HILO 3
Tejiendo alianzas por la solidaridad
Tejiendo comunidades solidarias para una identidad colectiva
Podemos decir que actualmente tenemos enormes retos para tejer comunidades solidarias que nos ayuden, por una parte, a lograr una mayor seguridad humana y ciudadana en medio de las difíciles situaciones de violencia que estamos viviendo y, por otra parte, nos animen e impulsen a buscar mejores condiciones para una vida digna, ya sea en apoyos mutuos, ya sea en exigencias de justicia.
Entre algunos de los retos que podríamos enumerar está el miedo que, en algunas partes, está al borde del terror que paraliza. Ante las situaciones de una guerra fallida contra la delincuencia, una guerra impuesta que ha exacerbado la violencia y ha tenido como campo de batalla y carne de cañón a la misma ciudadanía, se ha inhibido la vida comunitaria en muchas de sus manifestaciones: La gente ya no sale de sus casas a determinadas horas de la noche, las carreteras se han vuelto inseguras, hay pueblos fantasmas porque la gente ha salido a buscar refugio en otros lugares, hay empresarios y comerciantes que han cerrado sus negocios, hay profesionistas (médicos, abogados…) que se han desplazado por amenazas. Se han inhibido las denuncias ante los atropellos de la delincuencia y de las mismas autoridades, como también se ha inhibido la misma protesta social ante el hostigamiento a líderes y defensores de derechos humanos. Toda esta inseguridad e incertidumbre crean desconfianzas que destruyen la vida comunitaria.
Otro de los retos muy grandes es la movilidad humana, sobre todo cuando ésta es una movilidad forzada como la de tantos migrantes que tienen que salir de sus comunidades, de su “terruño”, no tanto para buscar mejores condiciones de vida, sino simplemente para sobrevivir, con todos los peligros que esto implica, hasta de perder la propia vida como ha estado sucediendo. Con ello se pierde un valioso recurso humano que produce socialmente identidad, crea cultura, amor al terruño y sentido de patria.
Hay otros retos para tejer comunidades solidarias como la urbanización que masifica, la cultura individualista donde el tener y el disfrutar lo que se compra con el dinero es el valor máximo. En aras de ella se aplasta a los demás, se roba, se secuestra, se devasta la naturaleza. También es un reto el “ciber espacio” para que la “conectividad” en redes sociales logre efectivas comunidades solidarias.
Toda comunidad solidaria tiene el reto de rescatar y recrear la identidad colectiva propia. Esto sucede en la medida que se recupera la autoestima, que se recupera la capacidad de indignación ante la injusticia perpetrada y cuando, finalmente, se deja a un lado la cobardía o el desaliento que no nos permite ser lo que somos y saber de lo que somos capaces. No hay mejor botín para los “buitres” de la codicia, de la corrupción y de la impunidad que el “cadáver” de una comunidad fragmentada con un tejido social descompuesto.
La convicción más profunda de nuestro ser cristiano es que, por la gracia de Dios, todos y todas somos sus hijos e hijas y, por tanto, el dinamismo más profundo que nos identifica como tales es la experiencia de vivir como hermanos y hermanas: “Quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve” (I Jn 4, 20). El saberse (en el sentido de saborear) hijo e hija de Dios nos libera del miedo, anula nuestro egoísmo, libera nuestro espíritu y nos lleva al encuentro del hermano. La fraternidad no se vuelve una obligación, un plus sobreañadido, sino que es plenitud de vida. Se disfruta la comunidad. Se “ama la solidaridad” como dice San Agustín. Con razón escribía Juan Pablo II que el otro llega a ser “un don de Dios para mí” y la solidaridad nos lleva a que “todos seamos responsables de todos”.
Los lazos de fraternidad se extienden al amor y cuidado de la misma creación. Como afirma Leonardo Boff: No estamos sobre la tierra, sino que somos una parte del todo, de tal manera que la suerte del planeta, la suerte del todo, es nuestra suerte. El hombre más solidario sobre la tierra fue el mismo Jesucristo, quien no hizo alarde de ser Dios, sino que se hizo semejante (solidario) a los hombres hasta la muerte de cruz (Ver Filipenses 2, 8-11). La fraternidad, la solidaridad, es, finalmente, darse gratuitamente dándole un mentís al acaparamiento, a la codicia, a la avaricia, al mercantilismo y al consumismo.
