Apas02Cosme - 26 de abril de 2014
El resucitado crea la comunidad para
la misión
- Hch 2,42-47: Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común
- Salmo responsorial 117: Den gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia
- 1Pe 1,3-9: Nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva
- Jn 20,19-31: A los ocho días, llegó Jesús (Paz, Envío-ES y Tomás)
Es muy significativo que los creyentes
en Jesús acostumbramos vivir nuestra
fé en forma individual: poco nos
reunimos para escuchar la Palabra, poco nos reunimos espontáneamente para hacer
oración, y ayudarnos en nuestras necesidades. Pocas personas se toman en serio la
misión de continuar la obra del Resucitado, construyendo con hechos y palabras
el Reinado de Dios. Damos mucho más
importancia a la imagen que presentamos ante los demás, que a la imagen del
Crucificado que ha resucitado y está vivo y presente entre nosotros.
El libro de los Hechos se escribe por el año 80 de nuestra era, momento en
el que ya han desaparecido aquellos que fueron testigos del encuentro con Jesús
resucitado: no hay más testigos oculares. Para mantener el rumbo del camino
iniciado por Jesús, para que las nuevas comunidades puedan seguir la pista, el
autor recoge las tradiciones sobre la Iglesia en diferentes comunidades. En el libro
de los Hechos descubrimos una Iglesia conducida por el Espíritu, una Iglesia
misionera, una Iglesia que se estructura en pequeñas comunidades
El texto de hoy nos presenta como modelo
de Iglesia, la comunidad de Jerusalén. Está formada por aquellos que aceptaron
el misterio pascual de Jesús: su muerte y resurrección. Ellos se
reúnen para escuchar la Palabra de Jesús, para la oración, para la fracción del
pan (Eucaristía) y se distinguen de los demás por su unidad y su vida
compartida.
El evangelio de Juan se escribe por el año 90 y recoge tradiciones de
varias comunidades; quiere responder a los problemas de una comunidad, que
desde el año 80, ha sufrido una persecución acérrima por parte de los
dirigentes de la religión judía. Esto los ha llenado de miedo y se encuentran
encerrados y han abandonado la misión que Jesús recibió del Padre. El autor
recuerda a estos discípulos la experiencia de los discípulos de Jesús después
de su muerte; la forma en que Jesús se presenta ante ellos y les desea la paz. Se identifica ante ellos mostrando sus manos y
su costado, señal de que él sigue
siendo sacrificado en aquellos que son masacrados por denunciar una
sociedad de injusticia y desigualdad. Jesús les concede el don del Espíritu
Santo para que tengan luz y
fortaleza, les recuerda que El trajo una misión del Padre y que a ellos les
toca, ahora, continuar con la misión
Creer en Jesús resucitado significa
para nosotros dejar el
individualismo y reunirnos con otros creyentes para escuchar y meditar juntos la Palabra, para
dialogar (escuchar y responder) a Dios, y para construir la unidad en la
hermandad.
Creer en Jesús resucitado significa para
nosotros vencer el miedo, crear la
confianza en los demás y abrirnos a los que son diferentes, para, juntos,
construir un mundo de paz.
Creer en Jesús resucitado significa para
nosotros trabajar por un mundo mejor:
de justicia y solidaridad más que preocuparnos por ser una Iglesia tiene una
bella imagen.
Creer en Jesús resucitado significa para
nosotros tomar conciencia de la misión,
de seguir construyendo el Reinado de Dios, saliendo del encerramiento en el
templo y haciéndonos presentes ahí donde el sufrimiento reclama nuestra
presencia.
Cosme Carlos Ríos
Abril 26 del 2014
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