Aord14, Cosme, La
Iglesia del Mesías
Zac 9,9-10: Mira a tu rey que
viene a ti modesto
Salmo responsorial 144:
Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey
Rom 8,9.11-13: Si con el
Espíritu dan muerte a las obras del cuerpo, vivirán.
Mt 11,25-30: Soy manso y
humilde de corazón
Nuestra Iglesia
tiende a expresarse a la manera de los grandes de este mundo: con grandes
edificios, grandes personalidades, culto esplendoroso y transporte de última
moda, muy distante del vehículo del Mesías. Nuestra Iglesia ejerce el control
sobre el pueblo a través de una serie de decretos, leyes, normas e
interpretaciones que se convierten en pesada carga para los más sencillos. Es
raro que nuestra Iglesia se distinga por ser una casa de misericordia que ofrece
apoyo y consuelo a los que más sufren.
El texto de Zacarías
que leemos hoy, al hacer mención de los griegos, nos ubica en
el período de la dominación griega que sobrevino con las conquistas
de Alejandro Magno, y su victoria sobre el poder persa. En esta época, la forma
de esperar el Mesías está marcada por una corriente de de tipo triunfalista,
nacionalista, y militar.
Frente a esta, el texto de hoy, nos presenta un
mesianismo diferente, de carácter más
bien sobrio, centrado en la espera de un Mesías humilde, sin pretensiones
triunfalistas: un Mesías manso, que se transporta en el vehículo del pueblo y
constructor de paz.
En el capítulo 10,
Mateo nos refiere que Jesús envió a sus discípulos en misión y las advertencias
que les hizo sobre el rechazo y la persecución.
En este capítulo 11
Jesús proclama una serie de maldiciones en contra de las ciudades que habiendo
visto y oído el mensaje de salvación se han rehusado a cambiar.
En el pasaje de hoy,
nos presenta la reacción espontánea y jubilosa de Jesús ante el resultado de la
misión de los apóstoles: la gente sencilla ha recibido el anuncio y la realidad
del reinado de Dios.
En una sociedad
donde el prestigio era una forma de poder y de seguridad económica, la
ignorancia era considerada no sólo como ausencia de conocimiento, sino como una
marca sobre las personas que carecían de instrucción o enseñanza.
Ya en la época de
Jesús, algunos grupos consideraban malditos» a los que no conocían la Ley en
profundidad. Jesús denuncia esa falsa
religiosidad: La salvación no depende de una mayor o menor pericia en la
compleja interpretación bíblica, sino en la capacidad para captar el paso de
Dios en la historia y de la disponibilidad para aceptar su llamado.
Jesús abre lo más
íntimo de su espiritualidad: la predilección del Padre por los pequeños, y la
misión que de Él ha recibido.
Jesús invita a todos los abatidos, a las personas
agobiadas por los mecanismos de exclusión social y religiosa, y les propone
llevar otro yugo, otra carga: el yugo de la libertad, que exige al mismo tiempo
humildad y mansedumbre, es decir, honestidad personal y capacidad de diálogo y
tolerancia.
ü Para ser la Iglesia del Mesías tenemos que renunciar a
las manifestaciones de poder y de riqueza y manifestarnos con las actitudes de
sencillez que muestra Jesús.
ü Para ser la Iglesia del Mesías tenemos que evitar
todas las leyes, decretos, normas e interpretaciones que se convierten en una
pesada carga para los pequeños.
ü Para ser la Iglesia del Mesías tenemos que ser una
Iglesia samaritana, que a la manera del Mesías, ofrece consuelo y
apoyo a todas las víctimas y a todos los desamparados
Cosme Carlos Ríos
Julio 05 2014
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