Juan Pablo II afirma en Ecclesia in America que la solidaridad es fruto de la comunión y habla de la necesidad de “globalizar la solidaridad” y, por tanto, de humanizar la globalización. Incluso dice que hay que “promover una cultura de la solidaridad que incentive oportunas iniciativas de ayuda a los pobres y a los marginados…” Pero ciertamente esta solidaridad global tiene que comenzar con los más cercanos: con la familia, con el pueblo, con el barrio… Aunque la prueba de fuego para su autenticidad deberá ser la solidaridad con los más lejanos.
Estamos, pues, llamados a rescatar el “sentido de comunidad” que se nos puede ir perdiendo ante las propuestas del “éxito personal”, las más de las veces ilusorias y ante el afán de “competencia” que deja a la mayoría tirada en el camino.
Si bien es cierto que hay que rescatar el “sentido de comunidad” hay que reforzar “la comunidad de sentido”, pues actualmente nuestras relaciones son en muchas direcciones (amigos por internet, relaciones con diversidad de personas a distancia, con grupos de pensamientos diferentes en cuestiones de religión, de política, de estilo de vida, etc). Por todo ello, siempre deberá estar presente la pregunta: ¿Qué sentido deberemos darle a este esfuerzo comunitario, a esta comunicación, para que sea creadora de subjetividad, de fraternidad y liberadora?
Afortunadamente hay esfuerzos muy loables, los cuales son luces en el camino, de crear y recrear comunidades solidarias. Se tienden lazos de fraternidad universal con las redes sociales, se han logrado movilizaciones de reivindicación en países árabes, ha sido ejemplar la movilización de jóvenes en España desde la no-violencia activa. En nuestro país tenemos grupos de economía solidaria, organizaciones defensoras de los derechos humanos, casas del migrante, organismos que defienden la cultura, el territorio y el medio ambiente, etc. Una de las últimas expresiones de solidaridad y que ha logrado visibilizar las víctimas de la violencia ha sido el Movimiento Ciudadano por la Paz con Justicia y Dignidad, encabezado por Javier Sicilia, al cual se han agregado diversas organizaciones que trabajan a favor de las víctimas de la violencia y en la reconstrucción de la paz.
Hoy más que nunca para construir una paz auténtica y verdadera “es necesario educar y favorecer en nuestros pueblos todos los gestos, obras y caminos de reconciliación y amistad social, de cooperación e integración. La comunión alcanzada en la sangre reconciliadora de Cristo nos da la fuerza para ser constructores de puentes, anunciadores de verdad, bálsamo para las heridas” (DA 535). ¿En qué podemos contribuir para ello?
Por todo lo bueno que está pasando en nuestro país, tal vez calladamente como la semilla sembrada bajo tierra que de pronto germina y crece, hay que celebrar la Vida con gestos de solidaridad. Recordemos que la fiesta popular restaura nuestras fuerzas, alegra el corazón, nos reencuentra como hermanos y hace que renazca nuestra esperanza.
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Hilo 3 (Catequesis Comunitaria)
Tejiendo alianzas por la solidaridad
“El amor convertido en acción, sana todas las heridas; las meras palabras aumentan el dolor”
(Beato Adolfo Kolping)
Introducción
En este hilo reflexionaremos sobre la solidaridad del Reino que lleva a transformar el amor en acción. La acción que reclama solidaridad de muchos para fortalecer la incidencia. Y, siendo el hambre y la mala alimentación un asunto de creciente atención en nuestras comunidades, veremos cómo es posible trabajar desde el propio ámbito acción por transformar esta realidad. Nos edificará el testimonio de un grupo de mujeres que están comprometidas en mejorar la alimentación; cómo hacerlo desde el fortalecimiento de su propio rol como mujeres y como ciudadanas.
La alimentación es la acción mediante la cual se proveen los insumos necesarios para satisfacer la necesidad primaria del hambre. En la legislación internacional, la alimentación es reconocida como un derecho humano fundamental: “Toda persona tiene derecho a una nutrición adecuada que le asegure la posibilidad de gozar del más alto nivel de desarrollo físico, emocional e intelectual”[1] En nuestro país, apenas el 29 de abril del 2011 fue reconocido como un derecho en la Constitución política.
