Servicio Bíblico Latinoamericano
Domingo 15 de diciembre de 2013
Domingo 3º de Adviento - Ciclo A
María de la Rosa, fundadora (a. 1855)
Is 35,1-6.10: Dios viene en persona y los salvará
Salmo Responsorial 145: Ven, Señor, sálvanos.
Sant 5,7-10: Manténganse firmes, porque la venida
del Señor está cerca
Mt 11,2-11: ¿Eres tú el que ha de venir?
La primera y la
segunda lectura de hoy, del profeta Isaías
y del apóstol Santiago, coinciden en
el mensaje: merece la pena esperar, hay que esperar, debemos esperar, porque
viene nuestro Dios, él mismo viene en persona, y trae el desquite... Hay que
tener paciencia, porque es inminente su llegada, ya está a la puerta...
No dudamos de que esta forma de plantear la esperanza, de vivirla y de
transmitirla, ha sido útil y muy eficaz para muchas generaciones anteriores a
nosotros, pero tampoco dudamos de que hoy día, ese planteamiento pudiera no
servir ya.
- Este motivo aducido clásicamente para fundamentar la esperanza (de que
Alguien viene, alguien va a irrumpir apocalípticamente en nuestra vida, incluso con inminencia, y de que nuestra esperanza consista en «esperar» (de espera, no de esperanza) su llegada... no resulta hoy ya plausible.
- Ese esquema conceptual según el cual Dios ha anunciado que vuelve, en una segunda venida que sellará el final
del mundo, y que nosotros estamos por tanto en un tiempo intermedio, incierto y amenazado por la espada colgante (de
Damocles) de esa sorpresa divina que llegará como la visita del ladrón, ha sido una imagen poderosa, que ha cautivado la
atención de muchas generaciones, pero que hoy empieza ya a no funcionar.
- Esa idea de que debemos esperar que en el futuro Dios va a castigar a
los malos... y así «poner las cosas en su sitio» y vengar las maldades de los
que nos han hecho daño... probablemente fue muy efectiva en otro tiempo, como
lo ha sido en pedagogía todo lo referente a los premios y castigos, las buenas
y las malas notas, pero hoy ya muy pocas mentes lúcidas pueden aceptar que la
pedagogía humana infantil pueda ser atribuida al misterio existencial del ser
humano.
Aquellas generaciones tenían una comprensión del mundo fundamentalmente
religiosa, inserta en las coordenadas de la descripción del mundo que las
mismas religiones habían elaborado: un mundo que consistía esencialmente en un
«plan de Dios» para poner una prueba
al ser humano y llevarlo a otra vida,
mejor o peor según mereciera premio o
castigo. Dentro de ese «pequeño
mundo», dentro de esa cosmovisión religiosista que ocupó por milenios el
imaginario de nuestros mayores, funcionaba el hablar de una segunda venida, de la prueba que Dios nos pone, de la amenaza que supone la posible sorpresa
del Dios que viene e irrumpe en el mundo para finalizarlo e inaugurar otro eón, el de
los premios y castigos. Este imaginario religioso (tradicional, antiquísimo,
milenario...) está agotándose, desapareciendo con las generaciones mayores,
desvaneciéndose y perdiendo vivacidad y plausibilidad en las generaciones
medias, y siendo rechazada en las generaciones jóvenes, en las que no logra ya
implantarse. La transmisión de ese tipo de fe se está interrumpiendo.
En el nuevo imaginario o cosmovisión que muchos estamos adquiriendo,
fundamentado en la nueva imagen que la cosmología y el conjunto actual de las
ciencias nos ofrecen, ya no cabe concebir la realidad tan
«antropocéntricamente» como para pensar que todo consiste y todo se reduce a
«un plan que Dios ha hecho para probar al ser humano». Al ser humano actual no
le resulta ya plausible una espiritualidad que le dice que él es el centro del
cosmos, y que este cosmos «ha sido creado simplemente para servir de escenario al drama humano de su
salvación ultraterrena»... Y no le resulta plausible tampoco que el misterio
tan respetable del más allá sea asociado con y puesto al servicio de la amenaza
de castigos o la promesa de premios...
¿Es posible ser cristiano sin aceptar estas imágenes que hoy sentimos
como no incorporables a nuestra cosmovisión? Sí, lo es, al costo de purificar
nuestra esperanza -y, más ampliamente, nuestra cosmovisión religiosa global- de
aquellas imágenes propias de un tiempo que ya no es el nuestro.
En realidad, lo que importa es el contenido profundo, la experiencia
espiritual, la dimensión de esperanza (en este caso), no el soporte de
categorías, esquemas mentales, cosmovisiones apocalípticas o esquemas de
concepción del tiempo de los que echaron mano nuestros antepasados. El
cristianismo, a lo largo de su historia, ya ha abandonado muchas imágenes que
en su tiempo fueron comunes, que luego se oscurecieron, y que finalmente nos
resultaron inaceptables (de algunas de las cuales hoy incluso nos
avergonzamos). Durante muchos siglos el predominio del pensamiento estático, el
supuesto de la ahistoricidad y la negación del carácter evolutivo de todo, nos
ha querido hacer pensar que no podemos cambiar nada, que debemos creer a la
letra lo que expresaron nuestros mayores, sin remontarnos a revivir su misma
experiencia profunda pero con libertad y creatividad, y que nada puede ser
innovado. Pero la misma historia está ahí para mostrar lo contrario a quien
sepa y quiera verlo. Y también está ahí el presente: son muchos ya, de hecho,
los cristianos/as que «creen de otra manera».
