Servicio Bíblico Latinoamericano
Semana del 20 al 26 de Octubre de 2013 – Ciclo C
Domingo 20 de octubre
29º domingo de tiempo ordinario
Pedro de Alcántara, penitente (a. 1562)
Éx 17,8-13: Mientras Moisés tenía en alto la mano,
vencía Israel
Salmo Responsorial 120: Nuestra ayuda está en el
nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra
2 Tim 3,14–4,2: Proclama la palabra a tiempo y a
destiempo
Lc 18,1-8: Parábola de la viuda y el juez injusto
Jesús
propuso esta parábola para invitar a sus discípulos a no desanimarse en su
intento de implantar el reinado de Dios en el mundo. Para ello deberían ser
constantes en la oración, como la viuda lo fue en pedir justicia hasta ser oída
por aquél juez que hacía oídos sordos a su súplica. Su constancia, rayana en la
pesadez, llevó al juez a hacer justicia a la viuda, liberándose de este modo de
ser importunado por ella.
Esta parábola del evangelio tiene un final feliz, como tantas otras,
aunque así no suele suceder siempre en la vida. Porque, ¿cuánta gente muere sin
que se le haga justicia, a pesar de haber estado de por vida suplicando al Dios
del cielo? ¿Cuántos mártires esperaron en vano la intervención divina en el
momento de su ajusticiamiento? ¿Cuántos pobres luchan por sobrevivir sin que
nadie les haga justicia? ¿Cuántos creyentes se preguntan hasta cuándo va a
durar el silencio de Dios, cuándo va a intervenir en este mundo de desorden e
injusticia legalizada? ¿Cómo permite el Dios de la paz y el amor esas guerras
tan sangrientas y crueles, el demencial armamento militar, el derroche de
recursos que destruyen el medio ambiente, el hambre, la desigualdad creciente
entre países y entre ciudadanos?
En medio de tanto sufrimiento, al creyente le resulta cada vez más
difícil orar, entrar en diálogo con ese Dios a quien Jesús llama “padre”, para
pedirle que “venga a nosotros tu reinado”. Desde la noche oscura de ese mundo,
desde la injusticia estructural, resulta cada día más duro creer en ese Dios
presentado como omnipresente y omnipotente, justiciero y vengador del opresor.
O tal vez haya que cancelar para siempre esa imagen de Dios a la que
dan poca base las páginas evangélicas. Porque, leyéndolas, da la impresión de
que Dios no es ni omnipotente ni impasible –al menos no ejerce como tal-, sino
débil, sufriente, “padeciente”; el Dios cristiano se revela más dando la vida
que imponiendo una determinada conducta a los humanos; marcha en la lucha
reprimida y frustrada de sus pobres, y no a la cabeza de los poderosos.
El cristiano, consciente de la compañía de Dios en su camino hacia la
justicia y la fraternidad, no debe desfallecer, sino insistir en la oración,
pidiendo fuerza para perseverar hasta implantar su reinado en un mundo donde
dominan otros señores. Sólo la oración lo mantendrá en esperanza.
No andamos dejados de la mano de Dios. Por la oración sabemos que Dios
está con nosotros. Y esto nos debe bastar para seguir insistiendo sin
desfallecer. Lo importante es la constancia, la tenacidad. Moisés tuvo esa
experiencia. Mientras oraba, con las manos elevadas en lo alto del monte, Josué
ganaba en la batalla; cuando las bajaba, esto es, cuando dejaba de orar, los
amalecitas, sus adversarios, vencían. Los compañeros de Moisés, conscientes de
la eficacia de la oración, le ayudaron a no desfallecer, sosteniéndole los
brazos para que no dejase de orar. Y así estuvo –con los brazos alzados, esto
es, orando insistentemente-, hasta que Josué venció a los amalecitas. De modo
ingenuo se resalta en este texto la importancia de permanecer en oración, de
insistir ante Dios.
