Bord06,
COSME20150215, La misericordia quita la marginación
Lev 13,1-2.44-46: Vivirá solo el leproso y tendrá
su morada fuera del campamento
Salmo 31: Perdona, Señor, nuestros pecados
1Cor 10,31–11,1: Sigan mi ejemplo como yo sigo el
de Cristo
Marcos 1,40-45: La lepra se le quitó, y quedó
limpio
En nuestra sociedad y en nuestra Iglesia
aún se dan muchos casos de marginación. Y muchos de estos casos se siguen
justificando en nombre de Dios.
Hay quienes afirman que el SIDA es un
castigo de Dios por nuestros muchos pecados. Los enfermos del SIDA siguen
sufriendo la marginación que sufrieron los leprosos en otras épocas.
Aún seguimos considerando malos, pecadores, a ciertos grupos de personas como drogadictos, prostitutas; antes que luchar contra la verdadera causa de esas situaciones, que es una organización social injusta.
Aún se desprecia a los curas que se han enamorado y se han casado y se les impide, no ya que celebren la eucaristía, sino hasta que den clases de religión.
En la comunidad cristiana no vemos con buenos ojos a los divorciados, a los homosexuales, a las madres solteras.
Aún seguimos considerando malos, pecadores, a ciertos grupos de personas como drogadictos, prostitutas; antes que luchar contra la verdadera causa de esas situaciones, que es una organización social injusta.
Aún se desprecia a los curas que se han enamorado y se han casado y se les impide, no ya que celebren la eucaristía, sino hasta que den clases de religión.
En la comunidad cristiana no vemos con buenos ojos a los divorciados, a los homosexuales, a las madres solteras.
De todos los libros del Antiguo
Testamento, el Levítico es el más extraño: Tabúes de alimentos, normas
primitivas de higiene, insignificantes prescripciones rituales etc. El Levítico
pertenece en su totalidad a la tradición "sacerdotal". De allí su
estilo minucioso y preciso, sobrecargado de términos técnicos y de repeticiones.
En la antigüedad, a falta de hospitales, las personas contagiadas por alguna enfermedad eran excluidas del contacto con los demás y de modo especial de los lugares públicos.
En el s. V a.C. cuando se terminó de editar el Levítico, los judíos formaban una provincia bajo el dominio de Persia. No tenían independencia política ni soberanía nacional y dependían económicamente del gobierno imperial. No tenían rey, ni tampoco quizás, profetas, pues la época de las grandes personalidades proféticas había ya pasado; pero eran libres para practicar su religión, seguir su derecho tradicional y resolver sus pleitos. En estas circunstancias el Templo y el culto de Jerusalén son la gran fuerza de cohesión, y los sacerdotes sus administradores, y la Torá, conservada celosamente, interpretada y aplicada con razonable uniformidad en las diversas comunidades.
En la antigüedad, a falta de hospitales, las personas contagiadas por alguna enfermedad eran excluidas del contacto con los demás y de modo especial de los lugares públicos.
En el s. V a.C. cuando se terminó de editar el Levítico, los judíos formaban una provincia bajo el dominio de Persia. No tenían independencia política ni soberanía nacional y dependían económicamente del gobierno imperial. No tenían rey, ni tampoco quizás, profetas, pues la época de las grandes personalidades proféticas había ya pasado; pero eran libres para practicar su religión, seguir su derecho tradicional y resolver sus pleitos. En estas circunstancias el Templo y el culto de Jerusalén son la gran fuerza de cohesión, y los sacerdotes sus administradores, y la Torá, conservada celosamente, interpretada y aplicada con razonable uniformidad en las diversas comunidades.
En línea con la función sacerdotal de
separar lo sagrado de lo profano, lo puro de lo impuro, el capítulo que leemos
hoy presenta una complicada casuística sobre las posibilidades de impureza, que
se convierten en excluyentes. En tiempos de Jesús la lepra se consideraba un
castigo de Dios por los pecados que el paciente había cometido contra el
prójimo, especialmente pecados de la lengua como la calumnia o la mentira. Se
pensaba que los leprosos eran repugnantes a Dios y peligrosos para los hombres
sanos a quienes podían contagiar; por ello, eran excomulgados, excluidos del
templo y de los núcleos urbanos.
El leproso del evangelio, al acercarse a Jesús, está ya violando la ley. Y Jesús, permitiéndole acercarse a él y tocándolo, también viola la ley, según la cual, en ese mismo instante, Jesús queda contaminado de impureza. La misericordia de Jesús, su interés por la felicidad de sus semejantes, libró de la enfermedad y de la marginación al leproso. Jesús le quitó a la enfermedad su sentido de castigo divino.
El leproso del evangelio, al acercarse a Jesús, está ya violando la ley. Y Jesús, permitiéndole acercarse a él y tocándolo, también viola la ley, según la cual, en ese mismo instante, Jesús queda contaminado de impureza. La misericordia de Jesús, su interés por la felicidad de sus semejantes, libró de la enfermedad y de la marginación al leproso. Jesús le quitó a la enfermedad su sentido de castigo divino.
El
gesto de Jesús se convierte en denuncia de una religión que ni sirve para poner
a los hombres bien con Dios, ni ayuda a los hombres a relacionarse
armónicamente entre ellos, sino que es causa de la marginación y el abandono de
los que más necesitan solidaridad y ternura, y que, para colmo, echa la culpa a
Dios de tal marginación.
ü Seguir a Jesús hoy, implica para nosotros tener
actitudes misericordiosas que favorezcan un ambiente acogedor para los alcohólicos,
drogadictos, madres solteras y otros pecadores.
ü Seguir a Jesús hoy, implica para nosotros analizar las
causas profundas que favorecen y realizan esta exclusión.
ü Seguir a Jesús hoy, implica para nosotros, con
actitudes de misericordia, crear espacios que apoyen a los enfermos de Sida y a
los exconvictos.
Feliz
día del amor y la amistad
Febrero 14 del 2015
Cosme Carlos Ríos
Cosme Carlos Ríos
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