Servicio Bíblico Latinoamericano
Domingo 25 de enero de 2015 - Ciclo B
Domingo tercero del tiempo ordinario
Conversión de Pablo
Domingo 25 de enero de 2015 - Ciclo B
Domingo tercero del tiempo ordinario
Conversión de Pablo
Jon 3,1-5.10: Se convirtieron los ninivitas de su
mala vida
Salmo responsorial 24: Señor, enséñame tus
caminos.
1Cor 7,29-31: La presentación de este mundo se
termina
Mc 1,14-20: Conviértanse y crean la Buena Nueva
Como es sabido, en las
lecturas de la liturgia de los domingos, la primera y la tercera están siempre
unidas temáticamente, mientras que la segunda suele ir por caminos
independientes. Hoy la pareja de lecturas principales son la de la predicación
de Jonás sobre la ciudad Nínive, y la predicación de Jesús al comenzar su
ministerio, precisamente «cuando arrestaron a Juan», o sea, al faltar el
profeta.
La
lectura sobre Jonás hoy presenta un
contenido positivo: el profeta atiende el mandato de Dios que le envía a
predicar, va, predica, y además tiene éxito su predicación, pues la ciudad se
arrepiente.
El comentario más simple a este texto puede
ir por la línea de la importancia de la predicación profética para la
conversión de los que están alejados de Dios. Es un tema conocido. Y, como
decíamos, hace un paralelismo con el texto del evangelio: Jesús es un nuevo
profeta, que empalma con la línea de los profetas clásicos, que también se
lanza por los caminos para predicar un mensaje de conversión.
Para
unos oyentes más críticos, esta segunda lectura es preocupante. Porque el
conjunto entero de lo que en ella se expresa pertenece a un marco de
comprensión hoy insostenible: un Dios arriba, directamente imaginado como un
gran rey, que envía su mensajero para predicar un mensaje de conversión,
mensaje que antes no pudo surtir efecto porque el profeta no quiso ir a
predicar, pero que ahora es atendido y obedecido por los ninivitas. «Y vio Dios
sus obras, su conversión de la mala vida; se compadeció, y se arrepintió Dios
de la catástrofe con que había amenazado a Nínive, y no la ejecutó». Esta
imagen de un Dios arriba, que toma decisiones, envía mensajeros, les insiste,
se comunica con los seres humanos por medio de esos mensajeros profetas, y que
«al ver» las obras de penitencia «se compadece y se arrepiente de la catástrofe
con que había amenazado a la ciudad»... es, obviamente, humana, muy humana,
demasiado humana, sin duda. Es, claramente, un «antropomorfismo». Dios no es un
Señor que esté ahí «arriba, ahí afuera», ni que esté enviando mensajeros, ni es
alguien que pueda amenazar, ni que se pueda arrepentir... Hoy sabemos que Dios
no es así, que lo que llamamos «Dios» es en realidad un misterio que no puede
ser reducido a una imagen o una imaginación antropomórfica semejante.
Sería
bueno, incluso necesario, referirse a esta calidad de antropomorfismo que tiene
esta lectura –como tantísimas otras–, y hacer caer en la cuenta a los oyentes
que no los estamos tomando por niños, sino que, simplemente, estamos
utilizando un texto compuesto hace más de veinticinco siglos, y que la imagen
de Dios que aparece en él nos resulta hoy inviable. Es importante decirlo,
y no es bueno darlo por sobreentendido, porque puede haber –con razón- personas
que se sientan mal al escuchar estas imágenes, como si se sintieran
retrotraídas al tiempo de la catequesis infantil. Y, desde luego, es
recomendable abordar –en esta u otra ocasión– el tema de las imágenes de Dios,
y aclarar que si somos personas de hoy, lo más probable es que no nos encaje bien
el lenguaje clásico (o ancestral) sobre Dios, y que tenemos todo el derecho a
ser críticos y a utilizar otro.
Éste
podría ser, sin más, el buen tema de reflexión central para la homilía de hoy.
Es más que suficientemente importante. Recomendamos
el libro del obispo anglicano John Shelby SPONG, Un cristianismo nuevo para un mundo nuevo, colección «Tiempo
axial», Abya Yala, Quito 2011, tiempoaxial.org).
La
lectura de la 1ª carta de Pablo a los corintios también puede iluminarse hoy con la del evangelio
de Marcos: ante el reinado de Dios que ha sido instaurado por la actuación de
Jesús -su predicación, sus milagros, sus controversias, especialmente su muerte
y resurrección-, todas las realidades humanas adquieren un nuevo sentido:
comprar, vender, llorar, reírse, casarse o permanecer célibe, todo es diferente
y su valor distinto. Lo absolutamente definitivo es el ejercicio de la voluntad
salvífica de Dios que Jesús vino a poner en marcha. Por eso Pablo puede afirmar
que "la presentación de este mundo se termina", es decir, que Dios
hace nuevas todas las cosas realizando la utopía de su Reino en donde pobres y
tristes, enfermos y condenados, excluidos y ofendidos de la tierra son
rescatados y acogidos, y en donde los ricos y los poderosos son llamados
urgentemente a la conversión.