En la segunda lectura Pablo también recomienda a Timoteo ser
constante, permaneciendo en lo aprendido en las Sagradas Escrituras, de donde
se obtiene la verdadera sabiduría que, por la fe en Cristo Jesús, conduce a la
salvación. El encuentro del cristiano con Dios debe realizarse a través de la
Escritura, útil para enseñar, reprender, corregir y educar en la virtud. De
este modo estaremos equipados para realizar toda obra buena. El cristiano debe
proclamar esta palabra, insistiendo a tiempo y a destiempo, reprendiendo y
reprochando a quien no la tenga en cuenta, exhortando a todos, con paciencia y
con la finalidad de instruir en el verdadero camino que se nos muestra en ella.
A quienes tienen una mentalidad moderna, en la que ya no imaginamos a
Dios como un alguien que está «ahí afuera» y «ahí arriba» manejando los
acontecimientos de este mundo, la oración clásica de petición se les ha ido
transformando en su sentido. En un primer momento damos menos valor a la
oración de petición: descubrimos su carácter egoísta, y su intención de
«utilizar a Dios», «servirse» de él más que de servirle. Llega un momento en
que asimilamos esta situación de estar en el mundo sin un «Dios tapa-agujeros»
y le vemos menos sentido a estar recurriendo a él a cada instante. Vamos
tratando de asumir este estar en el mundo «etsi Deus non daretur» (Grotius),
como si dios no existiera. O, como dijo Bonhoeffer: nos sentimos llamados a
vivir ante Dios pero «sin dios», es decir, sin poder echar mano de Dios; el Dios
verdadero quiere que seamos adultos, que asumamos nuestra responsabilidad.
La oración continúa teniendo sentido, obviamente, pero «otro sentido»
que el de andar estableciendo transacciones («yo te doy para que tú me des»)
con el «dios de ahí arriba», que puede mejorarnos la salud, o facilitarnos
alguna dificultad del camino removiendo los obstáculos. La oración es otra
cosa, para otra finalidad, y sigue siendo bien necesaria, como la respiración,
pero no sirve para hacer milagros. Después de Copérnico y Newton, ya no hay
milagros.
Con una «segunda ingenuidad», cabe permitirnos una forma leve (light)
de oración de petición: aquella forma de oración en la que sabemos que no
pretendemos realmente una «transacción» con Dios, ni ponerlo de nuestro lado
(influirle, hacerle cambiar de actitud), sino simplemente permitirnos
expresarnos ante Dios y ante nosotros mismos nuestras inquietudes, como un
desahogo personal, con una forma «teísta» de «hablar con el Misterio», como un
modo de colocar nuestras preocupaciones en el contexto de la voluntad de Dios y
de consolidar nuestra búsqueda de buscar esa voluntad.
Sobre la oración de petición y su necesaria reconsideración, ya se ha
escrito mucho y probablemente lo hemos estudiado bien. Lo que nos toca ahora es
irnos haciendo más y más consecuentes.
Para la revisión de vida
Como la viuda del evangelio, ¿soy una persona
perseverante, convencida, que sabe lo que quiere y no vacila, que quiere lo que
debe querer y en ello se realiza?
¿Sería
yo capaz de pasar una situación difícil... sin pedirle a Dios que intervenga,
aceptando lo que sé de que Dios no es un tapa-agujeros para mis debilidades o
de las dificultades que se me presentan en la vida?
“A
Dios rogando y con el mazo dando”: ¿es lo que hago yo?
Para la reunión de grupo
-
Hacer una reunión de estudio en torno al tema de la oración de
petición. Comenzar con nuestras propias experiencias. Seguir con una
iluminación teológica que puede preparar alguien. Continuar con un diálogo o
debate. Extraer algunas conclusiones. Hay varios libros de Torres Queiruga
sobre el tema. También los libros de Lenaers, y de Spong, de la colección
«Tiempo axial» (tiempoaxial.org) tocan el tema.
-
La viuda también representa a las personas sencillas del pueblo que, a
pesar de su pequeñez e indefensión, encuentran en su fe fuerza para defender
sus derechos, que son derechos de los pobres, y como tales, derechos de Dios...
¿Cómo se podría leer la parábola en este sentido, en un tiempo como el que
vivimos de “globalización” y de “mundialización del derecho”?
