de contradicción” (Lc 2, 34-35). En su ministerio, Jesús es visto como sospechoso por el tipo de gente que le acompaña (Mt 9, 10-13) y afirma que no vino a traer paz sino guerra y espada (Mt 10,34-42), es decir, paz verdadera, no la “pax romana” de los sepulcros, sino la de los vivientes que implica el conflicto y su auténtica superación por medio del diálogo incluyente y respetuoso, donde los diferentes actores puedan corresponsabilizarse de construir cotidianamente un tejido social con base en la paz con justicia y dignidad, incluyente de los derechos de todas las personas y todos los colectivos, en armonía con el ambiente.
Esto coincide con lo que expresa el Preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, promulgada por la Asamblea General de la ONU en 1948: la aspiración más elevada de la humanidad es “el advenimiento de un mundo en que los seres humanos, liberados del temor y de la miseria” accedan al progreso social y a la mejora en su nivel de vida “dentro de un concepto más amplio de la libertad”, cuya garantía es responsabilidad de los Estados Miembros. El Derecho a la Seguridad se entiende como el derecho a la certidumbre de que se contará con oportunidades y condiciones reales para que las personas y los colectivos puedan vivir sin carencias ni amenazas que limiten sus oportunidades de optar por un estilo de vida digno, gratificante y útil.
¿Cómo buscar esta seguridad cuando se “gobierna” por medio de la “guerra contra el crimen” y se nos asegura a hora y deshora que es para “vivir mejor”? ¿Con qué “gente sospechosa” aliarnos de modo que fortalezcamos los caminos de Jesús?
Para explorar algunas respuestas, la memoria de las demandas sociales es como siempre de gran ayuda. ¿A quiénes se ha señalado como adversarios del orden social por denunciar las injusticias y exigir respeto incondicional a los derechos de todas y todos? ¿Quiénes han estado buscando acceso de las personas más marginadas a servicios de salud, educación y vivienda dignas? ¿Quiénes han hecho alianzas que privilegian únicamente sus propios intereses a costa del bien común?
Por otra parte, en nombre de esta memoria histórica, es necesario mantener en estas alianzas una cercanía crítica, recordando que el mundo justo, pacífico y digno ha de construirse diario congruentemente. Aliarse es corresponsabilizarse de una agenda común, recordar que lo que demandamos son derechos para todas las personas y no favores ni privilegios, pues de lo contrario las cosas se mantendrán en la lógica del “quítate tú para ponerme yo”, a costa de los derechos y la dignidad humana.
ACTUAR
Alianzas por la seguridad ciudadana en tiempos de tomar decisiones
A partir de lo anterior, la Seguridad Ciudadana se asume como un derecho que fundamenta a los otros derechos y también como un criterio para la construcción de ciudadanía: ejercer ciudadanía es una forma de reforzar la seguridad y la vigencia de los derechos, y para ejercer ciudadanía es necesario contar con la seguridad de que se respetarán los derechos humanos.
El Enfoque de Seguridad Ciudadana puede funcionar como un criterio para establecer acciones comunitarias donde los llamados “grupos vulnerables” no sean vistos como receptores de “caridad”, sino como aliados en el fortalecimiento de la seguridad, es decir, como parte de la solución y no como parte del problema, fomentando el tejido social a través de la participación y el ejercicio corresponsable de derechos.
Construir alianzas desde el Enfoque de Seguridad Ciudadana es fortalecer más aún el tejido social, al sumar fuerzas y capacidades a favor de los derechos y la corresponsabilidad ciudadana, que a su vez se vuelven criterios para orientar el contenido que deben tener estas alianzas. Cada actor de la alianza debe ser artífice de la paz promoviendo y respetando los derechos, nuestra forma de convivir tiene que estar marcada por el respeto a la dignidad de los demás. Entre las posibles alianzas habría que incluir a movimientos claramente comprometidos con los derechos de diferentes grupos como los de defensa de los derechos de las mujeres, de migrantes, movimientos por la tierra o el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad. Tocará a cada comunidad la tarea de informarse y discernir con qué grupos y movimientos aliarse, y hasta qué punto, por ejemplo difundir entre vecinas y vecinos información sobre actividades, acudir a las mismas, apoyar en especie o en efectivo estas actividades, etc.