Esto significa que el Estado mexicano está obligado a realizar las acciones necesarias para garantizar este derecho y el abasto suficiente y oportuno de alimentos básicos a través de un desarrollo rural integral y sustentable. Sin embargo, la realidad nos muestra un panorama realmente desolador en este rubro donde poco han podido hacer los programas de ayuda como Pro Campo y Oportunidades. Son las mujeres quienes resienten mucho más esta situación porque ellas están a cargo de proveer de alimentación a la familia y, como el gasto no les alcanza, deben lidiar solas con este reto cada día.
El siguiente fragmento pertenece al resultado de una serie de talleres que OXFAM[2] realizó con mujeres campesinas e indígenas que están trabajando en proyectos productivos. Veamos lo que nos dice en su parte diagnóstica:
Las políticas para el campo y para las mujeres[3]
En estos tiempos de globalización neoliberal se viven los efectos acumulados de una política que durante décadas explotó al máximo a la agricultura campesina en beneficio de la industrialización, y luego, cuando ese modelo se agota, privilegia los intereses económicos de trasnacionales y agro negocios sacrificando con ello la soberanía alimentaria y laboral de nuestro país. Políticas anti campesinas que hoy se expresan en situaciones críticas:
La pobreza crónica del medio rural: abarca al 85% de su población y hasta el Banco Mundial señala que sus niveles son inaceptables.
Una costosa dependencia alimentaria: entre los años 2000 y 2009 las toneladas de maíz importado se elevaron en un 44%, pero el pago anual de dólares por esas importaciones aumentó en un 156%.
El éxodo de la población del campo: 62% de los municipios rurales registran despoblamiento y desolación debido a la emigración de cientos de miles de personas que no hallan ahí una opción de empleo e ingreso.
El deterioro de recursos naturales y la pérdida de biodiversidad: debidos en gran medida a la tala de bosques, al abuso de agroquímicos incluidos en los paquetes tecnológicos, y ahora, a la introducción de semillas transgénicas.
Saldos negativos que recaen fuertemente en las mujeres y que hoy se reflejan en la feminización de la pobreza y de la agricultura, en el número creciente de jefas de familia y de mujeres que están asumiendo cargos comunitarios en ausencia de los varones. Es decir en más responsabilidades y tareas para las mujeres. Ante esta situación, el gobierno responde con unos cuantos pesos para impulsar proyectos productivos de mujeres y con Procampo y Oportunidades.
En las grandes ciudades, el panorama no es mejor, veamos lo que dice el estudio de un investigador de la UNAM con respecto al costo de la canasta básica[4] en las ciudades y su impacto en los sectores pobres.
El investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) José Luis Calva dijo que la calidad de vida de los mexicanos se deterioró dramáticamente en las últimas décadas, y recientemente los estratos sociales de la población más desfavorecidos sufren los impactos de los elevados precios internacionales de los alimentos. Con base en el índice de la tendencia laboral de la pobreza, que elabora el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), el costo de una canasta básica en México en la zona urbana es de mil 39.58 pesos a abril del presente año. Dicha cifra es superior a los 855.64 pesos que equivalía adquirir la misma a principios de 2004.
“Entre 2008 y el primer trimestre de 2011, la dificultad para adquirir una canasta básica en zonas urbanas creció casi 25 por ciento, mientras que en las zonas rurales fue de 5 por ciento, lo que indica que el incremento de la pobreza se dio más en las zonas urbanas”, detalló el grupo político en el estudio 10 años de panismo[5]
De acuerdo a estos datos, en las ciudades se requiere 20% más para adquirir una canasta básica en comparación con el precio de la misma canasta en el área rural. Y aún más, en las zonas marginales de las ciudades es donde se concentra el mayor nivel de vulnerabilidad en sanitaria traducida en “…trastornos y enfermedades, sobre todo en la población más joven, con desnutrición infantil, así como alto riesgo reproductivo y eventuales adicciones en adolescentes, producto del rezago social”[6].