Para la oración de los fieles
-
Por todos los cristianos, para que creamos siempre en el valor de la
oración, sin tener que identificarla con un recurso mágico o un remedio fácil
para nuestros problemas, roguemos al Señor.
-
-Por todos los que claman a Dios desde situaciones insoportables de
marginación a las que el sistema económico actual los ha lanzado en las últimas
décadas, para que comprendan que Dios quiere tanto su oración como su
compromiso organizativo, social y político ("a Dios rogando y con el mazo
dando")...
-
Por todos los cristianos que participan en la administración de la
"cosa pública", para que den ejemplo de celo por el bien común,
frente a la ola de corrupción, falta de ética y el individualismo que invade
nuestra sociedad...
-
Por los cristianos que participan en la administración de la justicia,
para que comprendan que antes que cualquier otra cosa, lo que Dios espera de
ellos es un testimonio cabal de integridad y honradez...
-
Para que la sociedad acierte a superar esta situación de desencanto y
pesimismo, de individualismo y pasividad, de “fin de la historia” y ausencia de
utopías... y para que los cristianos hagamos gala de la fuerza inquebrantable
que la fe tiene para hacernos sostener nuestros brazos en alto...
Oración comunitaria
• Oh Dios, Padre de misericordia, que miras
con entrañas de Madre el sufrimiento de tus hijos e hijas: confiamos a tu
corazón la esperanza y la resistencia de todos nuestros hermanos y hermanas que
reclaman insistentemente una justicia que no saben de dónde les llegará, y te
pedimos nos des un corazón como el tuyo, para que armados de fe y de coraje,
resistamos la tentación de la desesperanza y permanezcamos firmes junto a Ti en
tu proyecto de crear un Mundo Nuevo, más digno de Ti y de nosotros tus
criaturas. Por nuestro Señor Jesucristo...
•
Oh Dios, misterio inabarcable, que nos has hecho parte del movimiento caótico
de una Realidad global en la que nada se destruye y todo se transforma, en una
sucesión permanente no exenta de dolor y muerte que generan nueva vida, nuevas
complejidades, y nuevas auto-organizaciones sobre las inevitables y siempre
recurrentes caídas en el caos... Permítenos contemplar receptivos el misterio
de la creatividad siempre triunfante de la vida sobre el dolor y la muerte,
confiados en la bondad global que transpira el Universo y que nos habla de ti,
su Realidad suprema...
Lunes 21 de octubre
Gerardo de Mayela, religioso (a. 1755)
Úrsula, mártir (siglo IV)
Rom 4,20-25: Está escrito también por nosotros
Interleccional Lc 1,69-75: Bendito sea el Señor,
Dios de Israel, porque ha visitado a su pueblo
Lc 12,13-21: Lo que has acumulado, ¿de quién será?
El evangelio de hoy está marcado por un claro
lenguaje económico: herencia, codicia, riqueza, bienes, tierras, cosecha,
graneros, trigo, acumulación, tesoros. También podemos identificar otro
lenguaje, muy afín con los tiempos neoliberales que dominan el mundo de hoy:
descansa, come, bebe y disfruta. Por estas dos perspectivas se orienta hoy en
día la vida de muchas personas, que ponen su confianza en un sistema económico
que les garantiza acumulación de bienes y posibilidades de disfrutar la buena
vida. Sin embargo, los criterios del Evangelio parecen ser otros. El asunto es
que “la vida no depende de los bienes”, ni de la voluntad nuestra. En cualquier
momento nos será reclamada. ¿Cuál es, entonces, el meollo problemático de esta
orientación de Jesús? Jesús recomienda cuidarse de la codicia, la acumulación
para sí y la necedad. Aplicar esta lectura al pie de la letra puede resultar
inconveniente, ya que aspirar a tener los bienes necesarios para una vida digna
es un anhelo profundamente humano. Lo escandaloso es que orientemos nuestra
vida a la acumulación de riqueza, al poder y al placer, haciendo “harina” a las
demás personas. O que obtengamos riquezas a base de codicia, corrupción, usura
y explotación. – ¿Cómo nos interpela este exigente evangelio?