Así, es preciso insistir en que los sujetos y los responsables del Derecho a la Seguridad son varios: el gobierno en sus tres órdenes, las comunidades locales, las familias y cada ciudadana y ciudadano, para facilitar la empatía y la comunicación con el resto de la comunidad, de manera que se propicie en cada uno de estos sujetos el desarrollo de habilidades para vivir seguramente y para contribuir a la seguridad ciudadana en sus entornos a partir de que todas y todos ejerzan corresponsablemente sus derechos.
[1] Se presentan datos sobre la región debido a la debilidad de los sistemas de información en México, aunque sabiendo que las características del país responden por completo al patrón regional, como a cada una y cada uno de nosotros nos consta por experiencia cotidiana.
[2] Tasa por 100,000 habitantes.
[3] Programa ONU-Habitat, Guía para la prevención social. Hacia políticas de cohesión social y seguridad ciudadana, 2009, p.12.
[4] Ídem, p.15. Para México, el costo de la inseguridad es del 15% del PIB (Ídem, p.17).
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UNA MIRADA A LA REALIDAD
ILUMINAR LA REALIDAD
MANOS A LA OBRA
CELEBRAR LA VIDA
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Hilo 2 (Catequesis Comunitaria)
Tejiendo alianzas por la seguridad humana
“El espíritu del Señor… me ha enviado a cambiar las cenizas en coronas
y el luto en perfume de fiesta” (Lc 4,18 e Is 61,3)
Introducción
El clima de inseguridad que se percibe en casi todo el territorio nacional no tiene que ver sólo con las acciones violentas del crimen organizado y el combate que las fuerzas federales realizan en su contra. Es un clima de inseguridad en todos sentidos, el sistema de justicia no funciona, los derechos humanos no se respetan y nadie sabe en qué nivel empezó la guerra contra el narco y en qué nivel de éxito nos encontramos. Frente a esto, el mensaje del Evangelio nos convoca a vencer la tentación del miedo y a asumir con todas sus consecuencias la predicación del Reino de Dios. Así como lo han hecho los participantes de la Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad para transformar el luto en esperanza y en perfume de fiesta.
Analicemos los resultados que publican en un diario de circulación nacional sobre una reciente encuesta aplicada en México a 2208 personas mayores de 15 años.
En lo referente a la seguridad pública, uno de cada tres entrevistados manifestó temer al robo con violencia, a 27. 2 por ciento le preocupa ser víctima del narcotráfico y dos de cada diez expresaron su miedo al abuso de las fuerzas de seguridad pública.
Cerca de siete de cada diez entrevistados señalaron que en ocasiones no están dispuestos a apoyar las políticas del gobierno contra la inseguridad y 75.7 por ciento consideró que debería transparentarse la información relacionada con la lucha contra el narcotráfico. Nueve de cada diez rechazaron ser investigados sin orden judicial.
Los encuestados afirmaron que la justicia en México no funciona adecuadamente por la corrupción, la impunidad y la presencia de intereses extralegales; 47.7 por ciento señaló que su funcionamiento no es el idóneo y 22 por ciento ubicó en la corrupción el problema principal en la impartición de justicia. Casi seis de cada diez (55.8 por ciento) señalaron que los derechos humanos se respetan poco o nada en el país y la mitad valoró el amparo como medida de defensa legal poco efectiva frente al gobierno.
