Recordemos el
carácter más o menos aleatorio que tiene la distribución de los textos bíblicos
en la liturgia católica. No existe ninguna explicación de cómo se ha hecho tal
distribución, ni de por qué tal texto en tal fecha. Una comisión lo decidió
así, y no se conocen los criterios que siguió. Quien quiera puede conjeturar
sobre ellos. Se observa una “asociación de ideas” o de imágenes entre la
primera y la tercera lecturas, mientras la segunda con frecuencia va por sus
caminos propios, sin ninguna relación a las otras. La sucesión de los domingos
tampoco muestra un criterio claro (como podría ser el de dar pie a un proceso
sistematizado de formación teológica o bíblica), ni se da oficialmente la
libertad para que al menos algunas comunidades especiales (jóvenes, grupos de
formación, ambientes especiales...) pudieran hacer su propio «calendario
litúrgico»... Son temas que quedan pendientes para una próxima reforma
litúrgica...
Por lo demás, es claro que los textos propuestos en la liturgia están
siempre a disposición de una interpretación libre. Son como una poesía o una
imagen simbólica: cada comunidad es libre de abordarlos desde el punto de vista
que prefiera, y es casi imposible que dos cristianos, dos biblistas o agentes
de pastoral encuentren la misma resonancia ante un mismo texto: a cada uno le
evocará recuerdos y sugerencias de acción distintos. «Lo que se recibe, se
recibe según el modo de ser de quien recibe», dice el adagio clásico. Aquí
también.
Nuestro Servicio Bíblico Latinoamericano ofrece estos comentarios
teológico-pastorales a los textos bíblicos de la liturgia (católica) también
desde una sensibilidad propia, con un transfondo de opciones, de visión del
mundo y de vivencia de la fe, propios. Y los ofrece con humildad, sabiendo que
no son los únicos, ni los mejores; son simplemente los nuestros, los que
podemos compartir con quienes sintonizan con esta espiritualidad que con
frecuencia llamamos «latinoamericana», no necesariamente de un modo
geográfico-material, sino en referencia a una «geografía espiritual»...
Después de esta introducción que no es “propia de este domingo”,
entremos de lleno al comentario de los textos.
El texto estrella es el de la samaritana. Prácticamente, el capítulo
cuarto entero del evangelio de Juan. El famoso episodio del encuentro de Jesús
con la samaritana.
Algo que nos parece importante siempre que se comenta un texto del
evangelio de Juan, es la apelación a su carácter simbólico peculiar. Juan no es
un evangelio sinóptico, no es un texto narrativo, ni lo que nos cuenta es
probablemente histórico. Juan es un evangelio enteramente simbólico, en el que
los símbolos han sido extrapolados hasta desplazar a la realidad. En Juan no
hay símiles, sino identificaciones: «Yo soy la vid», le hará decir Juan a
Jesús; no “yo soy como la vid”. Más aún: “yo soy la vid verdadera”, las demás
vides -las de la realidad- no son verdaderas. “Yo soy el Pan verdadero”: el
resto de los panes serían... sucedáneos. Yo tengo el agua verdadera, la que
“salta hasta la vida eterna”; la otra, la del H2O, tal vez no quita la sed...
Al comenzar a comentar cualquier texto del evangelio de Juan es bueno
recordar este estilo literario y simbólico enteramente peculiar de Jesús. Por
respeto al público oyente sencillo, es conveniente recordar muy claramente que
no estamos escuchando sencillamente la narración de una conversación tal como
fue, sino que se trata de una sofisticada composición teológica, con
intenciones muy profundas y nada fáciles de detectar. Y que, claro está, se
inscribe en el mundo mental e ideológico peculiar de Juan, enormemente alejado
del nuestro; y que esta barrera cultural que nos separa del autor exige
prudencia para no dar por válida cualquier conclusión.
De entre las muchas interpretaciones de que este texto puede ser objeto,
nos vamos a fijar en dos dimensiones menos acostumbradas, y muy elocuentes para
hoy: la de la superación de la religión y, consecuentemente, la apertura al
diálogo interreligioso.
Está de moda el diálogo interreligioso en la teología y en el
cristianismo en general. La situación del mundo actual no sólo lo posibilita
sino que lo hace inevitable. El mundo actual está “barajado’ religiosamente. A
diferencia del pasado, en el mundo actual las sociedades son plurales, cultural
y religiosamente. Las migraciones, los intercambios de todo tipo, y la misma
«mundialización», hacen que todas las religiones se encuentran hoy diariamente
con las demás, mientras que durante milenios vivieron prácticamente aisladas,
tan distantes, que cómodamente podían pensarse a sí mismas como únicas.