Martes 22 de octubre
Hilarión, monje (a. 371)
Rom 5,12.15-21: Por el delito de un solo hombre
comenzó el reinado de la muerte.
Salmo responsorial 39: Aquí estoy, Señor, para
hacer tu voluntad
Lc 12,35-38: Dichosos los criados a quienes el
señor los encuentre en vela
El seguimiento de Jesús en el Evangelio de Lucas
se reviste de actitudes como estar en disposición de actuar rápido, de esperar
y de estar en vela. Tener “la ropa puesta
y las velas encendidas” se constituyen en distintivos de la comunidad, que
no se duerme mientras espera la llegada del Señor Jesús. No obstante, hay que
advertir que la llamada de Jesús no tiene hora ni plazo definido. Puede
irrumpir en cualquier momento, razón por la cual hay que estar preparados y
despiertos para ser bienaventurados. Puede acontecer a la media noche o al
amanecer. Jesús, tomando ejemplos cotidianos de las relaciones sociales de su
época, pedagógicamente nos transmite su enseñanza. Las figuras del amo y los
siervos, representativas de la vida social y del mundo del trabajo, sugieren
una inversión en las relaciones sociales, pues los amos tenían que ser servidos
por sus siervos en las mesas. Realizar lo contrario resultaba escandaloso y
fuera de lo común. Jesús se presenta, pues, como el que sirve, no como el que
vino a ser servido. Reivindicar la dignidad de los siervos, darles su lugar de
primeros en la mesa, representa el motivo fundamental para sentirse un
cristiano bienaventurado. – ¿Vivimos nuestra vida con estas actitudes
cristianas?
Miércoles 23 de octubre
Juan Capistrano, religioso (a. 1456)
Antonio Galvao de Franca, religioso (Brasil,
a. 1822)
Rom 6,12-18: Ofrezcan a Dios como hombres que han
vuelto de la muerte a la vida
Salmo responsorial 123: Nuestro auxilio es el
nombre del Señor
Lc 12,39-48: Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá
La lectura del Evangelio nos convoca a reflexionar sobre la actitud de estar en
constante preparación ante la llegada del Hijo del Hombre. Muy probablemente,
en tiempo de Jesús ocurría que la gente era víctima de los ladrones, quizás por
falta de prevención. Jesús utiliza esa experiencia para dar una enseñanza a sus
discípulos con respecto al carácter sorpresivo de la irrupción del Reino. Una
segunda parábola, la del administrador, sirve de pretexto para ampliar las
actitudes que han de caracterizar al discípulo de Jesús: la fidelidad, la
prudencia, el cumplimiento y la confianza. La lectura advierte sobre las
acciones que no sintonizan con las exigencias del seguimiento de Jesús, las
cuales conllevan un juicio muy severo. – Ante el mensaje de la parábola que nos
interpela en lo más profundo de nuestras vidas, reconocemos la abundancia de
dones que el Señor nos ha regalado. Esos son los bienes que nos han sido
confiados, por los cuales se nos exigirá un mayor resultado. ¿De qué manera
estamos administrando los bienes que nos regaló el Señor, al interior de
nuestras familias y de la sociedad? ¿Qué nos está pidiendo Dios hoy, en
concreto, como respuesta agradecida a los bienes recibidos?
Jueves
24 de octubre
Antonio María Claret, obispo y fundador (a.
1870)
Rom 6,19-23: Ahora han sido hechos ustedes
esclavos de Dios
Salmo responsorial 1: Dichoso el hombre que ha
puesto su confianza en el Señor
Lc 12,49-53: No he venido a traer paz, sino
división
Jesús dice que desea prender fuego a la tierra; no
ha venido a traer paz, sino división. ¿Cómo entender esto? Jesús tiene un
ardiente deseo de llevar a cabo su misión. Su paz no es tranquilidad a
cualquier precio, falsa. Es signo de contradicción; ante su mensaje no puede
uno quedarse neutral. El evangelio despierta siempre el espíritu abrasador; la
presencia de un auténtico cristiano es suficiente para inquietar a muchos. El
fuego con el que quiere incendiar al mundo es su luz, su vida, su Espíritu.