Esta segunda encuesta replica los resultados obtenidos en el primer ejercicio elaborado por los universitarios en 2003, donde la opinión ciudadana tenía como referente el incremento de crímenes como robo y secuestro, en tanto que en el estudio actual este rubro fue ocupado por la violencia generalizada y la delincuencia[1]
Esta encuesta revela la percepción generalizada de un ambiente de inseguridad. Da casi el mismo miedo encontrarse con un criminal en la calle que con un miembro de las fuerzas policiacas. No hay confianza en las instituciones que tienen como encargo la impartición de justicia a la población. Tres cuartas partes de la población no ven claro cómo se están decidiendo y manejando las acciones contra los cárteles del narco. Pues, si bien la propaganda gubernamental reitera hasta el cansancio que el estado va ganando la guerra contra los cárteles, lo cierto es que no se nota en los hechos la disminución de la violencia y todas sus secuelas de muerte y miedo.
Otro aspecto de este mismo asunto es que el noventa por ciento de los entrevistados se resisten a ser investigado sin orden judicial, es decir, a que se disminuya el respeto a sus derechos en aras de disminuir al crimen organizado. Además, seis de cada diez encuestados no creen que los derechos humanos sean respetados en el país y frente a eso, se considera que el juicio de amparo, poco o nada puede lograr de manera efectiva. La impartición de justicia, en general, sigue siendo percibida como ineficiente y que funciona con intereses fuera de lo legal. El contexto de violencia generalizada y delincuencia que priva en vísperas de elecciones no es el más propicio para escuchar las propuestas de los partidos políticos.
La misma encuesta señala que el grado de confianza, en una escala del uno al diez, “los diputados, los partidos políticos y la policía se situaron en los últimos sitios de esta escala con un puntaje de 5.6, 5.5 y 5.4 puntos, respectivamente”.
La confianza de quienes deberían proveer un ambiente de confianza y seguridad está por los suelos. Frente a esto, nos preguntamos ¿qué nos dice la Palabra de Dios? ¿Hay algún mensaje de aliento y esperanza en medio de tanta confusión y desesperanza?
Más aún, ¿Qué se puede hacer? ¿A quién le podemos creer y ¿con quién nos debemos aliar para hacer algo?
“El espíritu del Señor está sobre mí. Él me ha ungido para llevar buenas nuevas a los pobres, para anunciar la libertad a los cautivos y a los ciegos que pronto van a ver, para despedir libres a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor”. Lucas 4: 18-19.
Este texto de San Lucas está puesto inmediatamente después de las tentaciones que Jesús sufre en el desierto. La alegoría del demonio poniendo a Jesús a prueba nos muestran la posibilidad de sentirse atraídos por soluciones fáciles y rápidas antes que aceptar la definitiva opción por la construcción del Reino de Dios. Ser parte de esta realidad contra intuitiva que es el Reino de Dios cuesta. Cuesta renunciar a creer que este sistema de dominación es inevitable y que las cosas “así han sido y así deben ser”; cuesta pensar que el bien de todos es mi propio bien en medio de un sistema que exalta el individualismo y el éxito personal como el objetivo a alcanzar en la vida; cuesta en fin, renunciar al engrandecimiento personal para trabajar colectivamente aprendiendo juntos a vivir el Reino.
Así también debió sentirse Jesús, tentado a renunciar a no comprometerse más allá de la comodidad que significaba buscar el bienestar de su propia familia. Sin embargo, al superar la tentación del confort de una vida común y que “no se mete en problemas”, pudo asumir y manifestar públicamente su misión, “El espíritu del Señor está sobre mí. Él me ha ungido para llevar buenas nuevas a los pobres, para anunciar la libertad a los cautivos y a los ciegos que pronto van a ver, para despedir libres a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor”. Lucas 4: 18-19. La proclamación de Jesús de que la profecía se cumplía en ese momento desconcertó a sus oyentes, pues para ellos, la liberación tenía un carácter marcadamente político-militar y no imaginaban cómo este hombre del pueblo iba a lograr eso.