Frente a esta realidad nos preguntamos, ¿Tenemos que esperar a que los programas compensatorios alivien todas estas necesidades? ¿Sólo el dinero resuelve el problema de hambre y desnutrición en nuestra comunidad? ¿Con quiénes tenemos que aliarnos para lograr acciones más contundentes que vayan al corazón de la producción de los alimentos? Dejémonos iluminar por la palabra de Dios en este sentido.
Marcos 6:30-44 Solidaridad del Reino.
“Al volver los apóstoles a donde estaba Jesús, le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Jesús les dijo: “Vámonos aparte, a un lugar retirado, y descansarán un poco”. Porque eran tantos los que iban y venían que no les quedaba tiempo ni para comer. Y se fueron solos en una barca a un lugar despoblado.
Pero la gente vio cómo se iban, y muchos cayeron en la cuenta y se dirigieron allá a pie. De todos los pueblos la gente se fue corriendo y llegaron antes que ellos. Al desembarcar Jesús vio toda aquella gente, y sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas sin pastor. Y se puso a enseñarles largamente.
Se había hecho tarde. Los discípulos se le acercaron y le dijeron: “Estamos en un lugar despoblado y ya se ha hecho tarde; despide a la gente para que vayan a las aldeas y a los pueblos más cercanos y se compren algo de comer.” Jesús les contestó: “Denles ustedes de comer.” Ellos dijeron: “¿Y quieres que vayamos nosotros a comprar doscientos denarios de pan para dárselo?” Jesús les dijo: “¿Cuántos panes tienen ustedes? Vayan a ver.” Volvieron y le dijeron: “Hay cinco, y además hay dos pescados.”
Entonces les dijo que hicieran sentar a la gente en grupos sobre el pasto verde. Se acomodaron en grupos de cien y de cincuenta. Tomó Jesús los cinco panes y los dos pescados, levantó los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y los iba dando a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Así mismo repartió los dos pescados entre todos. Comieron todos hasta saciarse; incluso se llenaron doce canastos con los pedazos de pan, sin contar lo que sobró de los pescados. Los que habían comido eran unos cinco mil hombres”.
Para los pueblos antiguos de Oriente, tanto como para nuestros pueblos indígenas, ofrecer comida al visitante es un símbolo de hospitalidad y de amistad. El que come de su mesa es su amigo; si el plato es rechazado se ofende la hospitalidad del huésped. En este relato del apóstol Marcos, se ofrece la imagen de Jesús como el anfitrión del Reino que recibe a la multitud hambrienta de su enseñanza y también hambrienta de comida que satisfaga el hambre física. Dice el texto que, a pesar de la intención del grupo de Jesús y los apóstoles de estar retirados y descansar, la multitud los sigue y prácticamente los obliga a atenderlos.
En principio, Jesús sólo atiende la demanda de “enseñanza”, son los discípulos quienes le indican que ya es tarde y mejor los despache para que se provean alimento por ellos mismos. Jesús prueba a sus discípulos con el mandato que sean ellos quienes provean de alimentos a la muchedumbre. Los discípulos se asustan con la contabilidad, entre la cantidad de personas y el dinero requerido para comprar comida. Jesús asume entonces la responsabilidad de ser él quien alimente a la multitud y pide a los discípulos que traigan lo que está disponible.
En este anticipo de una cena escatológica, Jesús mostrará la abundancia y la solidaridad del Reino. Es una cena de alianza, donde el anfitrión y los huéspedes son, de aquí en adelante, entrañables. Nada pude romper el pacto que se establece entre quienes han compartido “el pan y la sal”, como bien lo dice el dicho oriental. Dicho que hasta ahora sigue vigente aludiendo al hecho de estar comprometido a compartir todas las vicisitudes de la existencia. En la cena final, con sus íntimos, Jesús no sólo dará pan, dará su mismo cuerpo en señal de la alianza nueva y eterna. Por ahora, ha mostrado a la multitud dos señales más del Reino, una; es la abundancia, en el Reino no hay hambre ni necesidad y dos; la solicitud, en el Reino la disponibilidad para atender la necesidad física de comida es un sello característico de los discípulos de Cristo.
De este impresionante pasaje de las Escrituras podemos extraer para nuestra vida lo siguiente:
- No importa cuántas personas tengan que comer, siempre habrá el modo de alimentarlas a todas.