Jesús lleva dentro un fuego que le hace entregarse al cumplimiento de su
misión. San Antonio M. Claret, cuya fiesta celebramos hoy, dejó esta definición
del auténtico cristiano, del misionero: “Es
un hombre que arde en caridad y que abrasa por donde pasa. Que desea eficazmente
y procura por todos los medios encender a todo el mundo en el fuego del divino
amor. Nada le arredra; se goza en las privaciones; aborda los trabajos; abraza
los sacrificios; se complace en las calumnias; se alegra en los tormentos y se
gloría en la cruz de Jesucristo…”. Y su lema episcopal fue: “El amor de Cristo me apremia”. –
¿Abrasamos también nosotros, como discípulos de Jesús?
Viernes
25 de octubre
Los Santos Macabeos (siglo II aC)
Rom 7,18-25ª: ¿Quién me librará de este cuerpo
presa de la muerte?
Salmo responsorial 118: Instrúyeme, Señor, en tus
leyes
Lc 12,54-59: ¿Cómo no saben interpretar el tiempo
presente?
El Evangelio de hoy se centra en una
interpretación del tiempo presente. ¿A qué tiempo se refería Jesús? La gente
era experta en comprender los cambios en el clima. Podían darse cuenta de los
momentos en que iba a llover o hacer calor. Jesús no ve nada de extraordinario
en ese tipo de sabiduría. Que haga calor o llueva es propio de la tierra y del
cielo. El señalamiento por parte de Jesús es muy fuerte, al llamarles
hipócritas. El momento presente se refiere al tiempo de la manifestación de
Dios en Jesús, que la multitud no interpreta acertadamente. Se trata del paso
de Dios por la historia, del tiempo como “kairós”. La gente contemporánea de
Jesús no sabe interpretar sus palabras y milagros como señales de la llegada
del Reino de Dios. En su segunda parte, la lectura presenta una situación
diferente. Se trata de un llamado a resolver los conflictos por medio del
diálogo, con criterios de justicia. Estar a las puertas de un juez es recorrer
un camino que tiene como destino la cárcel, sin muchas esperanzas de salir de
allí. Por ello es importante acoger el diálogo y resolver los conflictos de
manera madura, pacífica y constructiva.
Sábado
26 de octubre
Paulina Jaricot, fundadora (a. 1862)
Rom 8,1-11: El Espíritu del que resucitó a Jesús
habita en ustedes
Salmo responsorial 23: Éste es el grupo que viene
a tu presencia, Señor
Lc 13,1-9: Si no se convierten, todos perecerán de
la misma manera
En la mentalidad judía rondaba una creencia de que
la gente se moría por pecadora. Tras el personaje Pilatos o el derrumbe de la
Torre de Siloé se evidencia una interpretación religiosa de los hechos
equivocada. Jesús deja sin base una interpretación moralista de lo sucedido con
los Galileos. Había también un sector de la población que se creía bueno y
libre de pecado. Las palabras de Jesús advierten y enseñan que la bondad y la
rectitud no se consiguen señalando y acusando a las demás personas de
pecadoras, sino reconociendo la propia condición, teniendo una actitud de
conversión y poniendo a producir al ciento por ciento los talentos que Dios nos
ha regalado. El sentido de nuestra vida se asemeja a la higuera de la parábola.
Las semillas sembradas por Dios en nuestra vida hay que cuidarlas, abonarlas y
ponerlas a producir buenos frutos, de lo contrario nuestra vida se irá
marchitando por falta de Dios y de prójimo. Sin embargo, hay un tiempo de
gracia, una oportunidad para rectificar el camino, simbolizada en aquella
acción de cavar y abonar. Cavar y abonar simbolizan el proceso de nuestra
conversión para acoger la voluntad de Dios. – ¿Estamos dando fruto en lo que
hacemos?
Servicio Bíblico Latinoamericano