A los judíos les urgía la liberación del poder romano, Jesús les propone un cambio sistémico, no basta con liberarse del tirano si dentro de cada persona continúa reproduciéndose el sistema. Si bien es preciso liberarse de Roma, no basta. Cuando caiga el tirano, otro ocupará su lugar e igual los dominará. Urge un cambio desde dentro del corazón humano hacia un nuevo orden de cosas; a un modo distinto de relacionarse y de compartir. Los signos más claros de esta liberación son que los ciegos ven, que los marginados son destinatarios de buenas noticias y que los cautivos recuperarán su libertad. Es un tiempo de gracia, de volver a hacer las cosas nuevas, de recrear lo que está caduco. Es la nueva alianza de Dios con su pueblo, el “desquite de Dios” frente a aquellos que oprimen a su pueblo. El pueblo, los oprimidos, los vulnerables, los que sufren incertidumbre y desolación no lo serán más. Hay una promesa hecha, una profecía cumplida en la persona del Hijo del Padre; sólo hay que aceptarla como posible.
En medio de la crisis de inseguridad y desconfianza, Jesús vuelve a proclamar en medio de nosotros, que él viene a “vendar los corazones desgarrados” (Isaías: 61, 1) y es quien “cambia las cenizas en coronas y el luto en perfume de fiesta” (Isaías: 61, 3)[2]. No es menor la necesidad de consuelo de tantas y tantas familias desgarradas por la violencia. Sin embargo, no basta con el consuelo, es necesario cambiar el status quo y por eso se proclama un cambio radical de la condición vigente de opresión, los oprimidos son liberados; es el desquite de Dios, pues como afirma el Profeta, Dios “detesta la rapiña y el crimen”.
¿Cuáles son los signos de la proclamación del año de gracia de Dios en este 2012 para este México malherido por la violencia?
En este momento, estos signos deben ser la exigencia del respeto irrestricto a los derechos humanos. En la medida en que ellos son respetados, los menos favorecidos, los más débiles, los sectores vulnerables son considerados y tomados en cuenta como personas dignas de valor, no como daños colaterales de una guerra sin sentido ni estrategia.
Este año es uno definitivo para decidir sobre un cambio de rumbo en la definición de las políticas públicas que favorezcan la promoción y el respeto por los derechos humanos. Hasta ahora el cambio de partido en el poder federal no cambió el régimen de exclusión y empobrecimiento de amplias franjas de la población mexicana. Por el contrario, se han integrado miles de familias al nivel de la pobreza alimentaria, esa que no permite tener los recursos económicos necesarios para satisfacer al menos los requerimientos alimentarios de una familia.
No podemos quedarnos sentados esperando a que las cosas cambien por sí mismas ni tampoco esperar a que sea un solo personaje quien asuma esa responsabilidad. Somos cada uno de nosotros quienes ahora poseemos el espíritu de Dios para proclamar la Buena Nueva. Ya no hay más Mesías, ni religioso ni político, que nos salve. Si cada uno de nosotros no nos hacemos cargo de nuestro destino común, entonces muchos se ofrecerán como salvadores sin tener ni la capacidad ni la posibilidad de hacerlo. Ya lo hemos vivido antes y poco cambia, acaso los colores de los partidos y los nombres de los nuevos ricos.
Si el Espíritu de Dios está sobre nosotros, ¿qué buena nueva vamos a anunciar? La del compromiso por la promoción y defensa de los derechos humanos sin concesiones. Un ejemplo de esto lo hemos visto en el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad. No se han quedado a esperar justicia para sus víctimas; la han exigido. No se han dolido de su propio dolor sino han integrado a los miles de agraviados silenciados por el miedo. No esperan a que las autoridades cambien; ellos han cambiado primero al salir de su confort individual para organizarse y exigir justicia.
Reflexión personal
- ¿Cómo afecta mi vida la tentación de dejar todo como está y no poner manos a la obra para cambiar la realidad?
- ¿Cuándo he sentido que, a semejanza de Jesús, “El espíritu del Señor está sobre mí” y he actuado en consecuencia?
Reflexión en grupos
- ¿Qué tipo de acciones podemos realizar para manifestar el “Año de gracia del Señor” en nuestra comunidad?