Después
de narrarnos los comienzos del evangelio con Juan Bautista, con la unción
mesiánica de Jesús en el río Jordán y con sus tentaciones en el desierto, Marcos nos relata, en unas frases muy
condensadas, los comienzos de la actividad pública de Jesús: es el humilde
carpintero de Nazaret que ahora recorre su región, la próspera pero mal–afamada
Galilea, predicando en las aldeas y ciudades, en los cruces de los caminos, en
las sinagogas y en las plazas. Su voz llega a quien quiera oírlo, sin excluir a
nadie, sin exigir nada a cambio. Una voz desnuda y vibrante como la de los
antiguos profetas. Marcos resume el
entero contenido de la predicación de Jesús en estos dos momentos: el reinado
de Dios ha comenzado –es que se ha cumplido el plazo de su espera– y ante el
reinado de Dios sólo cabe convertirse, acogerlo, aceptarlo con fe.
Muchos
reinados recordaban los judíos que escuchaban a Jesús: el muy reciente reinado
de Herodes el Grande, sanguinario y ambicioso; el reinado de los asmoneos,
descendientes de los libertadores Macabeos, reyes que habían ejercido
simultáneamente el sumo sacerdocio y habían oprimido al pueblo, tanto o más que
los ocupadores griegos, los seléucidas. Recordaban también a los viejos reyes
del remoto pasado, convertidos en figuras de leyendas doradas, David y su hijo
Salomón, y la lista tan larga de sus descendientes que por casi 500 años habían
ejercido sobre el pueblo un poder totalitario, casi siempre tiránico y explotador.
¿De qué rey hablaba ahora Jesús?
Del anunciado por los profetas y anhelado por los justos. Un rey divino que
garantizaría a los pobres y a los humildes la justicia y el derecho y excluiría
de su vista a los violentos y a los opresores. Un rey universal que anularía
las fronteras entre los pueblos y haría confluir a su monte santo a todas las
naciones, incluso a las más bárbaras y sanguinarias, para instaurar en el mundo
una era de paz y fraternidad, sólo comparable a la era paradisíaca de antes del
pecado.
Este «reinado de Dios» que Jesús anunciaba
hace 2000 años por Galilea, sigue siendo la esperanza de todos los pobres de la
tierra. Ese reino que ya
está en marcha desde que Jesús lo proclamara, porque lo siguen anunciando sus
discípulos, los que Él llamó en su seguimiento para confiarles la tarea de
pescar en las redes del Reino a los seres humanos de buena voluntad. Es el Reino que proclama la Iglesia y que
todos los cristianos del mundo se afanan por construir de mil maneras, todas
ellas reflejo de la voluntad amorosa de Dios: curando a los enfermos, dando pan
a los hambrientos, calmando la sed de los sedientos, enseñando al que no sabe,
perdonando a los pecadores y acogiéndolos en la mesa fraterna; denunciando, con
palabras y actitudes, a los violentos, opresores e injustos.
A nosotros corresponde, como a Jonás, a Pablo y al
mismo Jesús, retomar las banderas del reinado de Dios y anunciarlo en nuestros
tiempos y en nuestras sociedades: a todos los que sufren y a todos los que
oprimen y deben convertirse, para que la voluntad amorosa de Dios se cumpla
para todos los seres del universo.
El
evangelio de hoy es dramatizado en el capítulo 14 de la serie «Un tal Jesús»,
de los hnos. López Vigil. El guión y su comentario pueden ser tomados de aquí: http://www.untaljesus.net/texesp.php?id=1100014 Puede
ser escuchado aquí: http://www.untaljesus.net/audios/cap14b.mp3
Para la revisión de vida
Con frecuencia pensamos que ser cristiano consiste en ratificar el
credo en todos sus artículos y aceptar sin fisuras en nuestra mente todos los
dogmas y proposiciones que la Iglesia nos haga; olvidamos que lo esencial no
está en la mente sino en el corazón y en la vida, que lo esencial es el
encuentro personal con el proyecto de Dios, su propuesta, en la Causa de Jesús.
¿Es mi fe una simple amistad con Jesús, una apasionada opción vital por su
Causa (el Proyecto de Dios, ¡su Reinado!, razón de mi vida)?