- El dinero es importante para obtener los alimentos, pero no imprescindible, finalmente, el texto nunca dice que hubieran comprado algo los discípulos.
- Compartir con otros lo poco que se tiene rinde más frutos que si acaparamos el alimento sólo para el beneficio de unos cuantos.
- Mostrar la abundancia y la solidaridad del Reino es comprometerse en acciones que satisfagan los requerimientos de comida digna y sana para todos.
Muchas son las acciones que ya se están llevando a cabo en nuestro país para revertir esta situación de desnutrición y escasez y carestía de alimentos. Por ejemplo, la campaña permanente, “Sin maíz no hay País” nos recuerda que somos una cultura nacida del maíz y que es preciso ser autosuficientes, apoyando la producción nacional y dejando de depender del exterior para el consumo interno. Defiende con gran ahínco las especies de maíz nacionales en contra de los maíces transgénicos que pueden tener graves riesgos para la salud.
¿Qué es la Campaña Nacional Sin maíz no hay país?[7]
La Campaña Nacional Sin maíz no hay país surgió en 2007 convocada por más de 300 organizaciones y de personas que demandaban al gobierno una política de atención al campo mexicano. La inquietud inicial fue obtener una respuesta frente a la profunda crisis que ya atravesaba México, y que con la crisis de la tortilla de ese año había dejado en claro el riesgo en que se encuentra nuestra alimentación, tanto por la cantidad como por la calidad. Los primeros meses realizamos diversas actividades con el objeto de colocar en el debate nacional el tema.
Aunque la respuesta gubernamental fue nula, en esta primera etapa sentimos que logramos transmitir la preocupación de la Campaña en México y hasta Centroamérica. A lo largo de 2008 se fortaleció la Campaña a través del diálogo en asambleas estatales que llegaron a la asamblea nacional. De manera conjunta construimos una plataforma estratégica y el escenario del país que queremos. De esta plataforma se desprendieron los ejes temáticos que se consolidaron en 2009: agricultura sustentable, alimentación, comunicación, política pública y transgénicos.
Bajo estas líneas hemos seguido trabajando y sumando a mas organizaciones y personas. Desde 2009 convocamos a celebrar el Día Nacional del Maíz el 29 de septiembre, ya celebramos este día por segunda ocasión con más fuerza y entusiasmo. En estos años la Campaña Nacional Sin maíz no hay país se ha convertido en un referente para múltiples organizaciones de diversos tipos: de productores, de derechos humanos, de ambientalistas, de consumidores, de comunicadores y para miles de ciudadanos.
Reflexión personal
- ¿Cuál es el modo de consumir en mi familia? ¿Consumimos productos chatarra en lugar de alimentos sanos?
- ¿Somos cuidadosos de la comida o la desperdiciamos; procuramos consumir los productos de origen nacional o los extranjeros?
- ¿Preferimos los productos naturales o los industrializados?
Reflexión en grupos
1. ¿A quién afecta más la crisis y carestía de alimentos en tu comunidad, a los hombres o a las mujeres, por qué?
2. ¿Por qué es importante que los grupos eclesiales estén comprometidos con estos temas?
Acciones colectivas hacia la construcción de la paz
1. Indagar más sobre la Campaña Nacional Sin Maíz no hay País y sus acciones en distintos estados de la República: http://sinmaiznohaypais.org/
2. Indaguen dónde están las iniciativas de compra y venta de productos locales de tu comunidad, como el tianguis de la Universidad de Chapingo, de la Universidad Obrera o el Mercado del Cien[8]. Todos estos son espacios de articulación entre los productores del campo que no utilizan químicos en la producción de sus alimentos y que ofrecen buen precio al consumidor.
3. Anoten en una lista los productos que acostumbran consumir que no son alimentos sanos sino chatarra e identifiquen por cuáles los pueden sustituir, por ejemplo, latas de verduras por verduras frescas. Anoten cada uno un compromiso y luego compromisos comunitarios, por ejemplo, nos comprometemos a no consumir café industrializado en nuestras reuniones sino café producido por nuestros campesinos; o, nos comprometemos a no consumir más vasos y platos de unicel y a traer platos y vasos reusables.