- ¿Cómo podemos ir animándonos juntos para dejar que el miedo sea el paradigma que domine la vida comunitaria y social?
Acciones colectivas hacia la construcción de la paz
1. Leer en grupo el “Pacto Ciudadano por la paz con justicia y dignidad” (Anexo 1)
2. Miren el video que se encuentra en la siguiente liga y comenten sobre lo que nos dice a los cristianos como una Buena noticia anunciada por Jesús:
3. Además de las acciones sugeridas por la sección de cómo participar en el movimiento, ¿Qué otras acciones se pueden implementar en la comunidad, la parroquia y en la colonia o pueblo para dar a conocer las exigencias y acciones del movimiento?
1. Iniciar la celebración con un minuto de silencio por los muertos directos e indirectos de la guerra contra el narcotráfico en nuestro país.
2. En torno a un cirio adornado con flores y un Cristo resucitado en una mesa o en el piso sobre un tapete leer el testimonio de un participante de la Caravana por la Paz en Acapulco:
“Felices los que creemos que la paz es posible. Ciudadanas y ciudadanos: estamos celebrando una verdadera fiesta cívica al salir a la calle a recibir a la Caravana del Sur, cantando una misma canción que tiene un tono de lamento pero también de esperanza. Lo acapulqueños estamos hartos de tanta violencia y ahora estamos gritando con nuestra presencia con esta manifestación pública que ¡Ya basta! No queremos más violencia en ninguna de sus formas.
Esta ciudad está muy lastimada y hemos salido a la calle a demostrarnos a nosotros mismos que podemos unir nuestras manos, nuestras voces y nuestros esfuerzos para construir la paz. Esta marcha es sólo el punto de partida de un camino común y solidario. Esta ciudad es nuestra y la queremos recuperar para todos.
Queremos decirles a quienes no han llegado a esta cita que Acapulco nos necesita a todos y es tiempo de devolverle lo mucho que nos ha dado. Necesitamos vencer el miedo para caminar juntos. También queremos decirles a quienes han sido víctimas de la violencia que no están solos. Hay muchas manos solidarias que se levantan para darles consuelo y para exigir justicia.
Es la hora de los ciudadanos y las ciudadanas. Es la hora de participar. Tú puedes construir la paz desde tu familia, desde tu empresa, desde tu sindicato, desde tu colonia, desde tu iglesia, desde tu escuela, desde tu puesto de trabajo. Sin los ciudadanos y las ciudadanas no tendremos la paz que sólo llegará si nos unimos y creemos que es posible con la participación de todos[3]”
3. Meditar en silencio este texto y responder en grupo: ¿A qué nos anima este testimonio?
4. Leer los compromisos adquiridos en esta reunión por el grupo.
5. Recitar el Padre Nuestro y el Ave María.
6. Cantar o, al menos recitar la canción: “Vamos a andar” de Silvio Rodríguez.
Vamos a andar
En verso y vida tintos
Levantando el recinto
Del pan y la verdad
Vamos a andar
Matando el egoísmo
Para que por lo mismo
Reviva la amistad
Vamos a andar
Hundiendo al poderoso
Alzando al perezoso
Sumando a los demás
Vamos a andar
Con todas las banderas
Trenzadas de manera
Que no haya soledad
Vamos a andar
Para llegar
A la vida
[1] “Da a conocer la UNAM resultados de la Segunda Encuesta Nacional de Cultura Constitucional. La grave situación que vive el país amerita un rediseño del Estado” en Periódico La Jornada, 24 de Agosto de 2011.
[2] La Biblia de Nuestro Pueblo. Luis Alonso Shökel. Biblia del Peregrino, América Latina.
[3] La Caravana del Sur en Acapulco convoca a la ciudadanía a participar en http://movimientoporlapaz.mx/2011/09/10/la-caravana-del-sur-en-acapulco-convoca-a-la-ciudadania-a-participar/
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