Jesús no vivió en un contexto religiosamente plural, como el nuestro,
pero sí tenía que pasar por Samaria en sus viajes entre Galilea y Jerusalén.
Este episodio simbólico del evangelio de Juan nos permite representarnos el
comportamiento de Jesús respecto a este pueblo que, si bien no era propiamente
de “otra religión”, era considerado incluso como más distante, por ser tenido
como hereje, o cismático.
Jesús dialoga con la samaritana, incluso por propia iniciativa. Juan no
nos lo presenta como a la defensiva o sólo respondiendo. La iniciativa
original, el acercamiento al diálogo es de Jesús.
Puede ser importante destacar que Jesús dialoga interreligiosamente
porque tiene un transfondo de «teología pluralista de las religiones», como
podríamos decir en lenguaje actual, con evidente anacronismo. No es primero el
diálogo, y después la teología de las religiones, sino al revés: porque se
tiene una visión abierta de la relación entre las religiones, es por eso por lo
que se puede dialogar interreligiosamente.
«¿Dónde hay que adorar, en Jerusalén o en Garitzín?», le pregunta la
samaritana. O sea, más claramente, ¿cuál es la religión verdadera? Y Jesús
tiene una respuesta verdaderamente revolucionaria, que todavía no han asimilado
los teólogos del pluralismo religioso. Jesús no dice que Jerusalén o Gartizín
resulten opciones inválidas (religiones falsas), pero sí dice que quien quiera
ir más al fondo («los verdaderos adoradores») no va a tener que ir ni a un
lugar ni a otro, no van a tener que vivir con una u otra religión, sino «en
espíritu y en verdad», es decir, adentrándose verdaderamente en la «religación»
profunda.
Es una respuesta revolucionaria: las religiones son relativas, hay algo
más allá de ellas, a cuyo servicio están todas –o debieran estarlo–. No hay
«una religión absoluta», a la que todas las demás deban ceder el paso. La única
religiosidad absoluta (la “única religación verdadera”) es la «adoración en
espíritu y en verdad», más allá de una u otra religión.
Un autor como Thomas Sheehan (The First Coming: How the
Kingdom of God Became Christianity, Random House 1986), sostiene que la novedad
de Jesús consiste en la abolición de todas las religiones, de forma que podamos
redescubrir nuestra relación con Dios («religación») en el mismo proceso de la
creación y de la vida, en la historia. Puede asustar semejante afirmación, pero
sólo de entrada. Pensándolo bien, recordaremos que Jesús no «fundó» la Iglesia
(es ésta la que se fundó después, y se fundó en Jesús). Jesús siempre se
mantuvo judío, y nunca pensó en fundar otra religión, sino en todo caso en
superarla. ¿Habrá sido el cristianismo una dimidiada inteligencia de lo que
Jesús quería, aquello que luego cristalizó en el siglo IV en medio de los
enormes condicionamientos históricos de aquella época marcada por un imperio en
decadencia? ¿Será que hoy, en medio de una grave crisis de las religiones y
particularmente de las instituciones religiosas, se nos presenta una nueva y
mejor oportunidad de entender y poner en práctica el mensaje de Jesús? No
sabemos, pero la vuelta a Jesús nos invita a reflexionar y discernir con
humildad, y a buscar con paciencia.
Se extiende y se cita cada día más la distinción entre «religión y
religación»... y aparece como más importante la segunda, la «religación» -sin
atarse demasiado a su etimología-, mientras que la religión, las religiones, no
serían más que formas concretas diferentes que esa dimensión profunda del ser
humano ha adoptado en una determinada época de la historia. Lo importante -es
obvio- no son las formas, sino el contenido que vehiculan, la dimensión
profunda a la que responden. ¿Y quién nos dice que esa dimensión profunda de
«religación» no puede asumir otras formas diferentes, o que no las está
asumiendo ya, y que eso que llamamos «crisis de la religión» no sea más que una
transformación hacia las formas que la religación va a adoptar en el próximo
futuro? Probablmente la crisis de la religión va a ser -o está siendo ya- la
mejor oportunidad de la religación.