4. ¿Por qué no aprender a producir su propia comida iniciando con pequeño huerto en la casa, incluso en sus macetas de la ventana? Cada vez hay más lugares donde aprender a sembrar para el auto consumo o en comunidad, anímense a organizar un curso para la comunidad.
1. En torno a una mesa donde se han colocado previamente frutas y flores y un cirio encendido, iniciamos con la oración del Padre Nuestro.
2. Una persona lee en voz alta el pronunciamiento de las mujeres campesinas:
Las mujeres rurales participantes en esta investigación y la Red Nacional de Promotoras y Asesoras Rurales ya nos comprometimos y hemos decidido actuar antes que quedar paralizadas ante el hambre, la falta de políticas públicas que favorezcan la producción alimentaria, el despoblamiento del campo, los desastres ambientales y las injusticias de género. Queremos que la crisis profunda que ahora nos azota, lleve a reflexionar sobre todo lo que la humanidad, el país, la comunidad y la familia, las mujeres y varones debemos transformar para caminar juntos hacia el buen vivir.
3. Lea cada quien sus compromisos y luego los compromisos comunitarios, incluso si piensan en hacer su huerto o sumarse a la campaña Sin maíz no hay País.
4. Finalmente, canten o lean al menos la canción de Juan Luis Guerra, Ojalá que llueva café y después repartan la fruta entre todos.
Ojalá que llueva café en el campo
que caiga un aguacero de yuca y té
del cielo una jarita de queso blanco
y al sur una montaña de berro y miel.
oh, oh, oh, oh, oh...ojalá que llueva café
Ojalá que llueva café en el campo
peinar un alto cerro de trigo y mabuey
bajar por la colina de arroz graneado
y continuar el arado con tu querer.
oh, oh, oh, oh, oh...
ojalá el otoño en vez de hojas secas
pintar mi cosecha de pitisa alegre
siembra una llanura de batata y fresas
ojalá que llueva café
Oh, ojalá que llueva café en el campo
peinar un alto cerro de trigo y mabuey
bajar por la colina de arroz graneado
y continuar el arado con tu querer.
ah, ailaralailala, ailarala, ailaralailala
ojalá que llueva café.
Pa´ que la realidad no se sufra tanto
ojalá que llueva café en el campo
pa que en villa hidalgo oigan este canto
ojalá que llueva café en el campo
pa´ que todos los niños canten este canto
ojalá que llueva café en el campo
ojalá que llueva, ojalá que llueva
ojalá que llueva café en el campo
[1] Primer párrafo del artículo 12o del Protocolo Adicional a la Convención Americana sobre Derechos Humanos en materia de Derechos Económicos, Sociales y Culturales “Protocolo de San Salvador”
[2] OXFAM
[3] Cuadernillo de trabajo “Tejiendo Lazos para Vivir con Dignidad” Experiencias y Propuestas de Mujeres Rurales Ante la Crisis Alimentaria, el Cambio Climático, la Caída de Remesas y la Inequidad de Género. en http://www.oxfammexico.org/oxfam/descargas/Informe_Cuadernillo%20RedPAR.pdf
[4] Canasta básica: La Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) define a la canasta básica como un conjunto de bienes y servicios indispensables y necesarios para que una familia sostenga sus necesidades básicas a partir de su ingreso. Banxico considera 32 productos y servicios del componente de alimentos, bebidas y tabaco; otros 45 relacionados con la vivienda, y tres más de educación y esparcimiento.
[5] “Precios de la canasta básica crecen más que la inflación. Advierte académico del grave deterioro en la calidad de vida de estratos más pobres”. En Milenio Online: http://impreso.milenio.com/node/8974582
[6] “Desnutrición infantil, uno de los problemas de la población urbana de áreas marginadas
Estudios del INSP consignan también rezagos en condiciones de salud en zonas indígenas”. En La Jornada, viernes 29 de abril de 2011.
[7] Campaña Sin maíz no hay País. En http://www.sinmaiznohaypais.org/?q=node/10
[8] Mercado del Cien: primer mercado de productores locales y ecológicos de la Ciudad de México en http://www.mercadoel100.org/p/porque-el-100.html
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MPF2012
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