Para la reunión de grupo
-
El libro citado más arriba de John S. SPONG
hace una propuesta de reformulación global del cristianismo en torno a este
eje, la superación del «teísmo» clásico. La mayor parte de las personas siguen
considerando hoy día a Dios como un Ser Supremo, concretamente un Ser Personal,
que habita ahí arriba, ahí afuera, que ama, piensa, hace planes, decide, se
enfada, castiga, se arrepiente, perdona... ¿Es posible «imaginar» a Dios de una
forma enteramente distinta? ¿Qué problemas conlleva todo esto? ¿No es por otra
parte bien urgente el abordarlo, dada la crisis de «Dios» en la cultura actual?
Se puede organizar un debate en torno a este tema. Alguna persona puede
leer/estudiar el libro y hacer una presentación para abrir el debate. Un capítulo
inicial del libro está al público en la RELaT [servicioskoinonia.org/relat], en
su número 413.
-
El
dilema que se hizo vigente en los últimos siglos fue «teísmo/ateísmo». John S.
Spong dice: «no existe tal disyuntiva inevitable, pues existe otra alternativa,
el posteísmo». La Agenda Latinoamericana’2011 trae un artículo con este
tema-título: «El teísmo, un modelo útil pero no absoluto para ‘imaginar’ a
Dios», de sólo dos páginas, apto para servir de punto de partida a un debate.
(Está disponible en el “archivo digital” de la Agenda: http://servicioskoinonia.org/agenda/archivo
-
Antiguamente la palabra «conversión» sólo se
aplicaba a la adopción inicial de una religión, o al cambio de una religión a
otra. El Concilio Vaticano II popularizó un uso más «ordinario» del concepto de
conversión: todos necesitamos conversión, que ya no es adoptar una religión, ni
es cambiar de religión, sino que es «volvernos, con todo lo que somos»
(«cum-vertere», «con-versión»), hacia Dios y su proyecto. Pregunta: pero cuando
se trata de predicar el evangelio a otro que no es cristiano, ¿la «conversión»
consiste para él cambiar de religión y aceptar el cristianismo? El concepto de
conversión, referido a los no cristianos, ¿necesita también alguna
reformulación? Las lecturas de hoy, ¿pueden arrojar alguna luz sobre ello?
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El
evangelio de hoy es «el primer sermón de Jesús», por hablar así. Y Marcos lo
pone al inicio mismo de su evangelio como un manifiesto programático. Tiene
todos los elementos centrales de lo que va a ser la predicación misma de Jesús.
Comentémoslo.
-
El
evangelio de hoy –y todo el evangelio- pone de relieve la importancia central
del Reino de Dios en la misión de Jesús. El Reino no es un elemento más, sino
su mismo centro. Si no se entiende esto, no se entiende a Jesús, ni se entiende
qué es ser cristiano. ¿Qué es el «reinocentrismo»? ¿Qué significa esa palabra?
¿A qué se opone? (En el libro de Casaldáliga-Vigil «Espiritualidad de la
liberación» –disponible en la biblioteca de Koinonía (servicioskoinonia.org/biblioteca)– hay todo un
capítulo de exposición sobre el «reinocentrismo», si ayuda).
Para la oración de los fieles
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Para
que la Iglesia siga anunciado a todos y a sí misma el Reino y la necesidad de
convertirnos e él acogiendo la Buena Noticia. Oremos.
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Para
que actualicemos nuestro lenguaje sobre Dios, dando cabida a formas de expresar
lo religioso más en concordancia con los avances de las ciencias y el sentido
crítico de nuestra cultura. Oremos.
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Para
que todos los cristianos que titubean o vacilan a la hora de vivir su fe
encuentren en Jesús la fuerza necesaria para no tener miedo a nada ni a nadie.
Oremos.
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Para
que sepamos vivir en continua conversión, sabiendo que eso nos hará más humanos
y más felices. Oremos.
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Para
que la Buena Noticia del amor de Dios sea recibida y acogida por todas las
gentes de todos los pueblos. Oremos.
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Para
que vivamos siempre conforme a lo que creemos y demos testimonio ante todos de
los verdaderos valores. Oremos.
Oración comunitaria
Dios, Padre nuestro, Tú que todo lo puedes, ayúdanos a que nos
convertirnos a Ti cada día, de modo que llevemos siempre una vida según tu
voluntad y podamos dar abundantes frutos de Amor y de Justicia. Tú que vives y
das vida por los siglos de los siglos. Amén.
Oh Misterio
innombrable, sin forma ni imagen, sin nombre, inimaginable, indescriptible, que
te nos escapas a la vez que nos inundas, que estás bien cerca y bien adentro a
la vez que resultas inasible e inaccesible, en quien nos movemos, respiramos y
existimos. Ayúdanos a respetar tu misterio, a distinguirte siempre de las
imágenes que te hemos construido, a sentirte y experimentarte en la ausencia y
el respeto, y a conocerte en el conocimiento silencioso y luminoso. Amén.
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