El evangelio de Mateo nos
presenta la llamada «prueba mesiánica». Juan el Bautista desde la cárcel manda
emisarios para preguntarle a Jesús si es él el esperado o si deben esperar a
otro. Jesús no responde con algunas pruebas teologicas, ni con citas bíblicas
apologéticas, o con algunos dogmas o doctrinas, sino que se remite y remite a
los consultantes a los puros hechos, que pueden ser «vistos y oídos»: «los
ciegos ven, los inválidos andan, los leprosos quedan limpios... y a los pobres
se les anuncia el Evangelio, la Buena Noticia». Estos «hechos», estas buenas
noticias, son la prueba de identidad del Mesías. Y serán, tienen que ser, la
prueba de identidad de quienes sigan al Mesías, al Xristós, o sea, los «cristianos». Sólo si nuestra vida produce esos
mismos hechos, sólo si somos «buena noticia para los pobres», sólo entonces
estaremos siendo seguidores de aquel Mesías, del Xristós, o sea, «cristianos».
El evangelio de hoy es dramatizado en el capítulo 45 de la serie «Un
tal Jesús», de los hnos. López Vigil, titulado «Una pregunta desde la cárcel».
El guión del texto, y su comentario, puede ser tomado de aquí: http://www.untaljesus.net/texesp.php?id=1200045
Puede ser escuchado aquí: http://www.untaljesus.net/audios/cap45b.mp3
Respecto al tema de los premios y castigos eternos, repetimos aquella
indicación bibliográfica para quienes puedan leerlo en inglés –mientras está a
punto de salir en castellano en la colección «Tiempo axial» (tiempoaxial.org)–, el libro de John
Shelby SPONG, Eternal Life: A New Vision.
Beyond religion, beyond theism, beyond heaven
and hell.
HarperCollins Nueva York 2009. Las palabras del subtítulo son muy elocuentes.
Para la revisión de vida
Detengámonos un momento en nuestro camino de
evangelizadores y tratemos de configurar de nuevo en nuestra vida la imagen de
Jesús: ¿coincide esa imagen con la que nos revelan los evangelios?
Preguntémonos: “eres tú, o debemos replantearnos tu imagen?
Para la reunión de grupo
-
¿El mundo se va a acabar, puede ser que se acabe «con la segunda
venida de Cristo»? ¿Es dogma de fe? ¿Qué fundamento tiene esto? ¿Y qué
significaría en todo caso? ¿Es un elemento esencial del «relato» cristiano?
¿Qué es lo que sería esencial, la expresión o su contenido profundo? ¿Y cuál es
ese contenido? Se puede ser cristiano y «creer» en el mundo que la ciencia nos
presenta hoy día? Alguien puede preparar este tema con una
reflexión-planteamiento del tema. Luego se conversa y dialoga abiertamente, y
alguien finalmente trata de expresar una conclusión común, aunque no sea única.
-
Retomemos la respuesta de Jesús a los mensajeros de Juan, ¿cuáles son
las señales que Jesús ve como la prueba de su mesianismo? ¿Valen esas mismas
señales para probar la identidad del seguidor del Mesías? Poner algún ejemplo:
¿en qué situaciones, actitudes, personas, grupos... creemos que hoy se dan esas
buenas noticias, esas pruebas de estar compartiendo la misión del Mesías... y
en cuáles no?
Para la oración de los fieles
-
Por los que viven sin esperanza o en tristeza, para que Cristo
Salvador los llene de fortaleza y de alegría. Roguemos al Señor.
-
Por nuestros grupos y comunidades, para que a pesar de las
dificultades e injusticias que enfrentamos cada día, seamos capaces de sembrar
esperanza y luchar con entusiasmo evangélico por un mundo mejor. Roguemos al
Señor.
-
Por los que hemos sido llamados a trabajar de manera directa en el
anuncio del Evangelio, para que el Jesús que predicamos sea el que realmente
vivimos y seguimos. Roguemos al Señor.
-
Por todas las iglesias que confiesan su fe en Jesús, para que más allá
de los intereses de grupo sepamos poner todos nuestros esfuerzos a favor de la
paz, la unidad y la fraternidad. Roguemos...
Oración comunitaria
Padre bueno, al acercarnos a la celebración
de la fiesta entrañable de la Navidad te pedimos que acrecientes nuestra
esperanza, para que nunca desistamos del esfuerzo por crear un mundo en el que
el amor sea posible. Nosotros te lo pedimos por Jesús de Nazaret, hijo tuyo y
hermano nuestro, cuyo nacimiento nos aprestamos a celebrar. Amén.
Oh
Fuerza vital que nos constituyes, que nos has hecho brotar de la Vida, como
Materia organizada y consciente, que se mantiene y se sostiene contra el embate
del Tiempo, que tiende continuamente a disolverla... Nos entregamos a tu abrazo
poderoso que nos ha traído al ser, nos mantiene en él, y un día nos abrazará
plenamente hasta absorbernos en su seno y mantenernos ya para siempre unidos a
Ti... Amén.
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