Respecto a la gravedad de la crisis de las religiones, se puede
consultar un documento reltivamente reciente, significativo, el Informe Jóvenes españoles 2010
(Fundación Santa María, Madrid 2010, el octavo informe de la Fundación desde
que comenzó en 1982). O esta amplia recopilación de datos y reflexiones de
Héctor TORRES: http://alainet.org/active/55273&lang=es Y como fundamentación
teórica, proponiendo una interpretación antropológico-cultural de la crisis
global de la religión, recomendamos Mariá CORBÍ, Religión sin religión, PPC, Madrid 1986 (disponible en: www.servicioskoinonia.org/biblioteca), así como este
artículo: http://servicioskoinonia.org/relat/352.htm
Para la revisión de vida
Jesús dice a la samaritana que «los
verdaderos adoradores, adorarán al Padre en espíritu y en verdad», es decir,
con el corazón, desde lo profundo, y con las obras de la justicia y del amor,
no tanto con ritos o prácticas de «la religión verdadera» (Jerusalén o
Garitzín). Mi religión... ¿está todavía muy pendiente de lo superficialmente
«religioso», o apunta hacia la profundidad de la «religación», de una «religión
más allá de la religión formal»? ¿Qué tipo de culto le doy yo a Dios? ¿«En
espíritu y en verdad»? ¿Veo el templo como un valor absoluto, o reconozco que Dios
habita, sobre todo, en los pobres, en la justicia y el amor?
Para la reunión de grupo
-
Las respuestas de Jesús a las dudas e inquietudes de la mujer
samaritana se elevan a principios fundamentales que hoy han cobrado palpitante
actualidad en el tema del “pluralismo religioso”. ¿Dónde hay que adorar, en
Jerusalén o en Garitzín? ¿Cuál es «la religión verdadera»? ¿Qué sentido tiene
esta pluralidad tan numerosa de religiones? ¿Hay una religión que es la
verdadera frente a las demás? ¿El Tíber de Roma es mejor que el Jordán de
Palestina, o el Ganges de la India, o el Támesis de Londres o cualquiera de los
“ríos sagrados” que dan cauce a las expresiones religiosas de la humanidad?
Analizar en grupo la respuesta de Jesús a la samaritana. Ver su aplicación hoy
día no ya a la alternativa Jerusalén/Garitzín, sino a la problemática tan
llamativa del pluralismo religioso.
-
Tomar algún otro de los temas
teóricos sugeridos en el comentario a las lecturas, con su bibliografía
sugerida, y organizar una reunión de estudio.
Para la oración de los fieles
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Para que como Jesús tengamos una actitud de apertura y diálogo hacia
todos los hermanos, sean de la religión que sean. Roguemos al Señor
-
Para que acojamos con respeto y con cariño la pluralidad religiosa
creciente de nuestras sociedades, cultivando actitudes de apertura, de
convivencia fraterna y de colaboración. Roguemos al Señor.
-
Para que pongamos el acento en ser religiosos «en espíritu y en
verdad», como pedía Jesús, seguros de que ahí nos encontraremos con todos los
hermanos y hermanas de todos los credos. Roguemos...
-
Para que aquellos que, en nuestra sociedad moderna, mueren de sed de
amor, de cariño, de compañía, encuentren personas cercanas y solidarias.
Rogamos...
-
Para que todos los que viven sirviendo a sus hermanos nunca
desfallezcan por cansancio ni desánimo. Roguemos...
-
Para que asumamos con esperanza los desafíos y las oportunidades que
nos presenta la crisis actual de las religiones. Rogamos...
Oración comunitaria
Dios, Padre Madre universal, que en Jesús nos
indicas cuál es la verdadera religión, más allá de toda religión formal. Haz
que comprendamos que ha llegado la hora en que como verdaderos adoradores te
adoremos en espíritu y en verdad, en justicia y amor, en apertura y solidaridad
con todos nuestros hermanos y hermanas. Como nos enseñó Jesús, hijo tuyo y
hermano nuestro. Amén.
Misterio
infinito cuya sed han sentido todos los seres humanos desde el comienzo de su
existencia... que has hecho emerger en la conciencia colectiva de los pueblos
innumerables formas de reverencia, de adoración, de mística, de
transcendencia... de religación o espiritualidad, expresada después, en los
últimos milenios, en las religiones, grandes y pequeñas, de todos los
pueblos...